Cuidado con un ‘brexit’ a la brava

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Noviembre 2019 / 74

Impacto: La inmersión precipitada del Reino Unido en el juego de la globalización podría costarle caro a los restos de su industria y a sus capas sociales más desfavorecidas.

Manifestación a favor del brexit frente al Parlamento británico. FOTO: ROMAN BOED

El Reino Unido sigue inmeso en los vavivenes de la salida de la Unión Europea. Primero fue el Parlamento el que rechazó el acuerdo anunciado el 17 de octubre por el Gobierno de Boris Johnson y la UE para un brexit rápido que  debía materializarse  el 31 del mes pasado. Ante la premura de tiempo, Johnson  se vio obligado a pedir una prórroga, la tercera, que la UE concedió y la salida se producirá ahora el 31 de enero de 2020. Entre la nueva prórroga  y las posibles elecciones anticipadas, la amenaza de una ruptura sin acuerdo no acaba de despejarse. Un escenario cuyas consecuencias podrían tener el mismo efecto que una bomba, según documentos del propio Ejecutivo británico que trascendieron en agosto. El informe Yellowhammer—  nombre del plan preparatorio para un brexit no pactado y que finalmente fue revelado a la opinión pública en septiembre bajo presión del Parlamento de Westminster— los retrasos en la entrega de mercancías importadas podrían ultrapasar provisionalmente los dos días, lo que alteraría sobre todo la entrega de carburantes, productos farmacéuticos y productos frescos. El 88% de las frutas y el 45% de las verduras consumidas en el Reino Unido son importadas.

 

INCERTIDUMBRE Y NERVIOS

Ante la incertidumbre que envuelve desde hace meses los términos del divorcio, lo que domina es la actitud de espera. Las empresas preparan sus existencias, como ya hicieron en previsión de un fracaso el  31 de marzo, fecha inicial del brexit. El volumen de las importaciones dieron un salto del 11% entre finales de 2018 y principios de 2019. “Hasta tal punto que casi no había almacenes disponibles”, remarca Bruno De Moura Fernandes, economista de la aseguradora de crédito Coface. Este episodio derivó en un incremento artificial del crecimiento económico durante el primer trimestre de este año (+0,5%), seguido de un repliegue durante el segundo trimestre (-0,2%), cuando las existencias empezaron a desaparecer.

Otra señal del ambiente febril es la inversión en bienes de equipo, que se está degradando (-11% en tres años). Esta se suma al déficit crónico que arrastra la inversión en capital humano generado por la hiperflexibilidad del mercado laboral británico, que no incita al empresariado a reforzar las competencias de sus plantillas. Resultado: la productividad de las firmas británicas reculó del 2% al 5% desde el referéndum de 2016. “Mientras que estas no aumentan  su presencia al otro lado de la Mancha, las empresas extranjeras no la reducen todavía a través de despidos”, reflexiona Bruno De Moura Fernandes. Sin duda porque saben que la legislación británica les dará todas las opciones para utilizar este recurso en caso de brexit sin acuerdo. El empleo se mantiene, pues, por ahora, dinámico, pues hay menos de un 4% de paro.

Lo mismo sucede con el consumo de los hogares, gracias a la revalorización del salario mínimo y a la base del impuesto sobre los ingresos desde abril. Pero se sostiene  también debido a una reducción considerable de los niveles de ahorro de los hogares, que pasó del 10% al 4% en los dos últimos años. Los británicos han estado intentando amortiguar las consecuencias  de una eventual salida sin acuerdo. 

Las consecuencias y su alcance dependerán del tipo de relaciones comerciales que finalmente se establezcan entre la UE y Reino Unido. La Unión representa el 58% de las exportaciones británicas y el 65% de las importaciones del país. 

Para limitar la magnitud del seísmo, haría falta que el Reino Unido firmara un pacto de libre comercio con la UE. Sin embargo, tal firma no puede producirse más que después de una salida negociada del país, seguida de un periodo de transición durante la que Reino Unido se continuara beneficiando de reglas europeas. 

“La Unión no tiene ningún interés económico en rechazar un acuerdo”, analiza Catherine Mathieu, economista de la OFCE [como se reflejó en el acuerdo alcanzado con Londres en octubre]. “Pero en el plano político, teme que ello incite a otros países miembros a darle la espalda”.  Boris Johnson lo ha entendido bien. Es la razón por la que en todo momento ha buscado que recaiga en la UE la responsabilidad de cualquier fracaso de las negociaciones, y tampoco se ha privado de subrayar la incoherencia de la política comercial de Bruselas. ¿Cómo, en efecto, se pueden ignorar los avances de Londres para la conclusión de un futuro acuerdo de librecambio con la UE mientras se trabaja para concluir un texto  del  mismo alcance en la otra punta del mundo con Mercosur? Boris Johnson olvida, sin embargo, que la relación de fuerza va en detrimento del Reino Unido, que es la parte que tiene más que perder en caso de no acuerdo, en comparación con cualquier otro Estado europeo.

 

ALZA DE LOS DERECHOS DE ADUANA

Lograr una integración tan fuerte como la que existe ahora a través de un futuro acuerdo de libre comercio sería una hazaña. “El mercado único genera tres veces más comercio entre Estados miembros de lo que haría un acuerdo comercial clásico”, explicaba el economista del Cépii Vincent Vicard al inicio de las negociaciones. Sobre todo porque disminuye las barreras llamadas “no tarifarias” al comercio, imponiendo, por ejemplo, normas y estándares comunes que facilitan los intercambios. En ausencia de un pacto de salida, el Reino Unido quedaría bajo el régimen de la Organización Mundial del Comercio (OMC), que define los derechos de aduana recíprocos por tipo de productos (los servicios no se verían afectados por estas reglas). “Vista la estructura de las importaciones británicas, esta se traduciría en una alza mediana de derechos de aduana del 4% al 5%”, apunta Catherine Mathieu.

El Parlamento británico rechazó en octubre el acuerdo entre Boris Johnson y la UE.
FOTO: Parlamento europeo

Algunos sectores estarían, sin embargo, más protegidos que otros bajo el régimen de la OMC, a imagen de un sector agrícola vital para el aprovisionamiento del Reino Unido. “Los derechos de aduana podrían alcanzar el 50% para los cereales y la carne”, completa la investigadora. 

Los sectores industriales más integrados en las cadenas de valor europeas, con la producción repartida entre diferentes países, se verán  igualmente afectados, empezando por el automóvil. Por ejemplo, ¡el motor del emblemático Mini Cooper franquea tres veces el Canal de la Mancha en el curso de sus procesos de producción! 

Pero también la industria química, cuyos componentes se utilizan para los productos finales. “Un trastorno en sus cadenas de aprovisionamiento se extendería a los otros sectores industriales por un efecto de cascada”, recuerda el Consejo europeo de la industria química. 

Igual ocurre con el sector aeronáutico, en el que, en caso de una salida sin acuerdo, planea la amenaza de la retirada de Aibus, que fabrica las alas de sus aviones en Gales.

Si el país quedara bajo el régimen de la OMC, los aranceles subirían un 5%

Sin pacto, las pérdidas en exportaciones británicas serían de 16.000 millones 

Según las últimas estimaciones de la Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Cnuced), un no acuerdo conduciría a una pérdida en las exportaciones de 16.000 millones de dólares para el Reino Unido con relación a la Unión; es decir, el 7% de todo lo que exporta hacia la zona. Y ello solo considerando el efecto del aumento de las tarifas aduaneras, al que habría que sumar el impacto de las barreras no tarifarias que se impondrían de nuevo.

Más allá del comercio de bienes, el brexit corre el riesgo de afectar al sector servicios, que representa tres cuartas partes de la economía británica. La City es la primera en temblar: su influencia debería debilitarse, para provecho de París, Fráncfort y Dublín. Y hay dos sectores que aún se ven más expuestos: por un lado, los servicios a empresas (contabilidad, logística, I+D) ampliamente externalizados en estos últimos años y que se arriesgan a sufrir  convulsiones en la actividad de sus clientes; por el otro lado, los servicios a los particulares, que experimentarían la contracción del poder de compra de los hogares. Resultado: todos los sectores sumados, más de 2,5 millones de empleos estaban amenazados por un no acuerdo (1). Ironía del destino: las regiones y poblaciones que corren más riesgo son las que votaron a favor del brexit en 2016.

Acentuada por la inevitable depreciación de la libra esterlina, la inflación importada debido a un alza de las tarifas aduaneras en caso de retorno al régimen de la OMC correría el riesgo de volver más pesados los costes de las empresas. Estas últimas podrían sentirse tentadas, por una parte, a reducir su masa salarial y, por la otra, a aumentar su precio, lo que reduciría el poder de compra de la ciudadanía británica. 

“El Banco de Inglaterra deberá resolver el dilema y elegir entre ya sea volver a aumentar su tipo director (hoy en el 0,75%) para frenar la inflación, ya sea bajarlo para intentar sostener la economía”, explica Slavena Nazarova, de Crédit Agricole. A partir de ahora, el Banco de Inglaterra anticipa, en caso de no acuerdo, una bajada del producto interior bruto (PIB) comprendido entre un -7% y un -10% en el horizonte del año 2024.

Un no acuerdo podría suponer una caída del PIB británico del 10%

Paradoja: las zonas más afectadas serían las más favorables al ‘brexit’

Para emanciparse de  las reglas de la OMC, Londres sentirá la tentación de negociar acuerdos bilaterales de librecomercio. Por una  parte, para conservar las ventajas de las que se beneficia hoy en tanto que miembro de la Unión en relación con países como Turquía y Canadá; por otra parte, para crear lazos más estrechos con los gigantes norteamericano y chino.

 

PACTOS MENOS VENTAJOSOS

Pero los costes de transacción ligados a la distancia geográfica, las diferencias en las costumbres de consumo o el simple hecho de no compartir un mismo huso horario son barreras difíciles de superar completamente. Sin contar con que cuando se desarrollen las negociaciones, el Reino Unido no estará en posición de fuerza de cara a las grandes potencias. Dicho de otro modo: acercarse a otros socios comerciales no compensará probablemente la pérdida de un mercado europeo, sobre todo en un contexto de débil crecimiento mundial. “En caso de acuerdo con Estados Unidos, el Reino Unido debe temer, igualmente, una bajada de normas sanitarias”, añade De Moura Fernandes.

Ya devastada por Margaret Thatcher, la industria británica difícilmente sobreviviría en caso de apertura brutal al comercio mundial, entre rivales más competitivos. Sin ponerse incluso en un escenario extremo, la voluntad de los conservadores británicos de reconstruir una “Gran Bretaña Global” liberada  de los grilletes de la UE acaba siendo dispararse una bala en el pie.  

(1) How Brexit will hit different UK Regions and Industries, por Raquel Ortega-Argilés y Philip McCann. The Conversation, 9 de febrero de 2018.