“La buena vía es menos globalización” // Pierre-Noël Giraud

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Febrero 2017 / 44

Entrevista

Pierre-Noël Giraud 

Profesor de Economía en la Facultad de Minas de París-Tech. Su último libro publicado es ‘Principes d’économie’, La Découverte, 2016.

La internacionalización del comercio y las finanzas se agota. Ahora toca invertir el sentido de la curva de las desigualdades y la precariedad, que la globalización agrava

 

¿Hasta qué punto contribuye la globalización al paro y al aumento de las desigualdades en Francia?

En primer lugar, precisemos de qué estamos hablando. En mi opinión, existen tres globalizaciones: la de lo digital, la de las empresas y la de las finanzas. Respondiendo a su pregunta: sí, esas globalizaciones son en gran parte responsables del aumento de las desigualdades de ingresos. E incluso más: contribuyen a aumentar el número de parados de larga duración, de los desanimados que han abandonado el mercado laboral y de los precarios, personas a las que el sistema económico rechaza al considerarlas “inútiles” (1).

¿Cómo explica que la globalización sea responsable de esas evoluciones?

Se entiende mejor si abandonamos la separación industria-servicios y distinguimos en cada territorio entre empleos nómadas y empleos sedentarios. Los primeros compiten con otros empleos situados en otras partes del mundo y hoy afectan, en Francia, a más de la mitad de los empleos de servicios (financieros, en las empresas, turismo, etc.). Los segundos sólo compiten entre sí en un mismo territorio. Los “hombres inútiles” son los que han sido despachados a los sótanos de los empleos sedentarios.

La competencia ligada a las globalizaciones hace que el número de empleos nómadas en los países ricos esté disminuyendo rápidamente desde hace tres décadas. Y, aunque los que permanecen son cada vez más ricos —generalmente integran el 1% de los más ricos—, como son menos, la demanda de los sedentarios disminuye. Además, el número de sedentarios crece, porque hay menos nómadas. Semejante dinámica no puede provocar más que un aumento de las desigualdades.

¿Cómo podemos responder a esta situación?

Hay que poder crear empleos nómadas, a partir de políticas de apoyo a la competitividad de las exportaciones. Pero también hay que estimular un sector sedentario, de producción y comercio de proximidad, lo cual pasa por unas políticas de aumento de la calidad de los bienes y servicios locales. Pondré un ejemplo: es necesario que a la gente le apetezca más citarse en un restaurante y luego ir a ver un espectáculo que sentarse a ver Netflix mientras come una pizza congelada. 

“La globalización digital, de empresas y finanzas causa desigualdades”

“Los empleos nómadas en los países ricos son cada vez menos”

Mucha de esa gente que ha sido rechazada por inútil desde el punto de vista económico es muy útil socialmente, como voluntarios en asociaciones y realizando labores de ese tipo. El dinero público debe utilizarse para volverles a dar un reconocimiento económico de su utilidad social, encaminándoles hacia la economía social y colaborativa. No se trata de reproducir los talleres nacionales en los que el Estado o las colectividades locales contratan a troche y moche, sino de desarrollar experimentos como el proyecto Territoires zéro chomeur de longue durée (2).

El economista estadounidense Larry Summers propone entablar unas políticas basadas en “la promoción de un nacionalismo responsable”. ¿Qué opinión le merece?

Tanto China como Estados Unidos llevan a cabo unas políticas mercantilistas encaminadas a atraer o conservar los empleos nómadas en su territorio. No se puede vender un Airbus a China si no se produce allí un 30% del valor añadido. Por el contrario, la empresa Comac ha logrado certificar un clon del A320 y va a poder venderlo a las compañías aéreas europeas sin ninguna contrapartida.

Frente a este comportamiento, no hay que pasar a ser proteccionista, a impedir que entren los productos extranjeros, sino mercantilista. Hacer todo lo necesario para atraer a los inversores extranjeros mediante políticas incentivadoras y con contrapartidas: si quiere vender aquí, también tendrá que invertir. Los grandes bloques económicos, entre ellos Europa —que constituye un perímetro pertinente para Francia—, deben poder tratar sus problemas internos, ya sean económicos o financieros, de un modo mucho más autónomo.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Ya a finales de los años 1990 había reticencias frente a la globalización. ¿Cómo se explica que ahora parezcan tener un eco político, a la vez y en todas partes? 

Pienso que la diferencia se debe a un cambio de percepción de la inmigración. A finales de los años 1990 se luchaba para que los sin papeles que estaban trabajando consiguieran tenerlos. Pero nos golpeó el terrorismo islamista. Y, además, los denominados “petits blancs”, es decir, los franceses blancos y pobres, también engrosaron las filas de los rechazados por el sistema económico, como los jóvenes franceses de la periferia. De una imagen de la inmigración laboral hemos pasado, en dos décadas, a la del refugiado, el migrante, con un auge del islamismo y la islamofobia. Además, en Francia, estamos sufriendo una crisis de nuestras instituciones político-estatales, que no son capaces de controlar esos movimientos humanos. Todo ello suministra las principales armas para la expresión política de un rechazo de lo extranjero.

¿Hay fuerzas, como la emergencia de África y la digitalización, que siguen empujando hacia un aumento de la globalización?

No me cabe la menor duda. La gran apuesta de las globalizaciones del siglo XXI es África. Según el escenario central de las proyecciones de la ONU, los dos gigantes demográficos del mundo en el horizonte de 2050 serán Asia del sur (con 2.300 millones de habitantes) y África (con 2.500 millones).

No hay que pensar que África va a emerger con el teléfono móvil, por un lado, y las minas y la agricultura por otro, olvidando el sector manufacturero. Va a haber que equipar a esos 2.500 millones de habitantes, de los cuales 900 millones serán urbanos. No se tratará ya del mismo modo de producir puesto que ha tenido lugar la revolución digital: una de las grandes cuestiones del futuro es cómo utilizarla para fabricar cacerolas y bicicletas.

“Las finanzas han decidido no asumir tantos riesgos globales”

“Si un país quiere vender aquí, debe invertir también aquí”

La otra gran cuestión es ¿quién va a industrializar África? ¿Quién va a deslocalizar su producción? Serán los emergentes, con China a la cabeza: ella producirá sus tejidos, sus juguetes, etc. Pero África no seguirá obligatoriamente la misma trayectoria que los actuales emergentes. No se beneficiará, como China, de una enorme demanda de importaciones estadounidenses: su desarrollo será, pues, quizá más centrado en sí misma. Posiblemente, más lento. 

Además del reajuste de China, de que las multinacionales ya no busquen tanto la ruptura de las cadenas de valor, del retroceso de la globalización financiera, ¿qué empuja hacia una menor globalización?

La ruptura de las cadenas de valor añadido es un proceso tecnológico y económico que sigue una curva logística: tras un ascenso bastante fuerte, se toca techo, pues seguir ascendiendo produce beneficios decrecientes.

Hoy, China se ha puesto al día desde el punto de vista tecnológico: las firmas globales piensan poder implantar allí actividades de investigación de alto valor añadido y, también, producir de nuevo en los países ricos. Los desarrollos tecnológicos del tipo Internet de las Cosas no estimulan ya una ruptura de las cadenas de valor. Las finanzas internacionales retroceden porque los bancos han decidido adquirir menos riesgos internacionales, en parte empujados por los cambios regulatorios. Ello va en la buena dirección, la de un reajuste y un mayor control de sus economías por los bloques regionales, aunque no debemos olvidar que hay demasiadas personas rechazadas por el sistema económico, lo que no disminuye la necesidad urgente de actuar.

(1). Véase Pierre-Noël Giraud, L’homme inutile. Du bon usage de l’économie, Odile Jacob, 2015.

(2). Territorios con ningún parado de larga duración. Su principio es utilizar el dinero que se da a los parados para financiar y ofrecer empleos fijos, véase Alternatives Économiques n.º 352, diciembre 2015 (https://lc.cx/J4vG)