Cómo cambió el mundo la gripe de 1918

Comparte
Pertenece a la revista
Mayo 2020 / 80

Referencia: El ejemplo de aquella pandemia, que causó estragos en todo el mundo, ilustra las consecuencias sociales de las crisis sanitarias.

Entre marzo de 1918 y marzo de 1920 se propagaron por el mundo tres oleadas consecutivas de gripe. La segunda, la del otoño de 1918, fue la más virulenta. La también llamada Gripe Española, afectó a un total de 500 millones de personas, cerca de un tercio de la población mundial. Al final de la epidemia se contabilizaron entre 50 y 100 millones de muertos. A título comparativo: la Primera Guerra Mundial causó 17 millones de muertos. La epidemia actual será mucho menos fuerte que la de hace un siglo. Sin embargo, un gran número de similitudes hacen que la comparación sea pertinente. En un notable libro, El jinete pálido. 1918: la epidemia que cambió el mundo (Crítica, 2018), la periodista científica británica Laura Spinney ofrece una síntesis de lo que hoy se sabe sobre aquella pandemia: dónde se originó, porque afectó a unas personas y a otras no y cómo contribuyó a cambiar el mundo.

 

Origen probable en EE UU

El origen más probable parece ser EE UU. El primer enfermo habría sido un granjero de Kansas joven y pobre. Tras ser movilizado militarmente, le trasladaron a un campamento donde contaminó a los otros reclutas. Estos fueron transportados a las ciudades portuarias de la costa Este antes de ser enviados a Francia. A comienzos de abril de 1918, los puertos de las dos orillas del Atlántico estaban infectados. A mediados del mes, la gripe alcanzó a los soldados del frente. Luego pasó al interior y salió a Gran Bretaña, Italia y España, por un lado, y a Alemania, por otro. Tras la firma del Tratado de Brest-Litovsk, la Rusia bolchevique se retira de la guerra. Alemania libera entonces a sus prisioneros rusos y, con ellos, al virus. África, India, China, Japón, Australia... en julio la primera oleada había afectaba ya al mundo entero.Los médicos de 1918 no sabían lo que era un virus, elemento invisible cuya presencia no podía revelar ningún test. Se sabe que procedía de los pájaros y que entre la primera y la segunda oleada sufrió una mutación y aumentó en virulencia. Pero, de ¿dónde partió la epidemia? Hoy se barajan tres escenarios posibles.

La segunda oleada se inició en agosto, simultáneamente en Freetown, Sierra Leona, Boston y Brest. La firma del armisticio en noviembre de 1918 reúne a multitudes que la celebran en las calles y da la ocasión al virus de propagarse. En diciembre la gripe parece retroceder, pero en enero de 2019 se inicia una tercera oleada, que dura hasta mayo en el hemisferio Norte y hasta meses más tarde en otros lugares. Este escenario es el más probable. Pero más de un siglo después, los científicos han hallado otros dos posibles.

Un anuncio de la marca Lifebuoy instaba a utilizar sus jabones para prevenir el contagio. Foto: Archivos Nacionales de EE UU.

Según uno, el primer contagiado sería un campesino chino de la provincia de Shanxi, no muy lejos de Pekín, en el invierno de 1917. Oficialmente, China era neutral en el conflicto mundial, pero llegó a acuerdos secretos con Francia y Gran Bretaña para enviar un cuerpo de trabajadores chinos, encargado de cavar trincheras, reparar tanques y ensamblar obuses, que habrían sido portadores del virus.

Según otro, el primer caso se habría dado en un campamento británico establecido en Etaples, cerca de la ciudad francesa de Boulogne-sur-mer, a finales de 1916, antes de expandirse por el mundo entero.

EE UU, China, Francia... en cualquier caso, la gripe no se originó en España. El nombre que se dio a la epidemia se debería al hecho de que España, país neutral, no tenía censura de prensa. Esta contabilizó y publicó el número de personas afectadas y el de víctimas, lo que llevó al resto de los europeos y a los estadounidenses, que ya estaban contaminados pero no lo sabían, a bautizar la epidemia como gripe “española”. Pero hay que añadir una dimensión política a esta hipótesis: el nombre se impuso por voluntad de las grandes potencias de entonces, que sabían desde hacía tiempo que la enfermedad estaba presente en sus países: lo habían constatado en el frente. Para evitar ese tipo de denominaciones, nuestras pandemias actuales se bautizan con nombres científicos como covid-19.

 

¿A quién afectó y por qué?

Algunas regiones de Asia se vieron afectadas 30 veces más que otras de Europa. Pero Dinamarca, tres veces menos que España. Las ciudades más que el campo, pero Chicago menos que Washington. ¿Cómo explicar esas diferencias?

A los que más golpeó la gripe fue a los más pobres. Mala alimentación, hacinamiento y falta de acceso a los cuidados sanitarios se combinaron para hacer de los más pobres, los migrantes y las minorías étnicas las primeras víctimas. Los barrios de clase alta parisinos parece que fueron una excepción, pues tuvieron una tasa de mortalidad superior a los otros. Pero si nos fijamos bien, fueron las criadas, que vivían en las muy insalubres buhardillas, las que murieron.

El uso de la mascarilla en el transporte público se hizo obligatorio. En la foto, Seattle (EE UU). Foto: Archivos Nacionales de EE UU.

La diferencia entre ciudades se explica por los variados modos de actuar de las autoridades. ¿Confinar o no? ¿Qué grado de aceptabilidad tienen las medidas de restricción? Estas preguntas, hoy de plena actualidad, se planteaban ya en 1818-1920. 
 

El mundo de después

El libro finaliza con un original apartado en el que Laura Spinney describe los cambios que tuvieron lugar tras la pandemia. ¡Y no son pocos! Con un enfoque puramente clínico, subraya que, al haber eliminado en primer lugar a las personas con mala salud, la gripe “contribuyó a reconstruir una población más reducida y más sana […], La capacidad biológica de reproducción humana mejoró y nacieron más niños”. Pero no todo el mundo salió de la epidemia con buena salud. Una pequeña proporción de gente tuvo a continuación problemas de salud crónica, sobre todo síndrome de fatiga en algunos casos y esquizofrenia aguda reversible, en otros.

Hubo un aumento de interés hacia la homeopatía y la naturopatía, medicinas que subrayaban el papel de la prevención, no solo a través de la higiene, sino también por el deporte, la conciencia de lo que pasa en nuestro cuerpo y una buena alimentación. Hay que decir que la medicina oficial no estuvo a la altura de la epidemia. Los médicos daban sobredosis de aspirina, de quinina —como hoy hacen algunos con la cloroquina—, de mercurio, y algunos recomendaban incluso la vuelta a las sangrías.

En los años posteriores se dieron los primeros pasos hacia una medicina social, gratuita y accesible para todos

Los años posteriores a la gripe fueron también los de los primeros pasos de una medicina social, gratuita y accesible a todo el mundo. La Rusia bolchevique fue el primer país que se puso a ello, pidiendo a los médicos que hicieran especial hincapié en examinar las condiciones sociales y profesionales susceptibles de favorecer las enfermedades.

En Viena, en 1919, se creó una oficina internacional de lucha contra las epidemias, primer intento de coordinación internacional para temas sanitarios. La Sociedad de Naciones, predecesora de la ONU, creó su propia organización de salud a comienzos de 1920, precursora de la Organización Mundial de la Salud (OMS), fundada en 1946.