¿Impacto sobre el empleo? ¡Aún no se sabe!

Las consecuencias del desarrollo de la inteligencia artificial sobre el nivel de empleo 
son, por ahora, difíciles de evaluar.

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Noviembre 2021 / 96

Las consecuencias del desarrollo de la inteligencia artificial sobre el nivel de empleo 
son, por ahora, difíciles de evaluar.

Cuáles serán las consecuencias del desarrollo de la inteligencia artificial (IA) en el nivel de empleo y en los salarios? Los economistas abordan, a menudo, esta cuestión, pero sus conclusiones siguen siendo, por ahora, profundamente ambiguas. 

Podemos jugar a atemorizarnos y pronosticar que un día la inteligencia de las máquinas será superior a la del ser humano en todos los campos y dejará poco margen para el trabajo de las personas. Algo menos extremo en la escala de la angustia, el taiwanés Kai-Fu Lee predice que la mitad de los empleos podría desaparecer, pero que las inercias y la organización del trabajo, así como las batallas sociales, limitarán el alcance al 20%. También son cálculos a ojo.

En el otro extremo, para el economista americano Robert Gordon, la inteligencia artificial solo es una forma más elaborada de la automatización, cuyos efectos están siendo mínimos sobre la productividad y el empleo en las últimas décadas.

El balance de lo que ha ocurrido sobre el empleo y la prospectiva de cara al futuro con relación al uso creciente de la IA son difíciles de determinar, porque los efectos no solo son múltiples, sino que apuntan en sentidos opuestos (1).  

Efectos opuestos

El primero apunta a que se suprimen puestos de trabajo: de los más rutinarios, como buscar objetos en un almacén u organizar la recogida de fresas, a los menos rutinarios, como analizar miles de páginas de jurisprudencia, cotizaciones en Bolsa o diagnósticos médicos. 

La IA lleva a una forma distinta de organizar el trabajo

Tanto personas poco cualificadas como otras muy cualificadas podrían perder su empleo por el efecto de sustitución del trabajo causado por los algoritmos. Resultado: menos empleos y ganancias de productividad que, además, no se repartirían con los asalariados, pues únicamente los especialistas en IA ven cómo se disparan sus retribuciones. Pero la inteligencia artificial ha tenido a la vez efectos positivos sobre la ocupación.

Nadie piensa que pueda sustituir completamente el trabajo humano; su desarrollo conduce más bien a una modificación de la organización del trabajo. Por ejemplo, se constata que más IA lleva a los traders a dar más tiempo a la interacción humana en su búsqueda de información para intervenir sobre los mercados, aunque trabajen cada vez más con algoritmos. 

Además, al incrementar la eficiencia de la economía, la IA permite  reducir los costes y los precios, así como aumentar el poder de compra y, por tanto, la demanda dirigida al conjunto de los sectores, lo que genera empleo. 

Y, por supuesto, ahí están todos los empleos ligados a la inteligencia artificial: los científicos que conciben los algoritmos, las pequeñas manos que los alimentan con datos y que corrigen sus errores, los que deberán explicar a los dirigentes las soluciones que aporta la IA y quienes, en el ámbito privado y en el público, van a controlar y a regular su utilización. 

¿Cuál será el resultado sobre el nivel de empleo de la interacción de todas estas fuerzas? Algunos estudios empíricos han tratado de responder a esta pregunta y ninguno ha mostrado un declive del empleo y de los salarios. Sin embargo, aún estamos en la infancia del uso de estas tecnologías.

Como en todas las revoluciones tecnológicas, el impacto final dependerá de las relaciones de fuerza sociales. En el peor escenario, algunas empresas de alta tecnología desarrollan inteligencias artificiales muy eficaces empleadas en numerosos sectores, cuya riqueza capturan. En otro, una IA complementaria al trabajo humano acrecienta la productividad y el ahorro de costes, una parte del cual se redistribuye entre los trabajadores, alimentando así una vigorosa demanda generadora de empleo. 

Los compromisos políticos y sociales que se alcancen decidirán en qué lugar se coloca el cursor entre ambos escenarios.