Una España más justa es necesaria

Una completa radiografía de las desigualdades acompañada de propuestas para construir un país mejor

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Julio 2024 / 126
La desigualdad en España
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España es un país profundamente desigual. Basten dos comparaciones para ponerlo de relieve: mientras que el 10% más rico de la población posee casi el 60% de la riqueza total, el 50% más pobre tiene menos del 7%. Y solo 1 de cada 10 hijos de obreros se gradúa en la universidad, algo que sí hacen 8 de cada 10 hijos de arquitectos e ingenieros.

Estamos ante el que probablemente sea el libro más completo sobre desigualdad publicado en España. En él, una treintena de especialistas en distintas disciplinas —economía, sociología, ciencias políticas…— hacen un diagnóstico del problema y ponen sobre la mesa propuestas para resolverlo. Casi todos pertenecen a la generación nacida en democracia y algunos han desarrollado carreras académicas de éxito en universidades europeas y estadounidenses.

Partiendo de las últimas investigaciones en varios campos de las ciencias sociales, los autores de los distintos capítulos contribuyen a rebatir tres mitos muy persistentes sobre la desigualdad: que igualdad y libertad son opuestos, que reducir la desigualdad significa no valorar el crecimiento individual y que la desigualdad es necesaria para el crecimiento económico. Por el contrario, sostienen, las sociedades desiguales no solo crean ineficiencias económicas, sino que tienen peores indicadores de satisfacción democrática, salud mental y física, inseguridad ciudadana y felicidad.

Prologado por Thomas Piketty, uno de los economistas de referencia de la socialdemocracia europea y autor del influyente El capital en el siglo XXI, el libro aborda seis de las grandes facetas de la desigualdad en España: su evolución en clave histórica; la falta de igualdad de oportunidades; la intersección de las desigualdades económicas con otras como el género, la edad o el territorio; la importancia de la educación como mecanismo igualador, y la política electoral y las políticas públicas.

A corto y a largo plazo

Para cambiar la realidad actual, los autores creen necesario combinar medidas que puedan aplicarse en el espacio de una legislatura con cambios estructurales. Entre las primeras, proponen 1) ahondar en políticas de garantía de ingresos como el ingreso mínimo vital (IMV); 2) reformar el sistema educativo para reducir la desigualdad en colegios y universidades; 3) implantar la idea de Piketty de crear una “herencia universal”, consistente en otorgar a todas las personas cuando lleguen a la mayoría de edad una suma de dinero para financiar proyectos con beneficio social: estudiar unas oposiciones, lanzar una iniciativa cultural, pagar la entrada de un piso o crear una empresa; 4) poner en marcha una profunda reforma fiscal que mejore la capacidad redistributiva y que reduzca la concentración de la renta y de la riqueza en España, y 5) mejorar la disponibilidad de datos tanto en el sector público como en el privado para tener análisis y políticas públicas de más calidad.

Las propuestas a largo plazo son tres: recuperar los principios que guiaron las economías occidentales durante los Treinta Gloriosos  —los años posteriores a la II Guerra Mundial, cuando el pleno empleo y el estado de bienestar prevalecían sobre la estabilidad de los precios—; reforzar las comunidades que permitan “generar relaciones de capital cultural fuertes”, desde sindicatos a ONG y asociaciones de vecinos, y generar discursos capaces de demostrar que la desigualdad es fundamentalmente una decisión política para permitir cambios sociales profundos.

A modo de conclusión, los editores del libro llaman la atención sobre la necesidad de superar el modelo productivo imperante para poner en marcha una auténtica política industrial orientada al crecimiento inclusivo, que reduzca la dependencia de sectores precarios y poco productivos, como el turismo, y refuerce el papel del Estado como coordinador de la actividad económica, en línea con la idea de Estado emprendedor de la economista Mariana Mazzucato. Ello ayudaría, en su opinión, no solo a crear trabajos de mayor calidad y aumentar la resiliencia de la economía, sino que permitiría invertir en la transición ecológica hacia un mundo descarbonizado.