Una globalización menor y entre amigos

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Junio 2022 / 103

Ilustración
Andrea Bosch

La pandemia y la guerra de Ucrania están acelerando el retroceso de la mundialización iniciado tras la crisis de 2008. Ambos sucesos podrían traer consigo también una mayor fragmentación de los sistemas productivo y financiero.

Tras una crisis financiera, una pandemia y una guerra en Europa, ¿cómo le va a la globalización económica? Con toda seguridad, no tan bien. ¿Desde qué punto de vista? La globalización es, ante todo, la organización de cadenas de producción a nivel mundial por parte de las multinacionales. Estas deciden dónde se produce qué y en qué condiciones laborales. Desde 2008, esas decisiones son ya menos globales. Aún lo serán menos en el futuro. La globalización es también la circulación del ahorro en busca de inversiones internacionales: los bancos y los inversores financieros deciden quién recibe los capitales (países, empresas, colectividades locales, etc.) y a qué tipo de interés. También en este caso ha comenzado el retroceso. Pero no hasta el punto de provocar una desglobalización total o de suprimir el predominio del dólar en el sistema monetario internacional. La globalización económica no va a desaparecer, pero su intensidad continuará disminuyendo.

Una dinámica interrumpida

Para tener una idea clara de los cambios hoy en curso, debemos retroceder en el tiempo. Tras la Segunda Guerra Mundial, la globalización experimentó una primera fase de desarrollo progresivo desde finales de la década de 1950 hasta la de 1990. Después, hasta 2007-2008 entró en una segunda fase calificada por el investigador estadounidense Dani Rodrik de “hiperglobalización”, con una gran expansión de inversiones de las multinacionales en el extranjero y una fuerte circulación internacional de capitales.

Desde la crisis financiera de 2008 hemos entrado en tercera fase, durante la cual la globalización económica ha tocado techo para, posteriormente, disminuir un poco. La Organización Mundial del Comercio (OMC), que lleva a cabo regularmente un seguimiento de la participación de las firmas en las cadenas de producción mundial, habla hoy de slowbalisation, de ralentización. 

Una manera de calibrar el grado de globalización de la producción es fijarse en el porcentaje, dentro del valor añadido nacional, de los bienes intermedios; es decir, los productos no terminados y destinados a ser exportados para seguirse elaborando en otro país. En 1995 suponían el 9,6%; en 2008, el 14,2%, y en 2020, el 12,1%. Ha comenzado, pues, el retroceso.

Hoy, los lazos comerciales y de dependencia son vistos como una fuente de vulnerabilidad

Las actividades internacionales de la banca de la eurozona han menguado el 40% desde 2008

En el sector financiero se constatan las mismas tendencias. Las actividades internacionales de los bancos han disminuido en más del 25% entre su nivel más alto, alcanzado en 2008, y finales de 2021. Y en el caso de los bancos de la zona euro, el porcentaje se eleva hasta el 40%. En el mismo sentido, los bancos se financian cada vez menos con aporte de capital extranjero. Por ejemplo, el porcentaje de poseedores de deuda pública ha pasado en Francia del 71%, su nivel más alto, en 2010, al  48% a finales de 2021. Y en el caso del mayor mercado de deuda pública del mundo, el de Estados Unidos, el porcentaje de poseedores de deuda extranjeros está hoy en torno al 45%, frente a casi la mitad en 2008.

Cadenas de suministro vulnerables 

Cuando ya estaba en curso esa tendencia al retroceso de la globalización, han sobrevenido una pandemia mundial en 2020 y el conflicto de Ucrania en 2022. Son dos elementos que alimentan la dinámica de reflujo de la globalización. 

La OMC subraya: “La covid-19  ha dejado muy al descubierto las vulnerabilidades de muchas cadenas de producción”. Cuando al otro lado del mundo las fábricas están cerradas y los puertos bloqueados, aunque la situación mejore en un país, a este le es difícil abastecerse. Y en sus previsiones publicadas a finales de abril, el Fondo Monetario Internacional (FMI) subraya: “La ruptura de las cadenas de suministro tiene importantes efectos reales sobre las existencias, la producción y las ventas de las empresas. Esos efectos seguían presentes a comienzos de 2022”. Cuando los casos de covid-19 vuelven a subir en Shanghái y el gran puerto comercial chino está de nuevo bloqueado, una gran parte de la globalización se deteriora. Y cuando el conflicto de Ucrania priva a gran parte del mundo de parte de la producción alimentaria y de algunos metales (paladio, rodio), ocurre lo mismo. Hoy, lejos de la venturosa globalización, los lazos comerciales internacionales son, a ojos de los Estados y las firmas, fuentes potenciales de vulnerabilidad.

Andrea Bosch

Como resultado de ello, de Estados Unidos a Europa los dirigentes políticos desarrollan nuevas políticas industriales sobre los semiconductores, las baterías eléctricas, la nube, etcétera, para ganar en autonomía y depender menos del resto del mundo. Y, en el caso de todas esas industrias estratégicas, los gobiernos ponen más impedimentos a los inversores extranjeros para comprar empresas locales. En el periodo 2003-2007, solo el 15% de los países que modificaban su regulación referente a las inversiones extranjeras lo hacían en un sentido restrictivo. En 2020, eran un tercio. 

Y lo que es más, en un discurso pronunciado el pasado 13 de abril, Janet Yellen, la secretaria del Tesoro estadounidense, avanzó un nuevo concepto, el de “la globalización entre amigos” (friendshoring). “Nuestro objetivo debería ser disponer de un comercio libre pero seguro”, precisó, refiriéndose a una integración económica reservada a los países aliados en la escena política internacional. 

El mismo análisis hace la OMC, para la que uno de los efectos directos de la guerra de Ucrania será provocar “un movimiento hacia una globalización entre amigos en la que unos bienes estratégicamente importantes se producen nacionalmente o proceden de países aliados”. En este sentido, “la guerra de Ucrania significa potencialmente un golpe más fuerte a la globalización que la pandemia”, analiza Sebastien Jean, profesor en el Conservatorio Nacional de Artes y Oficios (CNAM en sus siglas en francés). En su opinión, “la guerra va a marcar por mucho tiempo los comportamientos: la ruptura con Rusia durará y la utilización de las sanciones económicas va a reforzarse. Ello provocará que aumente la búsqueda de la autosuficiencia. Es el caso de China, Estados Unidos, Europa, donde los sectores considerados estratégicos van a subvencionarse masivamente para garantizar una producción local”, concluye Sebastien Jean.

A todo ello hay que añadir que los Estados volverán a tener soberanía fiscal gracias al acuerdo al que se llegó en 2021 —y cuya puesta en marcha está prevista para 2023— sobre el establecimiento un tipo mínimo de imposición sobre los beneficios domiciliados en el extranjero por las multinacionales. 

En resumen, para Larry Fink, presidente de BlackRock, el mayor fondo de inversión mundial, tras la pandemia, “la invasión rusa de Ucrania ha acabado con la globalización como la hemos conocido desde hace 30 años”.

¿El fin del dólar? No tan rápido

De este modo, la economía mundial podría hallarse en un escenario de mayor fragmentación, con unas cadenas de producción más nacionales o más regionales y fluctuantes en función de los avatares de la geopolítica mundial. Esta fragmentación no solo afectará al sistema productivo, sino también a las finanzas mundiales.

12% Productos para la exportación que se acaban de elaborar en terceros países. En 2008 suponían el14,2%.

Las sanciones impuestas a Rusia han acelerado la pérdida de confianza en el dólar y el euro, aseguró a comienzos de abril Dmitri Peskov, portavoz del Kremlin. ¿Es realmente cierto? En respuesta a la guerra en Ucrania, los países occidentales han congelado todas las reservas monetarias depositadas en su suelo por el Banco Central de Rusia. “Puede disminuir algo la confianza que el resto del mundo ha depositado en el dólar, tradicionalmente considerado el activo más seguro del mundo”, admite Carl Grekou, economista en el Centro de Estudios Prospectivos e Información Internacional, organismo público francés (CEPII). Ese congelamiento demuestra que ni siquiera el dólar es una reserva de valor segura al 100% y que puede llegar a constituir una fragilidad en caso de que su depositante no se alinee con Estados Unidos. Rusia ya había tenido en cuenta esta posibilidad, puesto que su banco central ha disminuido recientemente sus reservas en dólares (el 16% en junio de 2021 frente al 22% un año antes) a favor del euro y, en menor medida, de la libra esterlina y del renminbi chino. 

Pero se necesitará más para poner en peligro la supremacía del billete verde en el sistema monetario internacional, una supremacía heredada del sistema de Bretton Woods que se estableció tras la Segunda Guerra Mundial. “La internacionalización de una moneda se aprecia por su uso off-shore, fuera de su territorio nacional, para los intercambios comerciales y financieros, como reserva de cambio (…). La importancia del país en el comercio internacional, su peso económico y el desarrollo de su sistema financiero son los elementos en que se fundamenta ese papel”, observa Marie-Françoise Renard, profesora de Economía en la Universidad Clermont-Auvergne. Y, en este sentido, el dólar tiene ventaja. Aunque su porcentaje en las reservas de los bancos centrales ha disminuido desde el año 2000 (-12 puntos porcentuales), aún asciende al 59%, muy lejos del euro (20%). En el caso de los intercambios internacionales, las facturaciones en dólares y en euros son similares (43% frente al 37%). “Sin embargo, hay que señalar la dimensión internacional del dólar: Estados Unidos representa, aproximadamente, el 11% del comercio mundial, es decir, una relación facturación en dólares/porcentaje del comercio mundial de 3,7, frente a únicamente un 1,2 en el caso del euro”, matiza Carl Grekou.

Hasta el presente, el dólar no tiene serios competidores. A falta de mecanismos de solidaridad presupuestaria en el seno de la zona euro, que permitirían garantizar que las dificultades de pago de un país europeo se vean cubiertas por los otros países, la moneda única no es un valor refugio con la necesaria credibilidad. No ofrece suficientes activos seguros, a excepción de la deuda emitida por algunos países como Alemania.

La alternativa china

¿Podría darse un cambio procedente de China? Desde hace unos años, Pekín se esfuerza en internacionalizar su moneda, como atestigua el establecimiento, en 2015, de un sistema de pago interbancario (CIPS, Cross-Border, Interbank Payment System), alternativa del SWIFT. “La transición ecológica, que exige el empleo de tierras raras que generalmente están en China, podría también jugar a favor del uso renminbi)”, explica Carl Grekou. ¿Internacionalizar el renminbi? Sí, pero no enseguida. “Aunque los planes quinquenales siguen incluyendo ese objetivo (…) no constituye, por el momento, la prioridad de un régimen que se enfrenta a una serie de desequilibrios internos (endeudamiento de las empresas, sector inmobiliario) que podrían agravarse debido a una política de apertura financiera demasiado rápida”, señala Sophie Wieviorka, economista del Crédit Agricole, especializada en Asia.

59% de las reservas de los bancos centrales sigue siendo en dólares, aunque el porcentaje ha disminuido desde principios de siglo

“Los cambios monetarios internacionales no se decretan. Es una cuestión de confianza. Y, por tanto, mientras el mundo siga teniendo confianza en la estabilidad de la economía estadounidense y su preponderancia, el dólar conservará su condición privilegiada”, concluye Mary-Françoise Renard. ¿Y qué papel tiene el rublo en todo esto? “Cuanto más politice Rusia su sistema financiero —por ejemplo, obligando a sus exportadores a vender sus monedas extranjeras al banco central, o decidiendo unilateralmente que los europeos deben pagar el gas en rublos— mayor será la protección que ofrezcan las monedas occidentales”, analiza Zach Meyers, investigador en el Centre for European Reform.

El billete verde aún no se ha pasado totalmente de moda. Seguirá siendo durante un buen rato un instrumento monetario internacional, en una economía que se desglobaliza y corre el riesgo de fragmentarse. Como de costumbre, la globalización económica está en buena parte en manos del líder estadounidense. 

 

La opción favorita de la industria

Para combatir las tentativas de actores privados de crear su propia moneda (Facebook con Diem, por ejemplo) y hacer que las transacciones sean más seguras e instantáneas, los bancos centrales están pensando en crear monedas digitales. China es la que más ha avanzado en este sentido, gracias al e-yuan. “Desde finales de 2019, el país se ha dotado de una moneda digital que opera en el banco central lanzada y probada a través de programas pilotos” dicen Michel Aglietta, Guo Bai y Camille Macaire en un libro sobre el tema publicado a mediados de abril. Durante la celebración del nuevo año chino de 2021, se ofrecieron a los particulares e-yuans que llegaron directamente a su cuenta. ¿Cuáles serán sus consecuencias para el sistema monetario internacional? Todo dependerá de la cooperación de los bancos centrales a escala mundial. “Si varios países desarrollan su propia moneda digital de banco central, puede sobrevenir una incompatibilidad de los códigos digitales inscritos en el protocolo de uso. Si esas monedas no son compatibles entre sí, las transacciones transfronterizas se vuelven caóticas”, explica Michel Aglietta en una entrevista al diario Les Echos. Y el sistema monetario mundial se fragmenta.