Una corrupción endémica

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Diciembre 2021 / 97

Ilustración
Andrea Bosch

Ya sea pequeña y rutinaria o grande y perpetrada por las élites, la corrupción gangrena a todos los países, tanto en el sur como en el norte. Y provoca cuantiosas pérdidas a todas las economías.

Quien hace un cesto hará ciento si se le dan mimbres y tiempo”. La expresión puede parecer anticuada, pero sigue teniendo sentido si nos atenemos a los escándalos por corrupción que la prensa destapa de forma regular. Y es que, con frecuencia, el que comienza aceptando un soborno termina pronto vinculado a ambiciosos montajes ocultos. 

El oficio casi más viejo

La corrupción puede definirse como “el acaparamiento de recursos públicos por parte de un pequeño número de personas, con fines privados y en detrimento de la mayoría”, según Sara Brimbeuf, responsable de grandes corrupciones y flujos financieros ilegales en Transparency International Francia. 

No es el oficio más viejo del mundo, pero algunos dicen que la corrupción es tan vieja como la economía: el primer caso conocido y juzgado como tal se remonta a la Roma de tiempos de Cicerón.

Simplificando, podemos distinguir dos clases de corrupción: la pequeña, rutinaria, y la grande perpetrada por las élites. 

La pequeña corrupción suele asociarse a los países más pobres, que tienen una estructura estatal débil. Las élites la toleran, pues “acompaña y justifica sus propias desviaciones”, escribe Noël Pons, ex inspector fiscal y exconsejero en el servicio central de prevención de la corrupción francés en su libro La corruption, Comment ça marche? “Hablo del billete que se desliza a un funcionario para conseguir que una demanda de visado no se eternice, o de ese país del África Occidental en el que los aduaneros del aeropuerto exigían una tasa ficticia de salida del país y en el que los billetes se acumulaban en bolsas de la compra a la vista de todos”, declara a Alternatives Économiques.

Estas conclusiones —a veces “justificadas” por el bajo sueldo de los funcionarios públicos y que permiten al corrupto acumular sumas de dinero, en ocasiones considerables y exentas de retenciones—, mejoran las condiciones de algunas familias y revierten el gasto en consumo. Pero esos desvíos de dinero perjudican tanto al ciudadano que debe pagarlo como por lo que de hecho significan: un impuesto adicional.

Ese tipo de corrupción genera, además, lentitud e ineficacia en los servicios públicos. Y priva a los Estados de una fuente de ingresos. “Algunos de ellos reciben el 30% de los derechos aduaneros que le son debidos”, expone Noël Pons.

Depredación organizada

Por oposición, la gran corrupción es “la corrupción a gran escala, sea mediante sobornos o por desvío de fondos públicos, cuyo montante es superior, en ocasiones, a decenas de millones de euros, o por el puesto que ocupan los corruptos —frecuentemente dirigentes o altos funcionarios y su entorno—", explica Sara Brinbeuf.

Es una depredación organizada tanto por las elites públicas como por las privadas, con frecuencia cómplices, y cuyo perjuicio puede “provocar daños en el medio ambiente, los derechos humanos y, en un sentido más amplio, atentar a la democracia”, añade Brinbeuf. Las prácticas son numerosas: sobornos, empleos ficticios, falsas facturas, manipulación de las licitaciones y montajes fraudulentos. Y todas con vistas al fin de enriquecimiento personal.

La industria manufacturera de punta, las industrias extractivas, la industria pesada, la construcción y los servicios financieros son, por ese orden, los sectores con más riesgo de corrupción, según un estudio publicado por el grupo de auditoría, consultoría y asesoramiento legal y financiero Grant Thornton en 2021. Son sectores clave y con un peso económico muy importante. 

El peso financiero, clave

Sin embargo, más que el tipo de actividad, “lo que define la vulnerabilidad a la corrupción es el peso financiero de un sector: cuanto mayores y más costosos son los proyectos, más aumenta el riesgo de corrupción”, señala Sara Brinbeuf. Por eso, los mercados del sector público, generalmente de gran tamaño, representan “un medio privilegiado de enriquecimiento” ilícito, advierte Noël Pons.

Uno de los últimos ejemplos es el caso de Airbus. Durante más de 15 años, el gigante europeo de la industria aeronáutica pagó, a través de intermediarios, comisiones ocultas por valor de muchos millones de euros a más de una decena de gobiernos para vender sus aviones eliminando, así, a la competencia. Tras una larga investigación, el grupo tuvo que enfrentarse a una multa histórica de 3.600 millones de euros repartidos entre Reino Unido, Estados Unidos y Francia.

En fecha más reciente, si termina comprobándose, el caso de la venta a India de los cazas Rafale revelado por el diario digital Mediapart demostraría que en nombre de los intereses nacionales, “Francia cerraría los ojos ante los sobornos llevados a cabo por sus empresas en el extranjero”, subraya Sara Brimbeuf. Estamos lejos de los principios de competencia inmaculada y perfecta.

Cada año se 'pierden' hasta 450.000 millones de euros en el mercado de  contratos públicos

Cuando hay corrupción en una licitación para contratos públicos, normalmente el Estado pierde dos veces: el precio que se paga aumenta artificialmente en beneficio de los corruptores y el trabajo es peor (retrasos, empleo de materiales de peor calidad, etcétera).

El mercado de los contratos públicos representa cerca del 15% del PIB de cada Estado de la Unión Europea, y “la OCDE evalúa las pérdidas —por fraudes, corrupción y mala gestión— en los contratos públicos entre el 10% y el 30% del total de las operaciones, es decir, entre 150.000 y 450.000 millones de euros anuales en gastos injustificados”, estima Noël Pons.

Industrias extractivas

Las regiones más fecundas en casos de corrupción serían, según el estudio de Grant Thornton, Oriente Medio, Asia-Pacífico y Rusia, con una excepción: las industrias extractivas ofrecen un terreno fértil para las corrupciones sobre todo en Sudamérica.

La corrupción es, por naturaleza, opaca. Es muy complicado, por no decir imposible, detectarla”, recuerda Sara Brimbeuf. En consecuencia, los indicadores, como el de Transparency International, fundamentalmente basados en la percepción de la corrupción, “pueden dar una visión caricaturesca de un gran sur corrupto y un norte donde reinaría la probidad. Pero, como en el tango, para corromper hacen falta dos. La corrupción está presente en los países denominados desarrollados. Allí es solo más discreta”, añade Noël Pons.

Dinamarca es un perfecto ejemplo de ello: el país, entre los mejores alumnos de la lucha contra la corrupción según el índice de percepción de la corrupción de Transparency International, se ha visto sacudido por un vasto escándalo de transacciones ilegales relacionadas con el blanqueo de dinero y la corrupción protagonizado por el Danske Bank, uno de los principales bancos del país.

“No hay corrupción sin un fraude previo y un posterior blanqueo de dinero”, asegura Pons, para quien la lucha contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales es primordial. También señala la necesidad de proteger a los denunciantes. Es hora, concluye. "La corrupción es un mal endémico de la economía".