En busca de ‘hackers’ sociales

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Enero 2015 / 21

Socio-director de Copperfield for Social Good

La actual ola de innovación aún está lejos de lograr cambios a gran escala en consumo, producción, experiencia y poder

En una lista de nombres degradados por el mal uso y el abuso, innovación y social estarían en cabeza. Innovación se confunde con invento; social se aplica tanto a organizaciones como Facebook (la red social) o Cáritas (que promueve acción social). Ser etiquetado como innovador es un cumplido; serlo como antisocial, un descrédito. La innovación social se ha puesto de moda aun sin precisar qué significa en concreto.

ILUSTRACIÓN: PERICO PASTOR

Forman la sociedad personas, grupos e instituciones que interaccionan en el marco de una estructura de relaciones de producción y consumo, de experiencia y de poder. El propósito de la innovación social es el cambio, se entiende que para mejor, de algunas de esas estructuras. El motivo es que muchas de ellas, tanto en el ámbito de actuación de los poderes públicos como de los mecanismos de mercado, no funcionan correctamente o no son sostenibles. Ello supone consecuencias evidentes en el aumento de la desigualdad, déficits en el acceso a la vivienda, tasas inaceptables de fracaso escolar y de paro juvenil, disfunciones en los circuitos financieros y desatención a colectivos en riesgo de exclusión, por citar sólo algunas.

En este sentido, ejemplos colaborativos como BlaBlaCar en el consumo, Wikipedia en la producción o Goteo en la financiación, el movimiento 15-M en las relaciones de experiencia o Podemos en las relaciones de poder serían innovaciones sociales representativas.

 

DISRUPCIÓN PARA QUEDARSE

Una innovación sólo es genuinamente social en la medida en que se difunde y acepta con una cierta amplitud, institucionalizándose finalmente como práctica social estable. Peter Drucker observó a este respecto que la Revolución industrial propició una oleada de innovaciones sociales que aún perduran: el Estado de bienestar, la propiedad intelectual y el management científico, ideologías como el capitalismo de mercado, instituciones como las cooperativas, los sindicatos, el funcionariado, así como las escuelas de negocios.

Pese a las buenas intenciones de muchos aspirantes a innovadores, la actual ola de innovación social está todavía lejos de ese alcance. Las iniciativas de asistencia a colectivos desfavorecidos son laudables y desafortunadamente necesarias. Pero no son innovaciones sociales cuando se sitúan más como un remedio paliativo que como una disrupción sistémica. En lo social, como en los negocios, no todos los emprendedores son de verdad innovadores.

Las tecnologías de la información, en tanto que modifican de raíz muchas prácticas de relación, son un elemento clave en el futuro de la innovación social. Pero su papel es ambiguo. Facebook propicia cambios de comportamiento social, pero su objetivo real (distinto del que declara en su web) es acaparar información de sus usuarios y ofrecerla por un precio a quienes colocan publicidad. De modo similar, Uber se proclama como abanderado del consumo colaborativo, pero su código de conducta es el de quien prima el interés individual, incluyendo el de sus inversores, por encima del colectivo. La colisión de las propuestas de los adalides de base tecnológica con las regulaciones existentes puede ser un síntoma de que éstas necesitan cambios. Pero el propósito y las reglas de los mismos precisa de un debate previo sobre su necesidad, principios y objetivos. Obviar ese debate o, aún peor, negar su necesidad es una irresponsabilidad social.

Dicho esto, las llamadas tecnologías sociales son útiles como herramientas para quienes necesitan cooperar en la resolución de retos sociales complejos. Habrá que usarlas con tino para que el alcance y el impacto de la innovación social llegue a ser comparable con el de los Google, Facebook o Uber que nos envían los inversores de Silicon Valley. Pero, en palabras de Langdon Winner, se echan en falta entre los agitadores de base tecnológica las cualidades de liderazgo social y político que caracterizaron a los revolucionarios del pasado. Esas cualidades son las de los hackers sociales que habrá que encontrar. O quizá inventar. En ello andamos.