Al asalto del secreto bancario

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Septiembre 2015 / 28

Para encauzar la evasión fiscal de los particulares, el G20 quiere levantar el secreto bancario mediante el intercambio automático de informaciones 

Suiza practica el secreto bancario. FOTO: PARLAMENTO EUROPEO

Distintas estimaciones cifran la fuga de ingresos fiscales  entre 8 y 30 billones de euros. En cualquier caso, es mucho dinero, y se concentra en manos de los más ricos. El G20 ha decidido poner en cuestión los mecanismos que permiten disimular fortunas. El más conocido es el secreto bancario, y el arma principal de combate elegida es el intercambio automático de datos fiscales. Así, cuando el residente de un país abra una cuenta en un banco en el extranjero, el fisco de su país de origen será informado de ello. ¿Y para qué abrir una cuenta en Suiza si Hacienda de tu país lo acaba sabiendo al poco tiempo?

Un centenar de países se han comprometido a pasar a la acción. Cerca de la mitad, en septiembre de 2017; el resto, en 2018. Entre los precursores encontramos la mayoría de países industrializados, pero también paraísos fiscales como las Islas Caimán, Luxemburgo, las Islas Vírgenes Británicas e Irlanda. En el segundo grupo encontramos Suiza, Andorra, Mónaco, Austria, las Bahamas, Hong Kong, Singapur y China.

La lista de transacciones que cubre el intercambio automático incluye toda clase de ingresos por depósitos, como intereses, dividendos, remuneración de contratos de seguros y productos de la venta de activos financieros. No sólo afecta a bancos, también a aseguradoras y fondos de inversión. Las cuentas objeto de intercambio son de personas físicas, pero también de trusts y fundaciones. Según la OCDE, que actúa a instancias del G20, moverse hacia el intercambio automático tiene efectos positivos. A finales de 2014, medio millón de contribuyentes de nueve países se interesaron por procedimientos voluntarios de denuncia.

 

LA POSIBILIDAD DE HACER TRAMPA

Sin embargo, Andres Knobel y Markus Meinzer, expertos de Tax Justice Network, alertan de posibles fallos que permitirían preservar el secreto bancario. Por ejemplo: alguien podría comprar un certificado de residencia en un paraíso fiscal y dar esa información a la banca suiza que se la reclamase. Resultado: por el intercambio automático, un ciudadano de Francia que se escondiera tras un certificado de residencia de la Isla de San Cristóbal —que ofrece la ciudadanía a quien invierta 250.000 dólares en la industria local de la caña de azúcar—, vería cómo la información sobre él se trasladaría a San Cristóbal… ¡que no haría nada! 

El intercambio de información, además, presupone una base de confidencialidad —la información no se publicará— y reciprocidad —uno recibe información de otros en la medida en la que les proporciona datos, cosa que no acepta EE UU con estados como Delaware, de prácticas que lo equiparan a un paraíso fiscal—. Está por ver si Europa podrá presionar  a Washington. 

Junto al secreto bancario, otro instrumento de opacidad fiscal utilizado por particulares son los trusts, entidades jurídicas que designan a un director de paja y permiten gestionar fortunas sin que se conozca la identidad de los que ponen el dinero ni la de quienes se benefician de ello. El G20 los ataca con “principios de alto nivel” que fijan un listón de transparencia.

A finales de enero de  2015, dos comisiones del Parlamento Europeo validaron un acuerdo sobre la cuarta versión de la directiva antiblanqueo, que cubre, más allá del  dinero sucio, la financiación del terrorismo, la corrupción y el fraude fiscal, y que reclama a los  países de la UE  registros centrales de los propietarios efectivos de sociedades y otras entidades legales como los trust. Los registros serán accesibles para las autoridades públicas, e incluso para empresas. Pero quien desee acceder a esta información deberá demostrar “un interés legítimo”. La información sobre trusts no será pública. Si los territorios con secreto bancario han seguido más o menos el juego del G20, no ha sido el caso de los trusts. Londres reclamó a los países de Ultramar de la Corona que elaboraran registros centrales. Pero las Islas Vírgenes y las Caimán miraron para otro lado.  Tienen hasta noviembre.