Contaminación // Covid-19 y cambio climático: ¿luchas convergentes?

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Mayo 2020 / 80

Las emisiones mundiales de CO2 bajarán este año entre 2 y 10 veces más que tras la crisis financiera de 2008. Pero, ¿y después? 

En 2009, una grave recesión provocó un descenso de 500 millones de toneladas de las emisiones mundiales de CO2. En 2020, la gestión de la crisis sanitaria va a provocar una caída mucho mayor. En un año, podría situarse en una horquilla de 1.000 a 5.000 millones de toneladas, es decir, entre 2 y 10 veces la observada en 2009.

Eso es por lo que se refiere al efecto coyuntural, masivo y desconocido en tiempos de paz, como la recesión económica provocada por las medidas que bloquean la movilidad de las personas. Pero una vez que salgamos de la crisis sanitaria, ¿volverá el mundo a su trayectoria de aumento de emisiones?

 

Conmoción exterior

Desde 1959, las emisiones mundiales de CO2 han disminuido en tres ocasiones como reacción a una conmoción exterior: crisis petrolera, hundimiento de la Unión Soviética y crisis financiera. Pasada la conmoción, la curva global de emisiones recuperó en todos los casos su curva ascendente (véase gráfico).

Algunas fuerzas actuarán de nuevo en ese sentido: la bajada del precio del petróleo va a estimular su demanda y a encarecer el coste relativo de las inversiones en energía verde; la crisis sanitaria ha invadido todo el espacio político en detrimento de la preocupación climática de los gobiernos; tras los periodos de confinamiento se sentirá una enorme necesidad de reanudar la vida social y el gran consumo a ella asociado.

A pesar de esos efectos rebote, no es nada seguro que volvamos a la misma tendencia. La crisis sanitaria ha revelado, en efecto, la gran fragilidad de las organizaciones productivas actuales. Frenar la propagación de un virus en sociedades con hipermovilidad se convierte enseguida en  un quebradero de cabeza. China ha sido la primera en experimentarlo. Movilizar rápidamente medios sanitarios como respiradores, mascarillas protectoras e incluso paracetamol choca contra la hiperespecialización de las cadenas de valor. En Europa, las autoridades sanitarias lo han descubierto con estupor.

Pero la crisis sanitaria no revela solo la fragilidad de nuestro sistema productivo. También es un catalizador de transformaciones estructurales favorables a la transición hacia un sistema bajo en carbono. Podría llevar a modos de organización innovadores. Por ejemplo, el teletrabajo a gran escala nos está descubriendo las posibilidades de reducir  formas de movilidad que aumentan inútilmente nuestra huella climática a cambio de escasos beneficios económicos. 

 

Menos consumismo

Respecto a las mercancías, los actores económicos deberían verse estimulados a poner a prueba la diversificación de sus fuentes de aprovisionamiento y la reducción de sus cadenas de suministro. En ambos casos se trata de experimentar nuevas formas de organización productiva que no solo limiten los riesgos epidémicos, sino que también faciliten la reducción de nuestras emisiones de gas de efecto invernadero. 

La gestión de la crisis sanitaria va hacer también que surjan múltiples innovaciones en cuanto a la solidaridad con las  personas de edad avanzada y con el  personal sanitario, los más vulnerables al virus. Son toda una serie de valores colectivos que podrían hacer que disminuyera ese consumismo y ese individualismo que obstaculizan nuestra acción contra el calentamiento global. 

Más allá de los dramáticos efectos coyunturales, la crisis de la covid-19 podría anunciar un descenso duradero de las emisiones mundiales de CO2.