"Los déficits no son peligrosos de por sí"

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Septiembre 2021 / 94

Entrevista

Stephanie Kelton

Profesora de Economía de la Universidad Stony Brook

"Los déficits no son peligrosos de por sí"

Ha cambiado la covid-19 drásticamente la idea que teníamos del déficit y de la deuda? Aún no hemos visto nada. Adalid de la teoría monetaria moderna, Stephanie Kelton, profesora de Economía de la Universidad Stony Brook de Nueva York, pretende impulsar una revolución copernicana con su libro El mito del déficit. La teoría monetaria moderna y el nacimiento de la economía de la gente (Taurus, 2021), un éxito de ventas en Estados Unidos.  En esas páginas, la consejera de Bernie Sanders en las primarias demócratas de 2016 y 2020 defiende que, a diferencia de lo que repiten los gobiernos desde hace décadas, las arcas públicas no están vacías, que se trata de un mito; que a un Estado que tiene la posibilidad de emitir moneda no le puede faltar el dinero. Según Stephanie Kelton, los gobiernos deben poner más empeño en equilibrar la economía que en equilibrar sus cuentas, garantizando el pleno empleo y una inflación controlada. ¿No nos está haciendo la covid-19 bascular hacia ese mundo?

Antes de gastar hay que haber ganado o haber pedido dinero prestado. Usted dice que, si bien esta afirmación es cierta para los hogares, no lo es para el Estado: primero gasta y luego recauda impuestos o pide prestado. ¿Cómo puede gastar un dinero que no tiene?

Me refiero a algunos Estados, a los Estados que emiten moneda. En Estados Unidos el dólar solo puede fabricarlo quien tiene autoridad legal para hacerlo. En su Constitución, los padres fundadores otorgaron ese papel al Gobierno federal, solo a él; ni usted ni yo podemos hacerlo, se trataría de una falsificación. Las empresas tampoco, y los Estados federados y las autoridades locales tampoco. Por ese motivo, cuando apareció el coronavirus solo el Gobierno federal creó moneda y luego se la dio a los que habían perdido su empleo, a las pequeñas empresas para que pudieran seguir abiertas y pagar sus facturas, a los Estados federados y a las autoridades locales. Hay, pues, un único emisor. Es lógico: si usted emite algo, no tiene necesidad de obtenerlo de otro. La compañía aérea Delta, por ejemplo, no tiene necesidad de pedir previamente a nadie millas de su programa Skymiles para viajeros frecuentes si quiere emitirlas. Como cuando se juega a los juegos de mesa: hay uno que se encarga de anotar los puntos en una hoja. El Gobierno federal es, en cierto modo, el que anota los puntos para el dólar, del mismo modo que lo hace el Gobierno japonés en el caso del yen y el Gobierno británico en el de la libra esterlina. Solo que en lugar de anotarlos en una hoja lo hacen en las cuentas bancarias apropiadas. La principal distinción que hago en mi libro es, pues, entre los países emisores de moneda y el resto, los usuarios de moneda.
 
Usted dice que los Estados de la zona euro, como Francia, son usuarios de moneda. El presidente Emmanuel Macron estaba, entonces, en lo cierto cuando, en 2018, respondió: “no hay dinero mágico” a los sanitarios que pedían más dinero para los hospitales.

Desconocía esa anécdota. Si Emmanuel Macron quería decir que la capacidad presupuestaria del Gobierno francés no es la que podría ser, no se equivocaba. Como el resto de los Estados de la zona euro, Francia abandonó su moneda soberana y ha dejado de ser emisora para ser usuaria de moneda como los Estados federados de Estados Unidos. Como tal, el Gobierno francés es, efectivamente, dependiente de los ingresos fiscales o de lo que los mercados financieros le quieran prestar. Esto no pasa con el emisor, el Banco Central Europeo (BCE), al que no le pueden faltar euros. Llamar a eso “dinero mágico” es una expresión pueril, pues no tiene nada de mágico, es simplemente una realidad. ¿Podría el BCE poner a disposición de los Gobiernos francés, italiano o alemán tanto dinero como quiera? La respuesta es que sí.

Según usted, la política presupuestaria es más eficaz que la política monetaria. ¿Por qué?

El objetivo de una política económica es garantizar una economía equilibrada y sana, es decir, pleno empleo y baja inflación. Para lograrlo, la política monetaria consiste en hacer que la gente se endeude. ¿Cómo estimula un banco central la economía? Baja los tipos de interés para hacer que el préstamo sea más asequible y que la gente se endeude y gaste más. No digo que sea intrínsecamente malo, pero cuando se utiliza la palanca monetaria sin utilizar la presupuestaria, uno se apoya indefectiblemente en el sector privado, en su capacidad y voluntad de endeudarse. Según la Teoría Monetaria Moderna (TMM), la mejor palanca es la política presupuestaria, porque es más directa: aporta ingresos a la gente en lugar llevarla a endeudarse. El Gobierno decide bajar los impuestos y/o aumentar el gasto para apoyar al sector privado sin que este último tenga que devolver ningún dinero.

 

¿Quién es?

Stephanie Kelton es una de las grandes defensoras de la Teoría Monetaria Moderna, que defiende la capacidad del Estado, como emisor monopolístico de moneda, de gastar ilimitadamente para estimular la economía o pagar la deuda. Profesora de Economía y Políticas Públicas de la Universidad de Stony Brook, en Long Island (Nueva York), Kelton, de 51 años, ha sido economista-jefe del Comité Presupuestario del Senado de Estados Unidos y asesora de Bernie Sanders en las elecciones primarias del Partido Demócrata.

 

La crisis de las deudas soberanas de 2010 introdujo en la gente la idea de que hay que lograr el equilibrio de las cuentas públicas, a riesgo de sufrir la misma suerte que Grecia. ¿Cree usted que, con el apoyo masivo aportado por los Estados frente a la pandemia, los ciudadanos están cambiando de opinión?   

No creo que la gente razone en términos de política presupuestaria. Con la covid-19 la gente se ha dicho: “el Gobierno tiene que actuar”. Durante mucho tiempo, tras Margaret Thatcher y Ronald Reagan, se dijo a la gente que, en el fondo, el Estado no era la solución, sino el problema. Tras la covid-19, la gente ve de otro modo el papel del Gobierno. Espera que utilice su presupuesto para acudir en su ayuda: para pagar la fabricación y distribución de las vacunas, para mantener los ingresos de los hogares, etc. Y creo que no solo es cierto en el caso de Estados Unidos, sino en todo el mundo. Los ciudadanos ven al Gobierno como parte de la solución frente a las numerosas crisis a que nos enfrentamos: económica, sanitaria, climática, de vivienda, etc. No piensan: “dejemos que el banco central decida cuál es el tipo de interés apropiado para arreglar las cosas”. 

"Tras la covid-19, la gente espera que el Gobierno utilice el presupuesto para acudir en su ayuda"

"Es cruel pensar que para protegernos de la inflación es preciso tener cierto nivel de desempleo"

¿Y los gobiernos? 

En Estados Unidos ha habido un gran cambio. Comenzó antes del coronavirus, cuando los republicanos votaron a favor de una bajada de impuestos masiva en el año 2017. Los demócratas se quedaron muy sorprendidos porque los republicanos siempre han tenido un discurso muy duro sobre los peligros de la deuda y del déficit. Después, cuando han llegado a la Casa Blanca, con la ventaja adicional de controlar el Congreso, la primera decisión que tomaron los demócratas fue una bajada de impuestos masiva que ha aumentado el déficit en ¡2.000 millones en una década! Yo tenía la costumbre de fastidiar a los demócratas a este respecto diciéndoles: cuando os llega el turno de estar en el poder no sacáis provecho del presupuesto como hacen los republicanos, os cortáis. ¿Cuándo os hartaréis? Ahora se han dado cuenta de que ese mito era un engaño y que no habían comprendido bien los peligros del déficit. En este sentido, las bajadas de impuestos de Donald Trump han sido, pues, muy útiles. Por el contrario, evidentemente han sido terribles en el plano de las desigualdades, pues han beneficiado fundamentalmente a los ricos. 

Algunos de sus detractores dicen que sus recomendaciones dispararían la inflación. ¿Cuál es su respuesta?

En primer lugar, ninguna prueba empírica permite afirmar que sea fácil acelerar la inflación y difícil pararla. Desde hace décadas, los principales bancos centrales, tanto el BCE como el Banco de Japón y la Reserva Federal estadounidense, han intentado y han fracasado en su objetivo de alcanzar una inflación en torno al 2%. Daniel Trullo, miembro de la dirección de la Reserva Federal, ha confesado públicamente que la Fed carece de modelo teórico para la inflación, que no se sabe cómo funciona. La inflación es un fenómeno complejo, un proceso dinámico, no hay un termostato que los bancos centrales puedan subir o bajar. Es, sobre todo, una lucha entre el capital y el trabajo por el reparto de los ingresos y, durante los últimos 40 años, el capital la ha ganado. El riesgo de inflación está en el centro del análisis de la teoría monetaria moderna. El Congreso estadounidense no ha compensado ninguna de sus medidas de estímulo económico del año pasado, no ha votado nuevos impuestos ni la disminución de algunos gastos. La TMM sugiere que, en determinado momento, la economía comienza a restablecerse y puede correr el riesgo de no disponer de recursos reales (personas listas para trabajar, materias primas, etc.) y que, por tanto, hay que estar vigilantes.  Muchos de los que critican la TMM no tienen esto en cuenta. El mejor modo de contener los riesgos de inflación es hacer un minucioso análisis antes de votar un presupuesto, no hay que esperar a que el problema se presente para actuar. Pero hasta hoy el Congreso no se plantea el tema de la inflación. Los congresistas se dicen: “cuando la haya, el banco central se ocupará”.

“Para erradicar el paro forzoso sería conveniente crear un sistema de garantía de empleo”

Según usted, aunque la política presupuestaria es la mejor palanca para llegar al pleno empleo, no es suficiente. Por eso propone un servicio público de empleo. ¿En qué consiste? 

La actual teoría económica acepta la idea de una tasa de desempleo de equilibrio*: que para protegerse de la inflación es necesario un cierto nivel de personas sin empleo en el sistema. La TMM considera esta lógica cruel e ineficaz. Considera que es posible, y más eficiente, permitir que todos los que quieren un empleo pero no logran encontrarlo en la economía lo tengan. Para erradicar el paro forzoso hay que crear una garantía de empleo. Los poderes públicos contratarían a esas personas con un sueldo equivalente al salario mínimo, no solo para evitar los costes económicos y sociales del paro, sino también para beneficiarse de su trabajo —asistir a los profesores, ayudar a la gente a atravesar las carreteras generadoras de accidentes, proteger el medio ambiente, embellecer su barrio…  Existen cantidad de actividades útiles que se pueden hacer y que tienen un valor para la comunidad. A fin de cuentas, ello permitiría mantener un mercado de trabajo líquido y con un remanente de personas empleadas al que el sector privado, cuando está dispuesto a volver a contratar, podría acudir para encontrar a alguien cuyas competencias se han mantenido, por no decir que han mejorado, o ha adquirido otras nuevas… Es un sistema mucho mejor que dejar a la gente hundirse en un paro de larga duración.