¿De qué hambre hablamos?

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Junio 2022 / 103

Ilustración
Andrea Bosch

La guerra en Ucrania revela que siguen faltando alimentos en los países más pobres. Sus causas beben de la violencia armada y la inseguridad.

Con la invasión rusa nos enfrentamos a un riesgo inminente de hambre en muchos lugares del mundo”, ha alertado Michael Fakhri, relator especial de la ONU sobre el Derecho a la Alimentación. ¿Quiere decir que a la falta física de alimentación se suma el hecho de que, desde hace tres décadas, Rusia y Ucrania se han convertido en unos gigantes de las exportaciones agrícolas mundiales? En 2018-2020, esos dos países representaban, respectivamente, el 24% y el 10% de las exportaciones de trigo, el 14% y el 13% de cebada, el 2% y el 15% de maíz y el 23% y el 50% de aceite de girasol. Y no hay que olvidarse de los abonos: Rusia suministra el 15% del mercado mundial de abonos nitrogenados y el 17% en el caso del potasio.

De hecho, tras la invasión de Ucrania, el precio de los granos en los mercados internacionales ha dado un salto del 20% entre enero-febrero y marzo. Y los comentaristas recuerdan que los índices de dependencia de muchos países pobres del trigo ucraniano y ruso son muy elevados. La FAO ha elaborado una lista de una treintena de países en los que dicho índice supera el 30%. Todos están situados en África, Oriente Próximo y en Asia Central. En Egipto, Líbano y Madagascar, el 75% del aprovisionamiento en trigo descansa en los dos países en guerra. En el caso de Eritrea es el 100%.

Existencias insuficientes

Pero ante esas cifras hay que  mantener la calma. Al tratarse de cantidades físicas, François Luguenot, especialista en mercados de cereales y consultor, matiza: “Los principales puertos ucranianos están bloqueados y minados. En los silos del país había seis millones de toneladas de trigo para exportar y 15 millones de toneladas de maíz, además de cebada y girasol. En el caso del trigo, el volumen que falta podrá compensarse sin problema. India, que tiene importantes existencias que debe renovar, ha declarado que podría exportar de 8 a 10 millones de toneladas. Y en Australia hay una magnífica cosecha”. En lo que respecta al maíz, la cebada y el girasol, es un problema para los países ricos, para la alimentación de la ganadería en Europa y para los aceites preciosos. Respecto a Rusia, hasta ahora los cargamentos están pudiendo salir, aunque los costes de flete y de los seguros se han disparado. 

En cada país hay que valorar el peso del trigo en la dieta. Túnez, Yemen y Líbano lo tienen peor

Angola y Nigeria se benefician del alza del petróleo y pueden asumir la crisis de los cereales

Lo que más preocupa, prosigue el experto, es la campaña agrícola 2022-2023. La próxima cosecha ucraniana se verá fatalmente reducida por la guerra: “Si faltan 15 millones de toneladas de trigo y 25 millones de toneladas de maíz en el mercado mundial entre mediados de 2022 y mediados de 2023, será más complicado de gestionar”. Es demasiado tarde para aumentar las cosechas en otras partes, puesto que la época de siembra ya ha pasado. Pero “salvo un accidente meteorológico importante, los stocks son suficientes, suponiendo que los Estados que los tienen, empezando por China, los movilicen. Sin embargo, los precios serán elevados”*.

Más o menos expuestos

Lo que hay que analizar a continuación es hasta qué punto están expuestos realmente los países importadores. Señalar unos índices de dependencia del trigo importado carece de sentido si no se mira, por una parte, cuál es el peso del trigo en el régimen alimentario y, por otra, cuál es la capacidad de un país de asumir un aumento del precio. 

Nicolas Bricas, investigador en el Centro de Cooperación Internacional en Investigación Agronómica para el Desarrollo (CIRAD en sus siglas en francés) y titular de la cátedra Unesco Alimentaciones del Mundo, ha llevado a cabo ese trabajo de análisis para los países de África y Oriente Próximo. En 25 países del África subsahariana (Camerún, Chad, Uganda, Mozambique, etc.) el trigo representa menos del 10% de las calorías consumidas. En una quincena de otros Estados subsaharianos, que suman 400 millones de habitantes, el trigo es un alimento complementario (entre el 10% y el 33% de las necesidades calóricas) y en parte sustituible por alimentos locales (judía de careta, sorgo, mandioca y ñame, entre otros). Entre esos países están Nigeria (200 millones de habitantes) y Angola (33 millones), dos grandes exportadores de petróleo que se benefician del aumento del precio del oro negro y pueden asumir una crisis del trigo.

En cuanto a los países muy dependientes (en los que el trigo representa un tercio o más de la ración calórica y del que se importa más del 50%), algunos son también países petroleros, como Argelia e Irak. Los que están realmente en una mala posición son Egipto, Túnez, Marruecos, Líbano y Yemen. Y donde hay una red de seguridad, sobre todo para prevenir los disturbios causados por el hambre, esta se ha convertido hoy en una pesada carga para los presupuestos públicos, como en el caso de Egipto, donde el pan está enormemente subvencionado.

Llueve sobre mojado

En los numerosos países pobres poco dependientes del trigo ruso o ucraniano pero muy frágiles, el aumento de los precios provocado por el conflicto actual (que tienen impacto fundamentalmente sobre el poder adquisitivo vía el precio de la energía y, relativamente poco por el momento, sobre la cesta de la compra) no hace sino agravar unas situaciones dramáticas que datan de hace mucho tiempo. “Llueve sobre mojado”, resume Jean-René Cuzon, de la división Agricultura de la Agencia Francesa de Desarrollo (AFD).

Señala el caso de África Occidental. El número de personas en situación de crisis alimentaria se estimaba, a finales de 2019, en 9,4 millones. Al año siguiente, había pasado a 16,7 millones. Después, a finales de 2021, era de 23,7 millones y, para julio-agosto de este año, se preveía que alcanzaría los 33,4 millones. La nueva previsión para este año, llevada a cabo el pasado mes de marzo, ha subido a 38,3 millones, de los cuales, 2,7 millones están en situación de necesidad urgente de ayuda alimentaria, el penúltimo estadio antes de la situación de hambre. 

A los recurrentes choques meteorológicos se añadió, en 2020, la crisis de la covid-19, con todas sus consecuencias, entre ellas el aumento del precio del carburante y otros bienes importantes ligados a la recuperación. Y ahora, Ucrania. Pero de todas las causas del hambre, subraya Jean-René Cuzon, si hay una fuente principal que destaca entre todas es la violencia armada y la inseguridad que asola la región.

 

* En 2020-2021 Ucrania exportó 17 millones de toneladas de trigo (sobre 190 millones de toneladas a nivel mundial) y 24 millones de toneladas de maíz (sobre 298). Los stocks mundiales se estimaban, respectivamente, en 278 y 276 millones de toneladas (128 y 191 en el caso de China).