El metano, ese otro enemigo del clima

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Junio 2019 / 70

Emisión dañina: El metano tiene un impacto climático mucho más elevado que el CO2 y sus emisiones aumentan rápidamente. Es urgente tenerlo en cuenta.

El ganado, responsable del 30% de las emisiones de metano. FOTO: MARCO VERCH

Cuando usted se pregunta sobre cómo luchar contra el calentamiento global, probablemente estas sean las primeras imágenes que se le vienen a la mente: paneles fotovoltaicos, bicicletas y coches eléctricos, viviendas eficientes… En resumen, la desaparición del carbón, del petróleo y del gas (fósil) que proporcionan aún hoy el 80% de la demanda energética mundial. 

Por ello, el hecho de que hayan vuelto a aumentar las emisiones globales de gas carbónico ligadas a la energía, tras una estabilización entre 2013 y 2016, es una catástrofe. Según las últimas cifras de la Agencia Internacional de la Energía, las emisiones de CO2 ligadas a la energía dieron incluso un salto del 1,7% en 2018, lo nunca visto desde 2013.

Pero, aunque los terrícolas lograran desengancharse rápidamente (antes de que acabe el siglo) de su adicción a las energías fósiles, no bastaría para mantenerse por debajo del límite de los 2 grados de calentamiento que se acordó en París. Según el quinto informe del GIEC , las emisiones de CO2 debidas al hombre, fundamentalmente la combustión de energías fósiles, contribuyen en un 56% al “forzamiento radiativo”* observado desde 1750. El CO2 está, pues, lejos de agotar el tema. Los otros factores de trastornos son los gases fluorados (HFC), emitidos, entre otros, por los aparatos de aire acondicionado y los frigoríficos, que contribuyen en un 6%. También está el protóxido de nitrógeno (N2O), que contribuye igualmente en un 6% y cuya fuente principal son los fertilizantes nitrogenados. Finalmente, y sobre todo, está el metano (CH4), que, desde la revolución industrial ha contribuido en un 32% al calentamiento global, según las estimaciones del GIEC.

 

UN IMPACTO SUBESTIMADO

Sin embargo, los radares no detectan que el metano constituye el tercio de nuestro problema climático. Ello puede explicarse en parte por la física de dicho gas: una vez emitido, pierde rápidamente su poder de calentamiento, lo que puede llevar a subestimar su importancia. Además, dado que sus emisiones están ligadas en gran medida a la alimentación, es un gas altamente sensible. La cría de ganado es responsable por sí sola del 30% de sus emisiones mundiales. Los arrozales inundados contribuyen, por su parte, en un 8%. Aunque no es fácil lograr un cambio rápido en el consumo de carne roja y las técnicas de cultivo de arroz, sí sería, por el contrario, posible avanzar bastante deprisa en las otras fuentes. En efecto, el peso de la agricultura no debe ocultar que alrededor del 37% de las emisiones corresponde a las fugas del sistema energético dominante: el grisú de las minas de carbón, las fugas en las perforaciones de petróleo y gas, las de los gaseoductos desde sus lugares de producción hasta los consumidores finales. Muchas de esas emisiones podrían controlarse y, además, desaparecerían rápidamente en cuanto abandonemos los combustibles fósiles. Por cierto, los industriales siguen presentando el gas natural (metano) como una alternativa al carbón porque su combustión es mucho menos emisora. Pero si hiciéramos un cálculo riguroso de las fugas, el balance de lo que no deja de ser una energía fósil sería mucho menos favorable.

 

EL DATO

32 %

Es el porcentaje del calentamiento global producido por el metano desde la revolución industrial. 

 

Último emisor importante: los vertederos y otros residuos de materias orgánicas debidos al sistema alimentario, desde el estiércol de los criaderos de ganado hasta los residuos de los hogares y de la industria que constituyen alrededor del 17% de las emisiones de metano en el mundo.  De ahí el interés en cubrir los vertederos y otros pozos negros, recuperar el metano y valorizar, donde sea posible, los residuos orgánicos para producir biogás mediante un proceso de metanización.

 

CADA VEZ MÁS EN LA ATMÓSFERA

Actuar sobre todas las fuentes es tanto más urgente cuanto que desde hace una década la concentración de metano en la atmósfera aumenta rápidamente en un contexto de crecimiento y económico y de adopción por parte de los países emergentes de los modelos insostenibles de los países desarrollados. En 2017, esa concentración alcanzó 1.850 ppb  (a mediados del siglo XVIII era de 750) y aumenta a un ritmo de 9,4 ppb anuales (media de los años 2014-2017). “En realidad, se trata de la recuperación de una tendencia que tuvo una pausa a comienzos del siglo”, indica Philippe Bousquet, climatólogo del LSCE (Laboratorio de las Ciencias del Clima y del Medio Ambiente en sus siglas en francés). Una explicación podría ser el hundimiento del mundo soviético y el descenso de las emisiones que le siguió, y que compensó temporalmente los aumentos observados en otras partes. 

Es sabido que el calentamiento global está directamente relacionado con el aumento de la concentración de gas de efecto invernadero en la atmósfera. También se sabe que, para alcanzar el objetivo de los 2º C, hay que estabilizar en el último cuarto de siglo el nivel de esas concentraciones. Ello significa que, en menos de 50 años, hay que lograr que las emisiones del conjunto de los gases de efecto invernadero disminuyan de tal modo que no superen las absorciones de CO2 por los bosques y las praderas. Si logramos que bajen drásticamente nuestras emisiones de CO2  ligadas a la energía, pero no logramos estabilizar la concentración de metano, el planeta podría emitir más cantidad de gas de efecto invernadero del que captura y el objetivo de los 2º C no se alcanzaría. Es crucial actuar rápida y enérgicamente sobre el metano dado lo elevado que es su poder de calentamiento a corto plazo, algo que no dejan de repetir desde hace muchos años en Francia los investigadores Benjamin Dessus y Bernard Laponche, de la asociación Global Chance. 

 

CONSECUENCIAS

Un gas muy potente pero de vida corta

Un gramo de metano presente en la atmósfera en un momento t tiene un poder de calentamiento del clima 120 veces mayor que un gramo de CO2. Sin embargo, a diferencia de este último, que permanece más de un siglo en la atmósfera, el CH4 se transforma rápidamente en otros gases cuyo impacto es menor (vapor de agua, CO2, etc.). Por ejemplo, al cabo de 50 años, un gramo de metano emitido en el año 2000 tendrá el mismo efecto sobre el clima que 48 gramos de CO2 emitidos ese mismo año. Así, los gases no contribuyen todos en la misma medida al efecto invernadero: no tienen todos el mismo poder de calentamiento ni la misma duración.

En la década de 1990, a comienzos de las negociaciones internacionales sobre el clima, los economistas (que aconsejan a los gobiernos), enfrentados a esta complejidad física, pidieron a los científicos que les proporcionaran una medida simple que permitiera contar todos los gases de efecto invernadero en la misma unidad para así poder hacer transacciones. De ahí que se midan los gases de efecto invernadero que no son el CO2 en “equivalente CO2”. En este cálculo de equivalencia, se ha tomado convencionalmente el horizonte de 100 años para expresar el poder de calentamiento de un gas de efecto invernadero que no sea el CO2, respecto al CO2. De este modo, se dice que el poder de calentamiento global (PCG) a 100 años del metano es de 28, lo que con frecuencia es fuente de confusión. Decir que la emisión de un gramo de metano equivale a la de 28 gramos de CO2 es falso. En realidad, están comparándose efectos a cien años. 

 

 

LÉXICO

Forzamiento radiativo: diferencia entre la energía que la Tierra recibe del Sol y la que envía reflejando la radiación solar. Se mide en vatios por metro cuadrado. Si el forzamiento es positivo (más energía recibida que emitida) el sistema climático tiende a calentarse.