Trabajo // Europa tantea la semana laboral de cuatro días

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Enero 2022 / 98

De España a Escocia pasando por Bélgica, varios gobiernos ensayan reducir el número de días de trabajo o se muestran muy interesados en hacerlo.

¿Adiós a trabajar de lunes a viernes y bienvenida la semana laboral de cuatro días? Más allá de los círculos de los convencidos, la idea se abre paso entre varios Gobiernos europeos. 

Fue una de las promesas electorales de la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, cuyo partido, el Scottish National Party (SNP), volvió a ganar las elecciones en mayo pasado. Sturgeon se ha comprometido a financiar con 10 millones de libras (11,8 millones de euros) una experiencia piloto.

En Irlanda, el Gobierno va a financiar una inverstigación sobre el impacto de la semana laboral de cuatro días. Paralelamente, al menos 20 empresas probarán la fórmula a partir de febrero bajo la supervisión del colectivo 4Day Week Global, formado por sindicatos, investigadores y empresas partidarias de esta causa. 

En República Checa, la ministra socialista de Trabajo, Jana Malacova, lo ve como una perspectiva para 2030. España no se queda atrás:  el Gobierno prevé financiar con  50 millones de euros un experimento plurianual en varias empresas. El Ejecutivo federal belga también está estudiando el tema. 

La primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, se ha comprometido a financiar con 10 millones de libras una experiencia piloto sobre la semana de cuatro días. Foto: First Minister of Scotland

 

Una parte del pastel

La jornada de cinco días se implantó en la mayoría de los países industrializados a lo largo del siglo XX. Las iniciativas actuales pretenden proseguir con la reducción de la jornada laboral en un contexto en el que la tendencia a trabajar menos ha perdido fuerza en las dos últimas décadas. “La semana de cuatro días es un mensaje más fácil de comprender que el de la disminución de las horas de trabajo”, subraya Agnieszka Piasna, investigadora del Instituto Sindical Europeo. “Cerca del 30% de los trabajadores europeos piensan que trabajan demasiado”, subraya Chloé Touzet, investigadora en la Dirección de Empleo, Trabajo y Asuntos Sociales de la OCDE.

No se trata solo de la cantidad de horas que se pasan en el lugar de trabajo. A misma duración de la jornada, las herramientas de comunicación digitales o unas tareas cada vez más complejas aumentan el agotamiento entre los trabajadores. Reivindicar la semana de cuatro días sin pérdida de salario es lo mismo que reclamar la parte correspondiente del pastel del valor añadido cuando la automatización aumenta y los salarios se estancan. “La consultora PWC estima que el PIB inglés aumentará el 10% en 2030 gracias a la inteligencia artificial (…). Tenemos derecho a compartir esos beneficios y ello significa reducir el tiempo de trabajo”, sostiene la confederación británica Trade Union Congress, también favorable a la semana de cuatro días.

La idea de trabajar menos horas ha ido perdiendo fuerza en las últimas décadas 

La recuperación tras la covid-19 predispone a aumentar la jornada en lugar de a reducirla

Sin embargo, en Francia, la semana de 32 horas —es decir , ocho horas durante cuatro días— solo parece seducir a sus promotores históricos como el sindicato CGT, junto al Partido Comunista y Francia Insumisa. La ministra de Trabajo, Elisabeth Borne, ha calificado recientemente la idea de “totalmente desfasada”. A su izquierda, la candidata a la presidencia por el Partido Socialista, Anne Hidalgo, no pretende legislar, sino proponer una negociación entre los interlocutores sociales. El candidato ecologista Yannik Jadot no precisa su posición al respecto y apela a una “convención ciudadana sobre la jornada laboral”.

La escasez de trabajadores en sectores clave de la economía puede explicar este menor entusiasmo. La intensa recuperación económica tras la crisis de la covid-19 predispone más a un aumento de la jornada laboral de los que tienen ya un puesto de trabajo que a una reducción. 

Pero, sobre todo, este tema se enfrenta en Francia a la experiencia de pasar de la jornada laboral de 39 a 35 horas a comienzos del 2000. Más de dos décadas después, esta reforma sigue sin haber sido digerida por parte de la clase política, que la acusa de ser la causa de la destrucción de empleo pese a los estudios que demuestran que permitió la creación de 350.000 puestos de trabajo, una cifra confirmada en un informe elaborado por la Inspección general de Asuntos Sociales (Igas) en 2016. “Es un tema que divide mucho desde el punto de vista ideológico”, subraya Frédéric Lerais, director del Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales (IRES, en sus siglas en francés).

Menos estrés y más salud

¿Podría quedarse Francia atrás cuando la semana de cuatro días seduce a algunos Gobiernos europeos? No es tan fácil. Islandia, considerada por Reino Unido modelo de semana de cuatro días, ha recorrido un largo camino. Según Eurostat, en 2019 la jornada laboral habitual para los asalariados con dedicación plena (incluidas las horas extraordinarias) era de… 44 horas semanales, frente a 40,6 en la zona euro. Al pasar a la semana de cuatro días (una fórmula que se experimentó a partir de 2015 y posteriormente se generalizó) se quería reducir la jornada laboral semanal del sector público y del privado de 40 horas a 35 o 32 horas, sin reducción salarial. Los promotores de esta reforma subrayan el aumento de la productividad por hora. A nivel microeconómico, este resultado puede explicarse por dos razones. Menos horas significa menos estrés y, por tanto, mejor salud, menos accidentes laborales, menos absentismo y más productividad… “En la medida en que aumentan las horas de trabajo disminuye la productividad marginal de un trabajador debido a la fatiga”, explica Chloé Touzet. Además, “la reducción del tiempo de trabajo puede provocar que se lleven a cabo reorganizaciones para aumentar la eficacia o innovaciones”, añade.

30% de los trabajadores europeos piensan que trabajan demasiado

Sin embargo, dejando a un lado el caso islandés, a este modelo le cuesta trabajo imponerse. “Tanto a nivel sectorial como general, hay pocos ejemplos de disminuciones de la jornada laboral sin reducción de salario. Solo casos individuales de empresas, generalmente del sector de la informática o en las que trabajan personas muy cualificadas”, señala Agnieszka Piasna.

En España, algunas empresas están experimentado la semana laboral de cuatro días y 32 horas, pero han bajado los salarios, como la firma de moda Desigual en el caso de sus empleados de oficina. “Ello significa orientarse hacia un modelo de trabajo a tiempo parcial que no tiene nada de revolucionario y que ya se ha desarrollado en Europa. O bien los asalariados pueden permitirse vivir con menos salario o bien se ven obligados a completar su sueldo con otro empleo”, comenta Piasna. En Alemania, un acuerdo con el sindicato metalúrgico IG Metall, firmado en 2018, da la opción de trabajar 28 horas durante dos años en lugar de 35, pero tampoco se mantiene el salario.

En Francia, el paso a las 35 horas semanales ha traído consigo una intensificación del trabajo

Con frecuencia, la reducción de la jornada viene acompañada de una bajada salarial

En cuanto al Gobierno federal belga, es cierto que estudia la posibilidad de instaurar los cuatro días, pero manteniendo la semana laboral de 38 horas, es decir trabajar 9,30 horas cuatro días. La propuesta ha hecho saltar a los sindicatos, que temen las consecuencias que esa ampliación de jornada tendrá sobre la salud de los trabajadores. Por el contrario, algunos miembros de la patronal belga, que se oponen a una reducción de la jornada laboral, manifiestan su interés por esa fórmula. “Hoy, un empleado de una tienda puede trabajar hasta nueve horas. A cambio de media hora más de trabajo, el empleado tendría un día más de descanso. Podría ser una ventaja para facilitar la búsqueda de personal”, ha declarado, por ejemplo, el Sindicato Neutro para Independientes al diario l’Echo.

Resultados ambivalentes

La experiencia francesa del paso a las 35 horas ilustra las ambivalencias de un tema como el de la reducción de las horas de trabajo semanales. A pesar de sus 350.000 creaciones netas de empleo sin pérdida de competitividad, la reforma ha ido también paralela a una intensificación del trabajo. Según una encuesta publicada en 2001, el 30% de los asalariados declaró un aumento del estrés y el 40% constató que, tras la reducción de la jornada laboral, disponían de menos tiempo que antes para llevar a cabo las mismas tareas.

Tienda de la marca Desigual en Barcelona.Foto: Zarateman

Pocos escrúpulos

Aunque tienen más días de descanso, los cuadros cuyo trabajo no se contabiliza en horas, sino en número de días trabajados por año trabajaban, en 2010, una media de 44,6 horas semanales, según la Dirección de la Animación, la Investigación, los Estudios y las Estadísticas (Dares en sus siglas en francés). Y ello, con unos empleadores poco escrupulosos cuando se trata de no superar el número máximo de horas, lo que provoca múltiples denuncias ante la justicia. Impulsada por las leyes Aubry, la modulación de los horarios laborales, que permite en Francia adaptarlos en función de la actividad, se ha traducido en planes de trabajo más volátiles. Son elementos que han degradado las condiciones laborales, sobre todo, de los trabajadores con menos autonomía a la hora gestionar su horario.

Por su parte, el cálculo de tiempo de trabajo en años (denominado tiempo de trabajo anualizado), reclamado por las organizaciones patronales, ha hecho que se pierda el beneficio de las horas extraordinarias. El establecimiento de la semana laboral de 35 horas ha ido, pues, acompañado de una moderación salarial. Es una manera de hacer pagar a posteriori a los asalariados el precio de las 35 horas. Los promotores de las 32 horas desean reparar toda esta serie de inconvenientes condicionando, como dice la economista Dominique Méda, la reducción del tiempo de trabajo a la obligación de creación de empleo.