El BCE no financia ‘verde’

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Junio 2019 / 70

Giro radical: Se acusa al Banco Central Europeo de comprar bonos de empresas de sectores contaminantes. ¿Cómo reorientar esas compras?

Mario Draghi en una reunión del comité de diálogo financiero en el BCE. 
FOTO: Comisión EUROPEA

“El clima amenaza la estabilidad financiera”, declaraba ya en 2015 Mark Carney, entonces gobernador del Banco de Inglaterra, en un discurso que significó el inicio de la toma de conciencia de los desafíos climáticos por parte del mundo de las grandes finanzas. Sin embargo, el Banco Central Europeo (BCE) sigue siendo poco ambicioso en este aspecto, según un reciente estudio publicado por el Instituto Veblen y la ONG de Bruselas Positive Money. Desde junio de 2016, el 63% de los bonos de empresas comprados por el BCE han permitido precisamente financiarse a los sectores económicos más emisores de gases de efecto invernadero, como son los de la producción de energías fósiles y los del automóvil. 

La compra de bonos privados, uno de los componentes de la política de quantitative easing (QE) —es decir, la compra de deuda pública para sostener la actividad— llevada a cabo por el Banco Central Europeo completa desde 2016 su programa-guía de compra de deudas públicas. De este modo, en el espacio de dos años, se han desembolsado 178.000 millones de euros, de los 2,6 billones del QE, 110.000 millones de los cuales han sido desembolsados en beneficio directo de las empresas contaminantes. Sin embargo, sería posible reorientar parte de esas sumas a favor de la transición energética, a condición de cambiar algunas reglas del juego. 

Los bonos que cumplen los requisitos en ese programa europeo son únicamente los extendidos en euros y considerados de poco riesgo. El BCE también se ha comprometido a respetar un principio de “neutralidad de mercado”, es decir, a seguir escrupulosamente la composición sectorial del mercado de renta fija de la zona euro. Por ejemplo, si el transporte ferroviario solo representa el 7% de las obligaciones presentes en el mercado, el BCE deberá tener también un 7% de ellas en su cartera para no ser acusado de favorecer a un sector económico en detrimento de otro. 

“Este criterio debe cuestionarse, pues crea un desfase entre los objetivos climáticos de la Unión Europea y la política monetaria del BCE”, subraya Woijtek Kalinovski, coordinador del Instituo Veblen. Es como si Europa tuviera dos pilotos conduciendo en direcciones diferentes. El abandono de la neutralidad de mercado del BCE provoca, sin embargo, algunas inquietudes. Entre ellas la más preocupanate es que la política monetaria europea decidida por los banqueros entre en contradicción con los poderes nacionales emanados de unas elecciones políticas. 

 

DOS SOLUCIONES

Sin ir tan lejos, el BCE podría ya actuar a través de dos vías. En primer lugar, a través de su política de reinversión. Pues, aunque la QE acabó el 31 de diciembre del año pasado, el Banco Central Europeo ha anunciado que continuaría “durante un largo periodo” reinvirtiendo por la misma suma todos los títulos de su cartera en el momento de su vencimiento. El objetivo de la decisión: no dar un frenazo demasiado brusco a una zona euro aún frágil.

Las grandes empresas contaminantes se benefician de ayudasù

El BCE debe cambiar su política inversora

El abandono de la neutralidad causa inquietud

En este contexto, los autores del estudio abogan por una eliminación progresiva de los sectores ligados a la producción-distribución de energías fósiles de la cartera de bonos privados del BCE, “con la excepción de aquellos que hayan sido calificados como verdes y teniendo en cuenta los indicadores de reconversión industrial”.

El potencial es importante porque la reinversión va a generar ingresos a lo largo de toda la década de 2020 —en 2019 se generarían 6.000 millones—. Para Dirk Schoenmarker, profesor de Banca y Finanzas en la Rotterdam School of Management, la reasignación de la cartera de bonos del BCE en función de sus impactos de emisión de carbono podría fácilmente reducir en un 40% su impacto emisor.

El segundo canal de transmisión afecta directamente a los bancos comerciales. Cuando tienen necesidad de liquidez pueden “refinanciarse” en Fráncfort y obtener una suma de dinero en contrapartida del depósito de activos (son los denominados colaterales) en el BCE. A diferencia de las compras directas, la institución no está obligada a comprar esos activos a su precio de mercado. Por ejemplo, si un banco quiere depositar un activo evaluado en un millón de euros que el Banco Central Europeo considera de riesgo, este puede decidir comprarlo al banco únicamente por 600.000 euros. Es lo que se denomina una depreciación prudencial. A esta podría añadirse una depreciación ecológica. Los activos considerados nocivos para el clima pasarían, entonces, a ser menos interesantes para los bancos, lo que incitaría a las entidades financieras a apartarse de ellos. “El mecanismo existe, basta con adaptarlo”, subraya el economista Wojtek Kalinowski.   

Los activos nocivos para el clima perderían interés

Cada vez son más los bancos centrales que incluyen el riesgo climático en sus discursos públicos. Pero el cambio de rumbo que en este sentido debe dar del BCE, el denominado buque de las finanzas, es todavía muy lento.