Nuestra salud depende de los microbios

Comparte
Pertenece a la revista
Junio 2021 / 92

Ilustración
Andrea Bosch

Una buena relación con las formas más discretas de biodiversidad es esencial en la vida.

Los microbios están por doquier, y la vida de los grandes organismos está fusionada con la suya. Nuestra salud depende de nuestras buenas relaciones con las formas más discretas de la biodiversidad.

Aunque los elefantes, los árboles y los seres humanos desaparecieran del planeta, ellos permanecerían.  Las bacterias, los virus, los hongos y las algas están presentes en la Tierra desde hace 3.800 millones de años y se encuentran en todas partes, hasta en nuestros intestinos y nuestra piel. Es frecuente temerlos. Sin embargo, las investigaciones demuestran que el contacto estrecho con los microorganismos es imprescindible para la vida, tanto de los animales como de los vegetales. 

Digestión, inmunidad, control de las sustancias tóxicas… las simbiosis con los microbios son cruciales para los grandes seres vivientes. Ello es tan cierto que dos fenómenos fundamentales para la vida proceden de esos microorganismos: la fotosíntesis y la respiración son posibles únicamente gracias a la lejana simbiosis de las células vegetales y animales con bacterias. Por ejemplo, los cloroplastos que transforman el CO2 en azúcar son en origen bacterias que se funden con células vegetales. 

Interacciones benéficas

Las relaciones con los microbios son, pues, generalmente beneficiosas. Una buena noticia: no están en peligro. Mutan muy rápidamente, se adaptan continuamente y de lo que se trata es de mantener buenas relaciones con ellos. 

Si bien la crisis de la covid-19 nos recuerda cruelmente que no todos los seres minúsculos son inofensivos, también nos dice que el control de los riesgos infecciosos depende mucho del respeto a la integridad de los ecosistemas que, cuando funcionan bien, regulan espontáneamente el surgimiento de enfermedades. De este modo, la brutal deforestación, que trastoca los suelos forestales, puede liberar microorganismos patógenos desconocidos. Lo mismo ocurre cuando se devasta una zona húmeda para ordenación urbana o cuando los métodos intensivos simplifican en exceso los ecosistemas agrícolas.

El cambio climático no es de ninguna ayuda: el aumento de las temperaturas, unido a los cambios a larga distancia, favorece el desplazamiento de vectores de agentes infecciosos. El mosquito tigre es potencialmente portador de los virus de la chikungunya, del dengue y del Zika.

Ecología y prevención sanitaria

Defender la biodiversidad para alimentar las buenas relaciones con los microbios es también reducir el uso de pesticidas y de antibióticos que terminan provocando la aparición de cepas bacterianas resistentes. A la inversa, la preservación de ecosistemas variados garantiza el mantenimiento de la riqueza de microorganismos entre los que figuran, como en las plantas, la esencia del origen de los medicamentos del futuro.

Es básico permitir que nuestro cuerpo se exponga a los micro-organismos que estimulan y refuerzan el sistema inmunitario

La ecología va de la mano con la prevención sanitaria. Los organismos denominados superiores son auténticos ecosistemas que se asocian a miríadas de especies mocrobianas, y es corriente curar las enfermedades intestinales utilizando cepas bacterianas seleccionadas denominadas probióticas, que se encuentran normalmente en las farmacias. 

De mantener unas buenas relaciones con los organismos invisibles resulta, finalmente, una nueva interpretación de la obra de Pasteur: adiós a los jabones bactericidas si queremos mantener una piel sana. Y lo mismo pasa con la limpieza de los hogares:  aunque la vacuna contra las enfermedades graves es indispensable, también es fundamental permitir que nuestro cuerpo se exponga a los microorganismos que estimulan y fortalecen nuestro sistema inmunitario; una suciedad limpia, a fin de cuentas.