Lento cambio de rumbo de Alemania

Comparte
Pertenece a la revista
Diciembre 2019 / 75

¿Refugio inseguro? Tras rozar la recesión, el país empieza a dudar. Los dogmas que Berlín ha 
impuesto a Europa desde hace 10 años se resquebrajan.

Sede del Reichtag, en Berlín. FOTO: GETTY IMAGES

Alemania ha atravesado sin grandes dificultades la crisis de 2008 y sus consecuencias. Incluso ha disfrutado al máximo de su estatus de safe harbour, de refugio seguro. No solo con unos tipos de interés netamente más bajos que el resto de Europa, sino también en el plano demográfico: la crisis le ha permitido atraer en grandes cantidades a jóvenes cualificados de Grecia, Italia, España, Portugal…, subsanando así su déficit en este ámbito. Sin embargo, desde hace dos años, la mecánica está bloqueada: la economía se ralentiza, las exportaciones se estancan. Ello provoca la apertura de un debate sobre unos temas que hasta ahora eran tabú.

El modelo alemán se basa en exportar fuera de la Unión Europea

La industria automovilística pasa por graves dificultades

Alemania ha hecho de las exportaciones, sobre todo fuera de Europa, el núcleo de su modelo. Eso ha llevado a que las autoridades, independientemente de su color político, se hayan opuesto a cualquier forma de proteccionismo por miedo a las represalias de los países en los que se expandían las empresas alemanas, especialmente en lo que respecta a China. Esa fue la razón por la que Berlín no reaccionó cuando el puerto del Pireo y Energías de Portugal (EDP) fueron adquiridas por sociedades chinas tras la crisis del euro. Pero cuando en 2016 la sociedad china Midea compró Kuka, el fabricante alemán de robots industriales, Alemania descubrió, de repente, que el apetito de las multinacionales chinas, apoyadas por un Estado dictatorial y opaco, afectaba también al núcleo del made in Germany. Como consecuencia, permitió que se aprobaran en febrero de 2019 las primeras medidas europeas de protección frente a las inversiones extranjeras. Alemania sigue siendo, sin embargo, un ferviente defensor de tratados comerciales como el Ceta con Canadá y el acuerdo con Mercosur.

 

EL EFECTO ‘DIESELGATE’

Asimismo, la industria automovilística del país pasa por graves dificultades; el dieselgate  ha degradado durante mucho tiempo su imagen; la lucha contra el cambio climático penaliza especialmente sus productos, pesados y grandes consumidores de carburante; la electrificación de los vehículos y los coches autónomos, ámbitos en los que los constructores alemanes van retrasados, están dando un vuelco al sector. Y su fragilización tendría a largo plazo consecuencias muy graves para el país, sobre todo porque no hay ningún relevo. Por eso, han empezado a emplear una palabra hasta ahora tabú: Industriepolitik, política industrial. En efecto, desde hace varias décadas, Alemania se oponía a las veleidades, sobre todo francesas, de establecer una política industrial europea que sustituyera a las difuntas políticas nacionales, proscritas en nombre del mercado único. Pero el pasado mes de febrero, Peter Altmaier, ministro de Economía alemán, propuso una “estrategia industrial para 2030”. Dicha política prevé mayores subvenciones públicas para investigación y desarrollo y pretende favorecer el surgimiento de gigantes europeos, incluso aunque haya que modificar las normas de competencia de la Unión. A pesar de los vivos debates que ha producido en Alemania, la idea parece ya aceptada. Queda por ver si se traducirá (o no) en hechos.

 

FLEXIBILIDAD LABORAL

Alemania ha sido también, desde hace una década, la punta de lanza de una política de disminución de los costes salariales y de flexibilización del mercado laboral en Europa. Porque, para la mayoría de los alemanes, esa política, llevada a cabo por el canciller Gerhard Schröder a comienzos de los años 2000, fue la que hizo posible la recuperación de su economía. Sin embargo, a nivel interno, hace ya varios años que las reformas de Schröder han empezado a cuestionarse con el fin de limitar los considerables daños sociales que han causado: en 2015, Alemania estableció un salario mínimo, que este año ha subido a  9,19 euros la hora (en Francia es de 10,3); la reforma de las pensiones realizada en 2018 garantiza una tasa de reemplazo mínimo del 48%, una ampliación de las condiciones para tener derecho a la pensión mínima y ventajas adicionales para las madres; está previsto que en 2020, el dispositivo denominado Hartz IV, la reforma Schröder más contestada, se reforme para aliviar los requisitos a que están sometidos los beneficiarios de la renta mínima de inserción. Además, desde hace 10 años, los salarios aumentan más deprisa en Alemania que en otros países, lo que hace que la demanda interna alemana haya resistido a pesar de la ralentización de las exportaciones. Se podría temer que, frente a las dificultades actuales, Alemania opte por emprender nuevas reformas Schröder, introduciendo de nuevo al país y a Europa en una espiral deflacionista, pero no es el tono (¿aún?) dominante, aunque algunos las invocan.

 

UNA AUSTERIDAD SUAVIZADA

Finalmente, las but not least, Berlín ha estado en primera línea estos últimos años cuando se ha tratado de imponer la austeridad presupuestaria en Europa, sobre todo a través del Tratado de Estabilidad, Coordinación y Gobernanza (TSCG en sus siglas en inglés) de 2012. A partir de 2009, Alemania inscribió en su Constitución una Schuldenbremse, un freno a la deuda. Esta disposición obliga a los Länder  (los Estados federados) a tener presupuestos equilibrados y prohíbe al Bund (Estado central) endeudarse por encima del 0,35% del PIB anualmente. Este cálculo se hace, sin embargo, sin tener en cuenta los efectos de la coyuntura y puede superarse si esta se degrada. Desde 2014 y bajo la férula del Wolfang Schaüble, el muy ortodoxo ministro de Finanzas (hasta 2018), Alemania lleva a cabo, además, una política denominada de schwarze Null, de cero negro, con un equilibrio presupuestario permanente. La deuda pública ha pasado, así, del 82% del PIB en 2010 al 58% en 2019, inferior al techo del 60% fijado por el Tratado de Maastricht (en el mismo periodo, la deuda francesa subía del 85% al 99% del PIB).

El país tiene un artículo en su Constitución para frenar su deuda

El bajo nivel de gasto público provoca un aumento de la pobreza

Este resultado puede parecer positivo, pero, en un contexto en el que los tipos de interés sobre la deuda alemana son negativos, no tiene sentido: hoy, cuanto más se endeuda el Estado alemán, más se enriquece, puesto que devuelve menos de lo que ha pedido prestado… Además, el bajo nivel del gasto público alemán ha provocado tanto un aumento de la pobreza y de las desigualdades como la degradación de las infraestructuras: Alemania es uno de los países desarrollados que menos ha invertido desde hace 20 años. Desde hace unos meses crecen las voces que se alzan exigiendo que se abandone el schwarze Null. El pasado agosto, el Bundesverband der Deutschen Industrie (BDI), la asociación de la industria alemana, pidió acabar con él y, en septiembre, el propio Wolfgang Schaüble sugirió transformar el schwarze Null en grüne Null, cero verde, es decir, sacar de ese cálculo los gastos ligados a la transición ecológica. A mediados de octubre, a la pregunta “¿el Gobierno debe mantener el schwarze Null incluso en tiempos de dificultad económica?”, el 55% de los alemanes respondieron que no, frente al 35% que dijo que sí.

Las cosas se mueven, pues, en Alemania, pero, como siempre, (muy) lentamente, sobre todo porque Olaf Scholz, el actual ministro de Finanzas, miembro del SPD, no quiere aparecer ante la opinión pública como más laxista que Wolfang Schäuble. El Gobierno ha decidido bajar los impuestos suprimiendo (salvo para los más ricos) el Soli, un impuesto de solidaridad creado en 1991 para financiar la reunificación. Pero esta medida no entrará en vigor hasta 2021. También puso en marcha a finales de septiembre un Klimapaket, un paquete clima, pero las sumas que prevé invertir en él (100.000 millones de aquí ha 2030) no representan más que el 0,3% del PIB anualmente… En cuanto a dar marcha atrás en el freno a la deuda, que exigiría una reforma constitucional, no es imaginable por el momento. Por último, aunque las cosas se mueven (un poco) en Alemania, a nadie se le ocurre cuestionar las reglas europeas. Para ello habrá, sin duda, que esperar a que la situación de Alemania se agrave aún más.