Otra vez adiós a la ortodoxia

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Junio 2022 / 103

Ilustración
Andrea Bosch

Resucitan debates como el de controlar los precios para repartir esfuerzos ante el impacto de la guerra.

Ante situaciones excepcionales, medidas excepcionales. La pandemia y la guerra en Ucrania suscitan debates económicos sobre los que ya no teníamos costumbre. Grandes instituciones internacionales llaman a gravar los beneficios excesivos de los productores de energía, gobiernos empiezan a hablar de racionar la energía de cara al próximo invierno y, ante la escalada de la inflación, se ve resurgir la necesidad de controlar los precios. Estamos lejos de la ortodoxia que suele reinar entre los economistas y de su confianza en el mercado.

Gravar beneficios extra

"Uno cree que muere por la patria y muere por los industriales", escribía Anatole France en 1922. Uno cree morir por Ucrania y muere por los beneficios de los productores de gas y de petróleo, podría decirse hoy. Una larga lista de países empezó a aplicar gravámenes sobre las ganancias excepcionales durante o después de las dos guerras mundiales del siglo XX, sobre beneficios obtenidos "de forma vergonzosa por malestar nacional", precisaba la ley francesa de 1916. Actualmente, los enormes beneficios de los laboratorios farmacéuticos a resultas de la pandemia, obtenidos en gran parte gracias al dinero público, lo mismo que los de los productores de energía, podrían estar en esa categoría. La Agencia Internacional de la Energía (AIE),  y el Fondo Monetario Internacional (FMI), pasando por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), no dudan en reclamar una fiscalidad excepcional sobre sus resultados.

Los hogares vulnerables sufren más las subidas de los combustibles

Controlar los precios es otra manera de vigilar que las empresas redistribuyan los beneficios obtenidos por el encarecimiento de bienes ligados a la guerra. Arthur Cecil Pigou, John K. Galbraith y  John M. Keynes figuran entre las voces que se pronunciaron a favor de esta política. Un economista liberal dirá que un aumento elevado de los precios del petróleo o del gas, por ejemplo, terminará reduciendo la demanda y, así, bajarán los precios. Cierto, pero además de que el proceso lleva tiempo, son los hogares más pobres los que sufren más el coste del ajuste.

Racionamiento

Otro modo de sustituir al mercado consiste en que un gobierno organice el racionamiento de los productos que escaseen. Ya sucedió con los productos energéticos y con los alimentarios. La investigadora Mathilde Szuba habla, así, de una "organización colectiva de la sobriedad", de compartir de forma organizada los esfuerzos por reducir los consumos en una situación de penuria para evitar que las clases más acomodadas se apropien de los bienes esenciales porque puedan pagarlos.