Cómo los hombres han frenado el auge del fútbol femenino

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Abril 2022 / 101

Para las pioneras del fútbol femenino, la participación de la mujer en el deporte formaba parte de un combate feminista más amplio.

Hace un siglo, el fútbol femenino conoció una primera edad de oro, truncada por unos hombres preocupados al ver a esas deportistas cuestionar los fundamentos de la dominación masculina.

El 17 de marzo de 2019, 60.739 personas asistieron al partido de fútbol femenino entre el Atlético de Madrid y el FC Barcelona. Fue un récord absoluto de asistencia a un partido de clubes femeninos. ¿Se trata de la culminación de un lento pero inexorable aumento de asistencia al fútbol femenino desde su creación? En absoluto, porque el récord anterior databa de… 1920, cuando las Dick Herr Ladies se enfrentraron a las St. Helen’s Ladies en Liverpool. Según estimaciones, el estadio de Goodison Park recibió entonces alrededor de ¡53.000 personas!

Ello puede sorprender hoy en día, pero el fútbol femenino tuvo un éxito fulminante en los 20 años que siguieron a la codificación del fútbol moderno (1860). Un magnífico paréntesis, con el telón de fondo de las luchas por la igualdad de derechos, al que los hombres pusieron fin para que el fútbol siguiera siendo su coto privado, como ha contado brillantemente el periodista Mickáël Correia en Una historia popular del fútbol (Hoja de Lata, 2919) .

El primer partido internacional de fútbol femenino tuvo lugar el 9 de mayo de 1881 en Edimburgo entre Escocia e Inglaterra. La información del Glasgow Herald da buena cuenta de la imagen que tenían entonces muchos hombres de esas mujeres que se atrevían a dar patadas al balón: “Desde el punto de vista del fútbol, el partido fue un fiasco, aunque daba la impresión de que algunas [jugadoras] comprendían el juego”.


Acoso a las futbolistas

La violencia verbal contra las jugadoras se transformó rápidamente en violencia física. Unos días después del partido del 9 de mayo, un nuevo encuentro en Glasgow entre Escocia e Inglaterra tuvo que ser suspendido cuando el terreno de juego fue invadido por espectadores masculinos. Las jugadoras se refugiaron en un autobús contra el que los espectadores arrojaron los postes que habían arrancado de las porterías. El 20 de junio se intentó volver a jugar el partido en Manchester, pero volvieron a tener lugar nuevos desmanes. El Manchester Journal censuraba a aquellas mujeres con esas pintas tan feas como poco apropiadas.  La organizadora de los encuentros, la militante sufragista escocesa, Helen Matthews, (quien para proteger su verdadera identidad se hacía llamar Sra. Graham) y sus compañeras tiraron la toalla. 

Durante un siglo, los estadios de fútbol de todo el mundo fueron un templo de la masculinidad

Se puede explicar semejante violencia masculina por el contexto de la época. En la década de 1880 el feminismo británico estaba en plena ebullición. Los hombres empezaban a inquietarse al ver los primeros cuestionamientos de la dominación masculina que reducía el cuerpo de las mujeres a un mero instrumento de reproducción. La práctica femenina del fútbol planteaba dos problemas. Además de indecente (¡unas mujeres en pantalón corto!) también se consideraba peligrosa “para los órganos reproductores y para el pecho debido a las brutales sacudidas, torsiones y golpes inherentes al juego”, como afirmaba el British Medical Journal en 1884. La revista no dudaba, además, en recomendar que se prohibiera a las mujeres practicar ese deporte porque, después de todo, ¿qué necesidad tenían las mujeres de jugar al fútbol? 

      
Segunda oleada

Como en otros ámbitos, hubo que esperar a la Primera Guerra Mundial para que las mujeres volvieran al primer plano de la escena futbolística. En pleno conflicto, 700.000 mujeres trabajaban en las fábricas inglesas de municiones. Esas municionistas, a cargo de unos patronos paternalistas, crearon 150 equipos de fútbol entre 1915 y 1918. El fútbol femenino era un medio de “reforzar la imagen social de unas obreras entregándose a un deporte nacional sano y vigorizante”, escribe Mickáël Correia. El primer ministro británico de entonces, David Lloyd George, las llama incluso “valerosas heroínas”.  Sobre todo, porque los partidos servían con frecuencia para recoger fondos con los que financiar hospitales de guerra. En 1918 ¡750.000 obreras inglesas estaban en posesión de una licencia de fútbol!  

Entre ellas destacaban las Dick, Kerr’s Ladies, un equipo creado en Preston, al norte de Manchester, que rápidamente se daría a conocer. Con su juego rápido, técnico y ofensivo, las 11 mujeres atraían a las masas: en 1919, 35.000 espectadores asistieron a un partido del equipo contra las Newcastle Girls. Un año después, recibieron por primera vez a una delegación francesa al mando de Alice Milliat, una de las fundadoras del deporte femenino francés e internacional. El éxito fue inmenso: las futbolistas francesas e inglesas atrajeron a un público importante y ocuparon la primera página del diario deportivo francés L'Auto, (antecesor de L'Equipe). 

Saludo entre capitanas de equipos femeninos en Preston (Inglaterra), en 1920.
Foto: The National Archives

También en este caso, el éxito deportivo y mediático tenía un trasfondo muy político. En un artículo dedicado a Alice Milliat , la historiadora Florence Carpentier explica que, como en el caso de las pioneras del fútbol británico, para la deportista francesa el desarrollo del deporte femenino era parte de un combate feminista más amplio. Debido a su notoriedad, y a la idea muy arraigada en Francia a comienzos de la década de 1920 de que el deporte contribuía a la regeneración del país tras la guerra, Alice Milliat logró abrirse camino en el espacio mediático de la época. En L'Auto denunciba “el viejo espíritu de dominación [de los hombres], el deseo de seguir teniendo a las mujeres bajo su tutela, el miedo a que sean algo más que objetos útiles o agradables para el hombre”, y aseguraba que la mujer "tiene aún que luchar mucho para que se admita su valor en las diferentes categorías de la vida social” y “tanto en el ámbito del deporte como en todos los demás, tiene que luchar contra el atávico espíritu de dominación masculina”.


Vuelta al orden

Pero, en Inglaterra más aún que en Francia, el éxito mediático del fútbol femenino fastidia a las autoridades futbolísticas. Tras haberse suspendido durante la guerra, el campeonato masculino vuelve en 1919. Y a partir de 1921, la Federación Inglesa de Fútbol prohíbe a los clubes ceder sus instalaciones a los equipos femeninos. “La vuelta al orden patriarcal al que aspiraban los hombres pasaba por una vuelta al orden futbolístico”, analiza Correia, para quien "el mensaje político enviado por las autoridades políticas estaba claro: los estadios de fútbol tenían que permanecer siendo un templo de la masculinidad y las mujeres debían consagrarse a regenerar la nación”, prosigue. Se acabó la fiesta: organizar un partido femenino se convirtió en una carrera de obstáculos, y no se autorizó a los clubes masculinos a prestar sus campos hasta… 1971.

En 2019, 45.200 personas asistieron en París a la apertura de la Copa del Mundo de un deporte cuyo desarrollo lleva exactamente 100 años de retraso… por culpa de los hombres.