¡Peligro de destrucción!

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Junio 2021 / 92

Ilustración
Andrea Bosch

Una cuarta parte de las especies animales y vegetales conocidas están amenazadas de desaparición. La covid-19 pone de relieve la importancia de la relación entre el ser humano y la naturaleza. Proteger la biodiversidad es urgente.

Proteger la biodiversidad para proteger nuestra salud es el título de un documento publicado en marzo por La Fabrique Écologique, una fundación francesa dedicada a la defensa del medio ambiente (1). “La crisis de la covid-19 ha puesto de relieve un caso especial de interacción entre biodiversidad y salud, el de la transmisión al hombre de un agente patógeno procedente de la fauna salvaje”, recuerda su autor, Julien Fosse, inspector jefe de salud pública veterinaria. Aunque el tema preocupara ya a los gobiernos, la emergencia sanitaria y los impactos económicos y sociales de su gestión no les han permitido hasta ahora dedicar mucha atención a esas interacciones entre el hombre y la naturaleza, origen de una pandemia que ya ha causado más de tres millones de muertos, sin contar las muertes indirectas. 

Esta situación podría cambiar en 2021 o, al menos, el momento es favorable a ello. En efecto, la crisis sanitaria no solo ha aplazado la celebración de dos grandes citas internacionales —la 15ª reunión del Convenio de Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica (COP15) y el congreso mundial de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza— previstos desde hacía mucho tiempo. También ha demostrado la importancia y la actualidad del tema y podría conseguir que los ciudadanos y los responsables de la toma de decisiones se interesaran más en él. 

¿Para qué sirven los rinocerontes?

Pero, en el fondo, ¿por qué preocuparse tanto de la biodiversidad?  Si la muerte del último rinoceronte blanco es triste, ¿qué decir de la pobreza de los países en los que prospera la caza furtiva? Y desde que la vida apareció en la Tierra, las especies aparecen, desaparecen, evolucionan. ¿Necesitamos realmente 650 especies de coníferas, más de 12.000 especies de hormigas, más de 20.000 especies de abejas? 

-34%: La población de pájaros ha disminuido el 34% en la Europa rural desde 1990. Y las mariposas, especie representativa de los insectos, lo ha hecho el 39%

Por una parte, la biodiversidad no se reduce a la mayor o menor abundancia de especies. Por otra, la complejidad de su naturaleza y sus funciones hace que sean inútiles los argumentos utilitaristas con los que se podría, por ejemplo, decretar cuáles son los elementos que convendría conservar y cuáles los que se podrían destruir.

La biodiversidad es el tejido vivo del planeta (2). No solo abarca  el conjunto de las formas de vida —plantas, animales, bacterias; o la diversidad específica de cada una—, sino también a la diversidad genética en cada especie. También engloba el conjunto de los hábitats, de la charca al océano, del árbol al paisaje. Y encarna, en el seno de los ecosistemas que componen los hábitats y sus poblaciones, las relaciones de las especies entre sí (depredación, simbiosis) y con su medio. 

Se trata, pues, de cadenas de relaciones extraordinariamente complejas, con frecuencia aún poco conocidas, y cuyo nivel de perturbación debido a la actividad humana y cuyo efecto bumerán está golpeando duramente al hombre. 

La multiplicación desde hace medio siglo de las zoonosis* —ayer el sida, hoy la covid-19, por hablar de las más epidémicas— está ligada a fenómenos como la extensión de las fronteras agrícolas en la zona tropical y la intensificación, fundamentalmente por presión demográfica, de la carne de caza, que aumenta el contacto entre el hombre y microorganismos patógenos vehiculados por la fauna salvaje (3). 

A la inversa, la naturaleza y su diversidad desempeñan un papel fundamental para el aprovisionamiento de los humanos en recursos de todo tipo: farmacopea tradicional e industrial, alimentación, agua dulce… Más del 75% de los cultivos para la alimentación se basan en la polinización animal y la desaparición de poblaciones enteras de insectos socava esta función. Unos sistemas agrícolas fundamentados en la diversidad genética y paisajística son también modos de defensa frente a los avatares climáticos  y a los insectos destructores de cultivos. La calidad y cantidad de reserva de agua dulce está ligada al mantenimiento de la cubierta vegetal y al control de los abonos agrícolas. 

Sin embargo, no se debería reducir la biodiversidad a sus contribuciones materiales, por inmensas que sean, y cuyos mecanismos aun no siempre están bien identificados. Su contribución también es cultural, estética, afectiva, espiritual... Y su importancia, además, no es la misma entre los hombres. 

Más allá de las bondades de la biodiversidad —menudo aburrimiento encontrar siempre las mismas variedades de manzanas, se vaya donde se vaya—, se puede otorgar a la vida bajo todas sus formas un valor per se, lo que implica respetar la naturaleza por sí misma y, por tanto, limitar también las presiones que inevitablemente se ejercen sobre ella.

Se acelera el ritmo de las desapariciones

Tras la quinta extinción masiva, que tuvo lugar hace unos 65 millones de años y que se calcula que causó la desaparición de tres cuartas partes de las especies, está en curso una nueva destrucción. Según un informe de evaluación global sobre biodiversidad y servicios ecosistémicos publicado por Naciones Unidas en junio de 2019 (4),  una cuarta parte de las especies animales y vegetales evaluadas está amenazada de extinción, y se trata solo de la media. Si se incluyen otras grandes categorías de formas vivas (hongos, bacterias, protozoos, etc.), cerca de un millón de especies de un total de 10 a 15 millones pueden desaparecer, muchas de ellas en las próximas décadas. 

Las presiones sobre la biodiversidad están ligadas a la demanda alimentaria y a la agricultura que la satisface

El ritmo de las desapariciones se acelera y es hoy decenas, por no decir centenares, de veces mayor que en los 10 últimos millones de años. En septiembre de 2020, el último Informe Planeta Vivo de WWF (5) ofrecía unas cifras aterradoras: las poblaciones de 21.000 especies examinadas por esta organización (mamíferos, pájaros, peces, etc.) habían disminuido el 68% de media desde 1970, con unos porcentajes mucho más elevados en el caso de muchas de ellas (como gorilas en la República Democrática del Congo y periquitos grises en Ghana). 

En Europa, la población de pájaros en las zonas rurales ha disminuido el 34% desde 1990. La caída es del 39% para las mariposas,  un indicador representativo de las poblaciones de insectos. 

A la destrucción de las especies se añade la erosión de la diversidad genética y la de los hábitats. De las 6.190 razas de mamíferos domesticadas por el hombre a lo largo de la historia, 559 han desaparecido y más de un millar están en extinción. Esta biodiversidad genética es indispensable para la seguridad alimentaria, y más  cuando se trata de seleccionar unos caracteres que permitan obtener variedades vegetales y animales más resistentes a los cambios climáticos. 

Lo mismo ocurre con la diversidad de los hábitats y los paisajes, sobre todo en las zonas húmedas. Por ejemplo, los bosques de manglares desempeñan un papel protector en las zonas costeras tropicales, fundamentalmente frente a los desbordamientos del mar, pero han perdido tres cuartas partes de su superficie originaria.

Exceso de carne

Los factores de destrucción de la biodiversidad son múltiples y no todos tienen el mismo peso. La causa principal es el cambio del uso de los suelos y, por tanto, la destrucción y fragmentación de los hábitats, como son la extensión de las superficies agrícolas y/o la intensificación de la producción ligadas al crecimiento demográfico y a unos regímenes alimenticios cada vez más cárnicos. El consumo de carne y otras proteínas animales moviliza hoy tres cuartas partes de la superficie agrícola mundial (tierras cultivadas y pastos). A continuación, está la explotación de los bosques y, finalmente, la urbanización. 

A pesar de que los bosques tropicales albergan los mayores niveles de biodiversidad, entre 1980 y 2000 se han destruido 100 millones de hectáreas debido a la cría de ganado y a las plantaciones de soja en América Latina y a la plantación de palmeras de aceite en el Sureste asiático. 

Aunque el ritmo de la deforestación se ha lentificado desde la década de 1990, sigue siendo muy elevado: el equivalente a un campo de fútbol cada dos segundos, según la FAO (6). En lo que respecta a la biodiversidad marina, la pesca es la primera causa de la desaparición de especies. 

Estas presiones, fundamentalmente ligadas a la demanda alimentaria y a los sistemas agrícolas que la satisfacen, van seguidas, en la jerarquía de las causas, por otros factores como las contaminaciones —entre las que se encuentran las vinculadas al cambio de uso de los suelos como el abono con pesticidas—, la diseminación, voluntaria o fortuita, de especies exóticas invasoras y los cambios climáticos. Estas dos últimas causas de degradación de la biodiversidad van adquiriendo importancia creciente.

El análisis de los factores de destrucción de la biodiversidad pone en evidencia los límites de las medidas focalizadas en la protección de especies y espacios. Aunque es indispensable reforzar estas políticas de conservación o ampliar y administrar mejor las zonas protegidas, es crucial actuar sobre las causas actuales de la extinción, como la artificialización de los suelos y nuestros regímenes agrícolas y alimentarios. Y, por tanto, reorientar un modelo económico que nos está llevando al fracaso.

 

* Zoonosis: enfermedad transmitida al hombre por el animal

(1). cutt.ly/YcVL7N3
(2). cutt.ly/mcVZi6D
(3). cutt.ly/ucVLQ50
(4). cutt.ly/5cVLF86
(5). cutt.ly/NvrW9yc
(6). The State of the World’s Forests 2020, FAO.