“Qué bonito esto que haces… ¿Ah, pero cobras por hacerlo?“. Esta última expresión es alguna de las perlas con las que he tenido que lidiar en los últimos años en los que he intentado ganarme la vida como intérprete de lengua de signos. Me la dicen, sobre todo, desde que empezó la crisis (últimamente incluso me espetan: “¿Podrías venir a interpretar… pero sin cobrar?”).
Por Montse Rusiñol
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