¿Llega al fin la recuperación?

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Junio 2017 / 48

Señales positivas: Ya se trate de EE UU, la zona euro o Japón, los tres ejes del mundo desarrollado evolucionan hacia una fase de expansión económica. 

Paseantes en pleno centro comercial de Barcelona. FOTO: EVA SANLEANDRO

1. UNAS ECONOMÍAS POR FIN EN FASE DE CRECIMIENTO

La economía mundial no carece de contradicciones. En un momento en que la China de Xi Jinping se convierte en el adalid de la globalización frente a unos Estados Unidos tentados por el repliegue sobre sí mismos, no es de extrañar que las turbulencias políticas del año pasado (Brexit, elección de Donald Trump) y la incertidumbre actual (elecciones francesas y alemanas) vayan acompañadas de una notable mejora de la actividad. Si creemos a los expertos del nowcasting*, que calculan el crecimiento actual basándose en una serie de indicadores coyunturales, la economía mundial ha aumentado el primer trimestre de 2017 cerca del 4,5%, una cifra más propia  de la década anterior a la crisis  mundial que de la posterior. En su punto bajo más reciente, a comienzos de 2016, el ritmo de crecimiento no superaba el 3%.

Hay que destacar que la recuperación en curso no se debe tanto a las economías emergentes como a las economías avanzadas, que habrían abandonado su larga tendencia de crecimiento (1,8%) para superar en el primer trimestre el umbral del 3%. Ya se trate de Estados Unidos, de la zona euro o de Japón, los principales polos del mundo desarrollado parecen evolucionar hacia una fase de crecimiento.

En lo que a los países emergentes se refiere, la ralentización estrechamente controlada del crecimiento chino no ha desembocado, por el momento, ni en la temida explosión social ni en la anunciada implosión financiera, aunque persiste el temor. Incluso se podría estar dibujando una recuperación, una vez que el banco central chino ha logrado controlar la especulación contra el yuan sacrificando un cuarto de sus reservas de divisas y que, una vez más, el Gobierno ha reactivado su gasto en infraestructuras y urbanización. Debido a ello, la actividad se embala en Corea del Sur y Taiwán, mientras que deja de disminuir en Brasil y en Rusia, donde se beneficia de la mejora de los precios de los productos de base. 

Signo de los tiempos: Mario Draghi, presidente del Banco Central Europeo, se permitió en marzo señalar que el riesgo de deflación había desaparecido. Constatación muy valiosa en la zona euro, donde ese riesgo era manifiesto desde 2014, y una realidad en Estados Unidos, donde el aparente pleno empleo ha permitido  que despeguen los salarios… y que la Fed (el banco central estadounidense) aumente los tipos de interés.

 

2. RAZONES PARA LA ESPERANZA

A pesar del optimismo que actualmente muestran las empresas y los hogares, no todo el mundo está convencido de que la recuperación haya  llegado. En primer lugar, la melodía de los indicadores coyunturales no carece de falsas notas, como ha demostrado la decepcionante cifra del empleo estado-unidense de marzo, y, por el momento, no es perceptible en las magnitudes efectivas de la actividad. La última previsión mundial del Fondo Monetario Internacional (FMI) cuenta con una recuperación de la economía en EE UU del 2,3% en 2017 (frente al 1,6% en 2016). Pero no en la zona euro (1,7% en 2017, la misma cifra que en 2016). Además, no hay que olvidar los recientes casos de recuperación sofocada, como la crisis de la deuda soberana en Europa en 2010-2011, las dificultades de las economías emergentes tras el fin de la expansión cuantitativa de la Fed en 2013-2014, o las turbulencias financieras chinas de 2015, por no citar más que los episodios más recientes. 

La actividad se acelera en Corea del Sur y deja de caer en Brasil

Mario Dragui se permite asegurar que la deflación  ha desaparecido

Pese a todo, no faltan razones para creer en ella a corto plazo, empezando por el carácter sincronizado de la recuperación actual. En EE UU, la bajada de impuestos y el impulso del gasto en infraestructuras anunciados por Donald Trump  han propulsado la Bolsa hacia nuevas cimas  y  también estimulan el clima de los negocios y el gasto privado. En Europa, el activismo del Banco Central Europeo (BCE) ha terminado por reanimar el mercado del crédito y contribuye a corregir las previsiones inflacionistas, mientras que la depreciación de la moneda estimula las exportaciones. 

Tanto en el mundo desarrollado como en la mayor parte del Asia emergente, el bajo precio del petróleo, la fuerte alza bursátil y la recuperación de los precios inmobiliarios estimulan el poder adquisitivo y la riqueza de los hogares y, por tanto, su propensión a consumir. A pesar del aumento del tipo de referencia de la Reserva Federal estadounidense, las condiciones financieras siguen siendo poco exigentes al otro lado del Atlántico mientras continúan siendo claramente expansionistas en Europa y Japón. Si a ello añadimos que, tras los años de austeridad, parece dibujarse en la zona euro y en Japón una suavización del rigor presupuestario, es  imaginable que, a excepción de nuevas turbulencias políticas o financieras, la cosecha 2017 del crecimiento sea como promete ser. 

 

3. MUCHAS NUBES EN EL HORIZONTE

Sí, pero… Si hay que sacar una conclusión de la década pasada en lo que a previsión se refiere, es que una proyección económica sólo tiene valor si es capaz de articular los desarrollos de la esfera real de la economía (empleo, rentas, demanda…) con los de la esfera financiera (endeudamiento, tipos de interés, mercados financieros…). Ahora bien, diez años después de las subprime y Lehman Brothers, el horizonte del crecimiento mundial sigue empañado por un endeudamiento excesivo al que se suma, en el caso de Estados Unidos, unas valoraciones bursátiles desproporcionadas.

Si el estallido de la burbuja bursátil parece el riesgo mayor en EE UU, el epicentro del endeudamiento mundial se ha desplazado hacia las economías emergentes (deuda de las empresas) y, especialmente, hacia China, cuyo sistema bancario es ahora el primero del mundo por tamaño y donde el crecimiento sólo se mantiene a cambio de un creciente endeudamiento interno (210% del PIB para los agentes privados, frente al 170% en Estados Unidos en vísperas de la crisis financiera de 2008).

La inquietud sobre las Bolsas se ve aumentada por el hecho de que, salvo en Japón, la gran oleada de expansión monetaria que ha sostenido los mercados desde 2009 toca a su fin. En Estados Unidos, la vuelta a la normalidad de la política monetaria podría acelerarse si se concretara el impulso presupuestario prometido por la nueva Administración. En una situación de proximidad al pleno empleo, la probable desviación presupuestaria puede provocar un recalentamiento de la economía que la Fed pondrá todo su empeño en prevenir. Dado que su tipo de referencia (de menos del 1%) está aún muy por debajo del tipo de inflación (2,7% en febrero), es muy posible un aumento más rápido de lo previsto de los tipos a corto plazo. En semejante escenario, los tipos a largo plazo*, que desde comienzos del año no superan el 2,5%, podrían dispararse, y con ellos el dólar, ya que, con un creciente aumento de la rentabilidad del capital en EE UU, los inversores comprarían dólares, lo cual pondría en peligro la estabilidad de los mercados y el propio crecimiento. 

En la zona euro, la salida de la expansión cuantitativa está al orden del día, a la vez que los tipos de interés sobre la deuda soberana se ven expuestos a la restricción monetaria estadounidense. En China, las condiciones monetarias se ven restringidas por las masivas intervenciones del banco central sobre el mercado de divisas, que reducen la cantidad de yuanes en circulación. Más que nunca, el aleteo de una mariposa en Pekín, o en cualquier otro lado, puede provocar una tempestad en Nueva York. Algo nada tranquilizador en el actual contexto de agravamiento de las tensiones internacionales.

 

* LÉXICO

Nowcasting: neologismo derivado de forecast (‘predicción’) aplicado al presente (now). Como el nivel del PIB se conoce con retraso, los modelos nowcasting tienen como objetivo calcular la actividad presente a partir de indicadores ya conocidos como la demanda y creación de empleo, los pedidos industriales, las cifras de comercio exterior, las encuestas coyunturales sobre la confianza de los hogares y las empresas, etc.

Tipos a largo plazo: los tipos de interés a largo plazo están determinados por la oferta y la demanda de capitales en los mercados financieros. Dado que entrañan una prima de riesgo debido a la duración del préstamo, son normalmente más elevados que los tipos a corto plazo (en gran parte derivados del tipo de referencia del banco central) y tienden a aumentar cuando éstos lo hacen.