Mucho más que unas tractoradas

Las ayudas públicas a la transición agroecológica han de privilegiar a la 'clase media' del campo. Las grandes explotaciones no las necesitan

Comparte
Pertenece a la revista
Abril 2024 / 123
Image
Tractores

Fotografía
Reinhold Möller

Audioplayer Icon
Escucha el artículo

A la hora de escribir este artículo, los agricultores europeos llevan semanas movilizándose en sus respectivos países y en Bruselas, con una mezcla de jóvenes inquietos por su futuro, adultos desconcertados y negacionistas climáticos pescando en este río revuelto. No es solo un ataque de fiebre en estos meses de invierno en los que hay poco trabajo en el campo. No es solo una precampaña de las elecciones europeas de junio próximo. El campo europeo vive una crisis de múltiples dimensiones. Crisis climática primero, como vemos en las sequías que asolan Andalucía y Cataluña y en el hundimiento de la producción de aceite y fruta dulce.

Juan Gómez/Tomás García estudió la crisis de la agricultura antes del Plan de Estabilización de 1959(1), y Juan Manuel Naredo, la crisis de la agricultura tradicional(2). Hoy vivimos la crisis de la agricultura modernizada. El desarrollo agrario de estas últimas décadas ha sido posible por el aumento de los gastos de fuera del sector y el incremento del consumo energético, que aumenta la fragilidad de las explotaciones modernizadas y choca con los límites del planeta.

Esta segunda crisis se ha visto acentuada por la crisis de volatilidad de los mercados, tanto de materias primas (alimentos para el ganado) como de insumos (fertilizantes y costes energéticos). Un cuarto detonante es la concentración creciente en las empresas de insumos, tanto de fertilizantes como de semillas, productos fitosanitarios y maquinaria agrícola, otro factor más de dependencia y fragilidad. El quinto es el desequilibrio de poder en la cadena alimentaria: los agricultores son tomadores de precios tanto en sus compras como en sus ventas.

Una sexta crisis está provocada por la revolución tecnológica que estamos viviendo, incluido el campo. Hasta ahora, las economías de escala eran limitadas en la agricultura y la ganadería. Las nuevas tecnologías, la agricultura 4.0, la inteligencia artificial, los drones, los satélites y nuevas técnicas de riego más eficientes están cambiando también la realidad agraria. Todo ello acentúa las disparidades internas entre las explotaciones.

El tamaño importa

Es verdad que la agricultura española en general va bien, que España se ha transformado en una gran potencia exportadora de productos alimentarios, que nuestro excedente comercial superó los 14.000 millones de euros en 2023 y que, como explica el Ministerio de Agricultura, la renta agraria media aumentó el año pasado el 11,1% con respecto a 2022. Pero también lo es que esta evolución es muy distinta entre las explotaciones en función de su tamaño.

Las grandes explotaciones están pudiendo movilizar estas economías de escala y utilizar las nuevas tecnologías para responder a las crisis que hemos mencionado antes. Es la clase media de las explotaciones, la de los agricultores familiares profesionales, la que está sufriendo la acumulación de estos impactos. Es esta clase media (y, en particular los mas jóvenes) los que se han subido a los tractores para manifestarse.

Sobre estas brasas ha soplado el despotismo ilustrado de la Comisión Europea, en particular del principal responsable del Pacto Verde Europeo, el vicepresidente Frans Timmermans.

Lecciones de la historia

A los que nos gusta la historia de la construcción europea, la situación actual nos recuerda al Plan Mansholt —propuesto, por cierto, por otro comisario neerlandés en 1968. Tras un análisis certero de la situación de la agricultura europea, el plan puso encima de la mesa unos objetivos radicales que sublevaron a los productores: desaparición de la mitad de los productores, multiplicar casi por ocho el tamaño medio de las explotaciones, retirar cinco millones de hectáreas del cultivo, matar a 3,5 millones de vacas, etc. Tras una larga batalla política, la montaña parió un ratón: tres tímidas directivas socioestructurales que tuvieron poco impacto real sobre el terreno.

El Pacto Verde Europeo corre el riesgo de ir por un camino parecido. El diagnóstico es certero: la necesidad y la inevitabilidad de la adaptación y la mitigación del cambio climático. La dirección apuntada es correcta, pero los objetivos, puestos sobre la mesa, sin ningún estudio de impacto ni análisis de practicabilidad, han irritado profundamente. ¿De dónde viene la cifra del 25% del territorio agrario europeo que debería estar en agricultura ecológica en 2030? ¿De dónde viene la cifra del objetivo de reducción del 50% en el uso de pesticidas en este mismo año? ¿Cómo se acompaña a la clase media en este proceso? La respuesta que se suele dar a esta última regunta es que lo haga la Política Agraria Común (PAC), que moviliza el 36% del presupuesto comunitario (un presupuesto — recordemos— raquítico, que no llega ni al 1% del PIB europeo).

Vals y 'rock and roll'

Es indudable que la PAC puede, y debe, acompañar a la transición ecológica. Pero las estrategias De la granja a la mesa y Biodiversidad que desarrollar en el campo con el Pacto Verde Europeo se aprobaron tarde, cuando llevábamos ya dos años negociando la nueva PAC. Es como si, en una clase de baile, a mitad del curso de vals que estábamos dando nos pidieran ahora que bailáramos rock and roll.

Es verdad que hay urgencia climática. Pero el querer imponer ritmos que la sociedad no puede aguantar, el imponer en vez de convencer, el no promover una transición inclusiva en diálogo con los sectores, el no comprender que la transición (agro)ecológica requiere de la adhesión activa de todos los actores económicos, nos retrasa en vez de ayudarnos. Esto es exactamente lo que estamos viendo estos días.

Tres cuestiones

Para salir de este callejón sin salida donde nos han —y nos hemos— colocado, propongo responder con claridad a tres preguntas:

Hablemos del qué: la transición agroecológica, la adaptación al cambio climático y su mitigación.

Hablemos del cómo: una transición inclusiva, con ritmos compatibles con los conocimientos científicos disponibles y asumibles por los actores económicos y sociales.

Hablemos del quién: las grandes explotaciones no necesitan apoyo público para adaptarse. El destinatario privilegiado de las políticas de acompañamiento debe ser la clase media.

(1) García, T. (Juan Gómez): La evolución de la cuestión agraria bajo el franquismo. París, 1957. Edición revisada por Alicia Langreo y José María Sumpsi. Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación. Madrid, 1993.

(2) Naredo, J. M.: La evolución de la agricultura en España. Desarollo capitalista y crisis de las formas de producción tradicionales. Editorial Laia, 1977.