¿Hay que copiar a Alemania?

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Octubre 2017 / 51

Alemania es el referente económico de Europa. Por muchas razones, pero no por las reformas laborales de Schröder.

El modelo económico alemán permanece como referente de prosperidad. Pero no gracias a la flexibilidad, que ha aumentado la precariedad y ha perjudicado especialmente a las mujeres, sino debido a una mejor especialización de las exportaciones y a una mayor participación del trabajador en las decisiones estratégicas de las empresas. 

El modelo alemán se utiliza de manera muy contradictoria.  A principio de los años noventa, el libro Capitalismo contra capitalismo, de Michel Albert, presentaba a Alemania como una especie de cortafuegos al modelo anglosajón: rechazaba la dictadura de los accionistas y reforzaba el poder de los asalariados de las empresas. Sin embargo, hoy, también en nombre del modelo alemán, debemos liberalizar nuestro mercado de trabajo y poner en cuestión la protección social. Las reformas llevadas a cabo en esta línea por el ex canciller socialdemócrata Gerhard Schröder a principios de siglo se supone que explican la recuperación alemana de los últimos años. En realidad, la primera economía europea sale adelante pese a ellas.

 

DESIGUALDAD Y PRECARIEDAD

Las reformas liberales de Schröder han incrementado las desigualdades sociales y la precariedad. En esencia, el pago de prestaciones por desempleo pasó de dos años a un año. Los parados pasaron a tener un seguimiento estrecho. Y se favorecieron los minijobs o pequeños trabajos. En Alemania, cuando se gana menos de 450 euros al mes, prácticamente no se pagan cotizaciones sociales, pero tampoco se tiene acceso a protección social, en especial a la pensión. En junio de 2016 se registraban 7,8 millones de miniempleos, equivalentes al 19% de los empleos asalariados. 

A resultas de estas medidas, la pobreza se ha incrementado  considerablemente, y Alemania es uno de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) donde las desigualdades se elevaron más durante la primera década del siglo XXI [España ha sido el segundo país de la organización donde más aumentaron durante la crisis].

En 2015, el 8,9% de los trabajadores alemanes eran pobres, un nivel superior al registrado, por ejemplo, en Francia o Finlandia, y el problema  afecta sobre todo a las mujeres. 

El desarrollo rápido de los empleos precarios ha contribuido a debilitar la cobertura de los trabajadores  alemanes mediante convenios colectivos sectoriales: en 2016, sólo el 56% de los empleados estaban cubiertos por ellos.

Las infraestructuras colectivas, poco mantenidas a medida que la austeridad se va prolongando, se han ido degradando: Alemania es el único país de la OCDE donde, a partir del año 2000, la evolución de la inversión pública ha sido inferior al uso de los equipamientos.

La demografía explica la contención del paro más que el nuevo empleo

Las reformas de Schröder han aumentado la precariedad en el país

La inversión pública en infraestructuras es menor al uso de estas

La política deflacionista de Schröder lleva la carga de la responsabilidad por lo que respecta a los desequilibrios que han desembocado en la crisis del euro. Al ahogar la demanda interna, se ha incentivado un fuerte crecimiento de los excedentes exteriores alemanes y ha practicado un nivel de precios demasiado bajo.  Impidió que el Banco Central Europeo (BCE) aumentara los tipos de interés, porque ello habría perjudicado a la economía alemana, mientras que tal subida hubiera podido limitar el exceso de endudamiento en países periféricos como Grecia o España.

Lo que explica la supervivencia política de Angela Merkel, que, con nuevos aliados [véase el  despiece], seguirá en el poder un cuarto mandato, tiene que ver con el hecho de haya empezado a deschrödizar Alemania para combatir la pobreza en el trabajo. Su gobierno ha introducido un salario mínimo en 2016 y ha fijado la edad de jubilación en sesenta y tres años para quienes hayan trabajado antes de los dieciocho años, muy numerosos en Alemania por razón de la importancia que se da en el país al aprendizaje. 

¿No explicaban acaso, a pesar de su impopularidad, las reformas de Schröder la recuperación de la economía alemana? No. Son otros los factores que la sustentan.


SACAR PARTIDO DE LA DEMOGRAFÍA

El fenómeno de la débil demografía alemana es conocido, pero no lo son tanto las consecuencias positivas que tiene para la economía del país. En 2015, las alemanas tenían 1,5 hijos, un nivel que se recupera, sin embargo, respecto de los años ochenta, en que la ratio era de 1,3 hijos por mujer. Resultado: a pesar del flujo reciente de refugiados, el total de habitantes de Alemania sólo ha aumentado en 276.000 personas entre 2000 y 2016. Otros países, como Francia, en el mismo período han aumentado en seis millones. La baja natalidad suele considerarse un problema. Hasta ahora, es totalmente falso. Cuando se tienen hijos, hay que pagar escuelas, teléfonos móviles, ropa, y es más sencillo soportar una austeridad salarial prolongada. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

En Alemania, el número de alumnos por clase es bajo. Hoy, en el país se cuentan 1,9 personas en edad activa (de quince a sesenta y cinco años) por persona pasiva. Esta ratio indica cuántas bocas permite alimentar el trabajo de cada persona activa. [En España, la proporción de cotizantes por trabajador es de 2,1].

Entre los años 2000 y 2016, la cifra de ocupados aumentó un 9,3%, pero en el mismo período, la población en edad de trabajar bajó un 2,2%. Como resultado, la población activa o personas que tienen o que buscan un empleo sólo ha aumentado en un 5,5%. Es decir: es la demografía el factor que explica la evolución del paro, más que la creación de empleo. Y esta evolución demográfica tiene otro impacto económico mayor, a través de los precios inmobiliarios. 

El incremento de la población hace que aumente la presión en el mercado de alquileres. Pero en Alemania, los precios  prácticamente no han cambiado [con excepciones claras como Berlín, que en 2015 tuvo que imponer un tope del 10% al incremento de precios de parte de los arrendamientos, salvo en el caso de los pisos de nueva construcción y los que acaben de ser rehabilitados, tras subidas del 25% al 78% entre 2009 y 2014, según los barrios]. 


QUIÉN TIRA DE LA INDUSTRIA ALEMANA  

Otro factor del que se ha beneficiado Alemania en los últimos años es su especialización, y mucho antes de los tiempos de  Gerhard Schröder, en los bienes de equipo. En 2016, el empleo en el país suponía el 18,4% del total de la Unión Europea, según Eurostat. Al mismo tiempo, Alemania daba empleo al 31,1% de todas las personas que trabajan en Europa en el sector de la maquinaria y el de los equipamientos eléctricos, casi el doble. 

Cuando las fábricas empezaron a proliferar en las economías emergentes, principalmente en China, se instalaron máquinas alemanas en todas partes. Esta especialización explica la solidez de la propia industria alemana: producir la maquinaria destinada a una industria determinada constantemente en la “frontera tecnológica”. Ello también explica la importancia de las empresas de dimensión mediana al otro lado del Rin. Ser especialista mundial en determinada maquinaria de un proceso industrial, con 300 personas, permite exportar a China, Estados Unidos y Brasil. No ocurre lo mismo con quien fabrica productos de gran consumo para el cliente final. 

La explosión de la demanda de los países emergentes ha sido aprovechada por los alemanes para vender berlinas de alta gama. Cuando una parte, aunque sea pequeña, de 1.400 millones de chinos llega a ser tan rico como para comprar un coche enorme, elige con frecuencia un Audi, un BMW o un Mercedes, antes que un Renault, un Citroën o un Seat. Esta especialización es igualmente previa al Gobierno de  Gerhard Schröder y no nace de un coste bajo en Alemania. [Según Eurostat, en 2016, el coste total por hora en Alemania era muy superior al de Reino Unido, Italia o España.] 

 

LA CAÍDA DEL MURO

Otro factor que explica la recuperación de la economía alemana es la caída del Muro de Berlín. Fue, sin duda, una prueba difícil para Alemania intentar nivelar la situación de la ex República Democrática Alemana (RDA), con 16 millones de habitantes, cuyas infraestructuras se encontraban en muy mal estado. Fue una operación costosa, y todavía persisten dificultades. Sin embargo, la caída del Muro sobre todo permitió a la industria alemana integrar el tejido industrial del Este de Europa en sus propias cadenas de valor. Alemania invirtió en ello tres veces más que Francia, por ejemplo, como ilustra la compra de Skoda por Volkswagen. Este proceso ya se había iniciado antes, pero fue con la unificación cuando adquirió proporciones mayores con la entrada de los países de la Europa central y oriental en la Unión Europea. 

Las empresas alemanas deslocalizaron al Este considerablemente. Antes de la caída del Muro, el principal país con costes inferiores con el que Alemania tenía relación de subcontrataciones era Francia. Después de 1989, este lugar pasaron a ocuparlo la República Checa y Polonia. Y cambiar de Francia a Polonia como proveedor supone ahorros considerables en los costes de los componentes integrados de la industria alemana, y más considerando la fuerte subida del euro con relación al dólar durante la primera  década del siglo XXI: arrancó con una equivalencia a 0,9 dólares en 1999, y subió a 1,6 dólares en 2008. Este incremento ha acelerado la desindustrialización del resto de la zona euro. 

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Desde la crisis de 2008, la economía alemana aprovechó, además, los bajos tipos de interés que le han valido el estatus de isla de estabilidad. Si el Estado alemán hubiera debido pagar intereses sobre su deuda a los tipos de 2008, ¡habría gastado 247.000 millones de euros más entre 2009 y 2016!  

La crisis de la eurozona resultó un buen negocio para las finanzas públicas alemanas, y también para las empresas del país, pues éstas se beneficiaron de tipos de interés particularmente bajos con relación a los de sus vecinas. Así que la industria alemana ha estado sostenida por la bajada del euro respecto del dólar desde 2008. Este retroceso ha ayudado a Alemania a sustituir con exportaciones fuera de Europa las que la crisis de la eurozona había hecho desaparecer: mientras que la Unión se llevaba dos tercios del excedente alemán en 2007, la UE sólo pesaba un  29% en 2016. Ninguno de los factores que explican la buena salud actual de la economía alemana no tiene relación con las reformas de Schröder. 

Sin embargo, la mayor parte de los alemanes están convencidos de los contrario. Y en consecuencia, que todos deben realizar reformas del mismo tipo. 

En realidad, si las reformas de Schröder no han tenido consecuencias más negativas para Alemania y para el conjunto de Europa es únicamente porque en el mismo momento, los otros europeos se endeudaban para comprar productos alemanes. Si todo el mundo aprieta los tornillos al mismo tiempo, la economía europea no puede más que estancarse. 

Incluso si es una tarea complicada por el hecho de que la historia es distinta en todos los países. Alemania merecería ser copiada por su organización descentralizada, que le da un mayor equilibrio territorial, por el nivel de inserción de los jóvenes en el mercado de trabajo a través del aprendizaje, por el poder importante que ha acordado a los trabajadores asalariados en las empresas mediante el sistema de cogestión, o incluso por el voluntarismo con el que abordan la transición energética. Pero, ciertamente, no por las reformas de Schröder.

 

ELECCIONES DEL 24-S

Más Merkel, con nuevos socios

Una Unión Europea sumida en la incertidumbre ha visto debilitarse a su figura política de mayor peso: Angela Merkel aguanta como canciller alemana después de las elecciones generales celebradas el pasado 24 de septiembre, pero su partido, los cristianodemócratas de la CDU coligados con los socialcristianos de la CSU de Baviera, cosecharon en ellas los peores resultados en casi siete décadas.

El retroceso de los conservadores, que se dejaron un 8,5% de los votos en la contienda electoral, han obligado a la incombustible canciller (va por su cuarto mandato) a una negociación fina en busca de equilibrios políticos y un gobierno estable. En esta ocasión, la pareja de baile de Merkel no serán los socialdemócratas del PSD, escaldados después de una gran coalición que también les ha pasado factura entre su electorado.

El pacto que intenta Merkel pasa por reconciliar, además de a los suyos, a liberales y ecologistas, envite que no parece sencillo. Y más aún tras el avance notable, traducido en un incremento de votos del 7,9%, de la ultraderecha de la AfD. Hoy, es el tercer partido del país, y por mucho que las grietas surgidas en el seno de la extrema derecha neutralicen relativamente su fuerza,  los conservadores están alerta ante la fuga de votos por este flanco. La austeridad y la política de apertura con los inmigrantes y refugiados han sido dos de los factores que han marcado su política.  

 

HISTORIA

Por qué el alemán es tan liberal

En Alemania nacieron Karl Marx y Friedrich Engels, pero también Friedrich List, primer teórico del proteccionismo. En cuanto a las políticas económicas, fueron durante mucho tiempo dirigistas y teniendo a las grandes empresas como prioridad, más que la competencia. No fue hasta después de la Segunda Guerra Mundial cuando Alemania se convirtió al liberalismo económico, especialmente bajo la batuta del cristianodemócrata Ludwig Erhard, ministro de Economía entre 1949 y 1963, antes de convertirse en canciller. Animado por el ocupante norteamericano, puso en marcha las teorías elaboradas antes de la guerra por el economista Walter Eucken y el grupo que formó en la Universidad de Friburgo alrededor del concepto de ordoliberalismo, según el cual el papel del Estado  consiste en establecer reglas y en hacer que se respeten, no en nacionalizar empresas ni organizar transferencias financieras. A diferencia del anglosajón, más individualista, el alemán tolera la organización de entidades intermediarias en la sociedad. Para comprender la desconfianza profunda del vecino germánico con relación a cualquier intervención pública en la economía debemos recordar que, para los alemanes, la salida de la crisis de 1929 no fue el New Deal de Franklin D. Roosevelt, sino el estatismo enloquecido de Hitler y su política de rearme con consecuencias catastróficas... Un desafío reforzado por el desastre administrado en Alemania del Este bajo ocupación rusa.

 

COMPETENCIA

La resistencia de las corporaciones

Los fabricantes alemanes de automóviles Volkswagen (VW, Audi, Porsche), Daimler (Mercedes) y BMW llevan veinticinco años entendiéndose permanentemente en multitud de grupos de trabajo sobre las características de los equipos que utilizaban y los subcontratistas que iban a privilegiar, mientras se suponía que libraban una competencia encarnizada. Hoy existe un procedimiento judicial por infracción del derecho de la Competencia sobre un asunto que tiene que ver con el modo en que la economía alemana pasó del feudalismo al capitalismo.  La transición fue progresiva y en ella se permitió que se mantuviera la lógica de las grandes corporaciones. De ahí el peso que aún tiene el corporativismo social en algunos sectores. Las empresas alemanas prefieren trabajar con otras alemanas. Ello robustece la solidez de la industria y la ayuda en su penetración del mercado exterior.