Por qué no se imponen los heterodoxos

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Enero 2021 / 87

Ilustración
Andrea Bosch

Divididos, los economistas heterodoxos no logran condicionar el debate y la enseñanza económica. ¿Hay que elaborar un enfoque alternativo de la economía o intentar cambiarla desde dentro?

La realidad es cruel pero evidente: tras más de 10 años de movilización, los economistas heterodoxos, aquellos que critican el enfoque económico dominante y sus demostrados puntos flacos, han fracasado. Quieren más pluralismo en los métodos (matemáticas y modelos, sí, pero no únicamente), en las ideas (basarse en Marx, Keynes y en el amplio conjunto de las ideas económicas y que su labor sea reconocida) e incorporar otras disciplinas: la sociología, la historia, etcétera, para explicar la economía. Pero los ortodoxos, los que controlan los presupuestos para la investigación, nombran a los profesores y dirigen las revistas prestigiosas, no quieren oír hablar de ello.

Sin embargo, los ortodoxos no lo tenían nada fácil pues, justo antes de la crisis de 2008, sus dos afirmaciones principales eran… ¡que las recesiones pertenecían al pasado y que las burbujas financieras no existían!

Aun así, ni la megacrisis financiera ni la pandemia han provocado que cambie la situación.  Como tampoco lo ha hecho la tonelada de libros criticando sus métodos y la  movilización en muchos países de estudiantes y profesores pidiendo que se evolucione. ¿Por qué, a pesar de esas condiciones favorables, los heterodoxos han fracasado? 

¿Cuántas divisiones?

El economista británico Geoffrey M. Hodgson, un heterodoxo, no se anda con rodeos. El año pasado publicó un libro titulado ¿Tiene porvenir la economía heterodoxa?, y su respuesta se inclina claramente por el no (1). Pedir más pluralismo está muy bien, explica, pero para imponerse en el debate intelectual hay que ser capaz de ofrecer a la economía dominante una economía alternativa consensuada sobre unos temas claves (la política económica, los salarios, la globalización…). Sin embargo, los heterodoxos, divididos en múltiples capillas, no han logrado hacerlo. E incluso en el seno de cada capilla las batallas pueden hacer furor. En Francia, por ejemplo, los poskeynesianos, los que se consideran seguidores directos de las intuiciones de Keynes (papel clave de la incertidumbre, de la moneda, atención a las relaciones de fuerza sociales y a los conflictos de reparto…), están divididos en... ¡no menos de cinco corrientes! (2).

Para la investigadora en la Universidad Paris-Dauphine, Anne-Laure Delatte, el problema se debe sobre todo a que “los heterodoxos han cometido el error de rechazar los métodos admitidos por la profesión. Si uno quiere influir en la economía dominante hay que aceptar el diálogo con sus representantes, pues, en caso contrario, no se es escuchado y queda marginado institucionalmente”. En el mismo tono se expresa el economista estadounidense Dani Rodrick, para el que los economistas dominantes “se cierran intelectualmente si se les dice 'vuestros métodos no son válidos', pero son abiertos cuando se les dice 'vuestros métodos son buenos, pero cambiemos determinado aspecto en particular que permitirá trabajar con representaciones más cercanas a la realidad'. Tenemos nuestros hábitos de razonamiento y para que nuestras ideas evolucionen es necesario que se nos propongan mejoras en nuestro idioma” (3).

No hay ningún problema con hablar con el bando contrario, pero “¡para dialogar es necesario tener la mente abierta!”, exclama André Orléan, director de investigación en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales. Cuando Pierre Cahuc y André Zylberberg, defensores de los economistas dominantes, publican un libro contra los heterodoxos, lo titulan El negacionismo económico: un manifiesto contra los economistas secuestrados por su ideología, panfleto de una rara virulencia que recomienda prohibir en el debate público las visiones consideradas desviadas. Escalofriante.

La alternativa no ha muerto

En 2009, se constituyó en Francia la Asociación Francesa de Economía Política (AFEP) para fomentar otro modo de hacer economía. Rápidamente emprendió una batalla fundamental: crear una nueva sección del Consejo Nacional de las Universidades que, al lado de la de los economistas dominantes, pudiera seleccionar, con criterios rigurosos pero diferentes, a economistas heterodoxos. En diciembre de 2014, la ministra de Educación de entonces, Najat Vallaud-Belkazem, tomó la decisión de crear ese nuevo jurado. Ello provocó la protesta generalizada de los dominantes, encabezada por Jean Tirole y Philippe Aghion, que utilizaron su influencia política. El asunto llegó hasta la presidencia de la República y el Elíseo lo vetó. 

Desde entonces, nada ha cambiado. “El contexto macroniano de sordera, por no decir cerrazón total, a cualquier idea pluralista, hace que todo se bloquee”, explica Florence Jany-Catrice, presidenta de la AFEP. “En este mandato no hemos logrado que se nos reciba a un nivel político decisivo”. “Y los que nos han recibido ¡ni siquiera entendían de qué estábamos hablando!”, subraya André Orléan. A ello hay que añadir la crónica falta de presupuesto de las universidades: eliminar a los heterodoxos permite dar más a los otros. Poco importa la diversidad de enfoques en economía y la calidad del debate democrático.

Sin embargo, Jany-Catrice mantiene cierto optimismo. La AFEP cuenta con un gran número de miembros: 850. “Se ha formado un colectivo que no desaparecerá. El razonamiento heterodoxo provoca vocaciones en los estudiantes”. En un sentido más general, las ideas heterodoxas se siembran de modo informal. Tras la crisis financiera y la pandemia, ya está claro que el capitalismo es intrínsicamente inestable, que es necesario regular las finanzas, que los temas medioambientales y las desigualdades deben estar en el centro de las reflexiones de los economistas. Es algo que no estaba ganado hace apenas unos años. 

Una vez dentro, mover los muros

Todo eso es cierto, admite Anne-Laure Delatte, pero “hay profesores universitarios muy prestigiosos que siguen los métodos admitidos y que cuestionan el punto de vista dominante: el coste del comercio internacional (Dany Rodrick), las desigualdades (Thomas Piketty), la evasión fiscal (Gabriel Zucman), etcétera”. Y su trabajo es reconocido. En todos los temas de política económica, “si se quiere influir en política, es necesario ser reconocido por los métodos establecidos”. Y añade: “Si se quiere llevar a cabo un estudio empírico original, hay que aportar datos. Y, para recogerlos, o simplemente saber que existen, hay que estar ‘infiltrado’, estar presente en las buenas redes”.

Algunos heterodoxos han abandonado la economía estricta y exploran un cruce con la sociología y la historia

La economía dominante controla el proceso de nombramiento de profesores y rehúye el pluralismo

En resumen, ¿es posible que la mejor estrategia sea pasar por las horcas claudinas de la economía dominante para, una vez dentro, mover los muros? En cualquier caso, para Jean-François Ponsot, un heterodoxo de la Universidad de Grenoble, “los avances no se hacen mediante revoluciones procedentes de la heterodoxia, pasan por los economistas de la corriente dominante con mente abierta. Son ellos los que realmente hacen que las cosas se muevan. Hay que dialogar con ellos, pues les hace plantearse dudas”. Es más, cuando Piketty publica sus investigaciones, se adscribe a los métodos de la corriente dominante, lo mismo que Paul Krugman, Joseph Stiglitz y Dani Rodrick. Todos ellos han elaborado reflexiones sólidas que justifican la regulación de los mercados, la lucha contra las desigualdades, un poco menos de globalización o las regulaciones medioambientales, con las que nutrir el debate democrático.

“No podemos esperar a haber publicado dos millones de libros o a haber recibido el premio Nobel para cambiar las cosas, a no ser que queramos que nos den las uvas”, replica Florence Jany-Catrice. “La crítica interna a la disciplina no basta para analizar el capitalismo contemporáneo: hay que tomar el aspecto institucional de la moneda para comprender su papel. Se puede, por no decir se debe, pensar el cambio climático de un modo distinto al de la depreciación de un capital natural a partir de un enfoque únicamente monetario de la naturaleza, etcétera. Se necesitan métodos diferentes, pues los de los economistas dominantes son muy limitados”. Unos límites que reconoce Anne-Laure Delatte: “Con los actuales métodos empíricos y la abundancia de datos, se fomenta la hiperespecialización. Se corre entonces el riesgo de dejar de tener una visión de conjunto y, por tanto, pertinente, y de no abrirse a los demás”.

Salir de la economía

Esta es la razón por la cual cada vez son más los heterodoxos que toman otra vía: salir de la economía. La socioeconomía, en el cruce de la sociología y la economía, ha creado sus redes, sus revistas, su forma de identificarse. En los países anglosajones, la economía política internacional, que se interesa por los problemas de poder en la globalización y se sitúa en la intersección de la ciencia económica, la ciencia política y la historia, dispone de sus másteres, sus tesauros, sus coloquios… Esta estrategia de exit (salida) permite a los investigadores lograr que prosperen sus ideas en un medio propicio, pero abandonando la economía.

Hasta el momento, es la única vía posible. “Ya no tenemos nada en común con la corriente dominante, hemos pasado a ser dos comunidades científicas distintas”, afirma la presidenta de la AFEP. “Si las contrataciones de los profesores en las universidades estuvieran descentralizadas, la selección de muchas de ellas sería más diversificada”, indica André Orléan. Pero la decisión de autorizar a un profesor titular a convertirse en catedrático es del CNU y parte de sus miembros la nombra el gobierno. La decisión política desempeña, pues, un papel clave.