Desafío // El clima revoluciona los bancos centrales

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Abril 2020 / 79

Ilustración
Lola Fernández

La crisis medioambiental engendra numerosos riesgos económicos. Los responsables de la política monetaria y los reguladores deben cambiar sus modelos de análisis.

¿Qué impacto puede tener el calentamiento global sobre las políticas monetarias y la estabilidad de las finanzas? Por fin se empieza a reflexionar sobre ello. En diciembre de 2017 se creó por iniciativa del Banco de Francia una red para incentivar las finanzas verdes que congrega hoy a más de 50 bancos centrales, entre los que se encuentran los de los principales mercados financieros (salvo EE UU y las Islas Caimán). Y en enero de este año, el Banco de Pagos Internacionales (BPI), que reúne a banqueros centrales y reguladores bancarios, publicó un apasionante informe titulado El cisne verde, que da las primeras pistas sobre el tema .

Grandes impactos económicos

Los crecientes choques climáticos a los que el planeta está sujeto tienen fuertes consecuencias macroeconómicas. Por parte de la demanda, alimentan una incertidumbre que frena la inversión de las empresas y lleva a los hogares a aumentar su ahorro, disminuyendo el consumo.

Por parte de la oferta, las canículas reducen la productividad laboral y tienen consecuencias negativas para la producción agrícola mundial. La multiplicidad de episodios climáticos extremos puede provocar la degradación de las infraestructuras del comercio mundial (puertos…), destruir las fábricas y obligar a las empresas a desviar parte de sus inversiones para adaptarse al cambio climático.

Dos direcciones

Estas transformaciones no facilitan el trabajo de los banqueros centrales. Aumentan los precios agrícolas y los de las materias primas y los hacen más volátiles, lo que lleva a políticas monetarias duras, restringiendo el crédito para acabar con la inflación. Pero si, al mismo tiempo, el capital humano y físico pierde en productividad y hace que se hunda la actividad, la política monetaria debe relajarse. ¡Difícil ir en ambas direcciones a la vez!

Ese alboroto climático contribuye a perturbar las finanzas multiplicando los riesgos físicos (destrucción de infraestructuras, incluidas las financieras), los riesgos de responsabilidad (multiplicación de procesos climáticos contra los Estados y las empresas) y los riesgos de transición hacia las economías bajas en carbono con los famosos activos varados (por ejemplo, el petróleo que habrá que dejar de extraer provocará el hundimiento de las empresas petroleras) .

Los riesgos generales se traducen a continuación en riesgos financieros, muy concretos, de diverso tipo. Está el riesgo de crédito: empresas que no pueden devolver sus préstamos tras un choque climático y ponen a los bancos en peligro.

El riesgo de mercado: cuando la actuación de los Estados se intensifique y sea creíble, el valor de las empresas muy contaminantes puede hundirse muy deprisa y ser objeto de ventas rápidas y masivas por parte de los inversores. Asimismo, las aseguradoras tendrán que indemnizar a un número creciente de clientes debido a la multiplicación de episodios climáticos extremos (tempestades, inundaciones, etc.).

Quienes financien actividades de CO2 pueden acabar apestados

Es preciso estudiar la resiliencia de sistemas complejos y cambiantes

A pesar de que se menciona mucho menos, también está el riesgo de liquidez: los bancos y los fondos de inversión demasiado implicados en la financiación de actividades muy emisoras de CO2 van a correr la misma suerte que los que estuvieron implicados en las subprime, es decir, convertirse en apestados a los que los demás actores de las finanzas no querrán prestar dinero. Por no mencionar el riesgo operacional, en el que un gran actor del mundo de las finanzas puede sufrir la destrucción de sus oficinas y/o sus datos, con las repercusiones que ello supone para los otros actores.

Pensar de modo diferente

¿Cómo pueden los bancos centrales y los reguladores de la banca tener en cuenta estos nuevos riesgos? El documento del BPI es muy claro en este sentido: los modelos actuales de los economistas, ya procedan de la economía dominante o sean más keynesianos, no están a la altura. Y el problema es estructural.

Los instrumentos disponibles permiten relacionar variables económicas, pero pocos modelos integran un sector bancario y financiero digno de ese nombre. Además, los riesgos ligados al cambio climático activan múltiples fuerzas, naturales, técnicas, societales, culturales… todas en interacción y sujetas a un alto nivel de incertidumbre, de irreversibilidad, de no linealidad (por ejemplo, un número dos veces mayor de canículas tiene unos efectos negativos superiores a dos veces el efecto de una canícula).

Los banqueros centrales deben, pues, reflexionar basándose en escenarios, yendo más allá de los modelos, integrando situaciones en las que los desequilibrios son permanentes, recurriendo a evaluaciones centradas en regiones o sectores. En resumen, hay que pasar de un enfoque de gestión balizada de los riesgos al del estudio de la resiliencia de sistemas complejos y cambiantes en una situación de incertidumbre total. ¡Nada fácil! El cambio climático también es un enorme desafío intelectual.

 

¿De qué hablamos?

Del cisne negro al cisne verde

Según el profesor de ingeniería del riesgo Nassim Nicholas Taleb, los cisnes negros son episodios que comparten tres características: son raros y no se pueden prever, sus consecuencias son muy importantes, por no decir extremas, y no se pueden explicar más que a posteriori, una vez que se han constatado los hechos. Para los expertos del Banco de Pagos Internacionales y del Banco de Francia, los cisnes verdes comparten esas mismas características: no se puede prever el momento de los episodios ligados al cambio climático y sus impactos pueden ser muy potentes.

Pero también hay diferencias. No hay duda de la materialización de los riesgos climáticos y su de su creciente amplitud. La complejidad de los hechos es mucho mayor que en el caso de las crisis financieras. Y el desafío es colosal: la humanidad se juega su supervivencia.