Chile se alza contra el neoliberalismo

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Enero 2020 / 76

Reacción: El movimiento por la justicia social que sacude al “buen alumno” de Latinoamérica cuestiona 30 años de políticas que fomentan la desigualdad.

Un manifestante frente a una barricada en llamas en Santiago de Chile. Foto: Fiorella Gonzaga

“No luchamos por 30 céntimos, sino contra 30 años”... de neoliberalismo. Este eslogan, que han adoptado las manifestaciones en Chile, revela la consternación que persiste desde el pasado 18 de octubre en el país presentado con frecuencia como ejemplo de establidad para el continente latinoamericano por las instituciones económicas internacionales. El incremento de 30 pesos (el 4%) del billete de metro anunciado por el presidente conservador Sebastián Piñera, en el poder de nuevo desde marzo de 2018 tras un primer mandato entre 2010 y 2014, fue la gota que colmó el vaso de la cólera. 

Tras el golpe de Estado del general Augusto Pinochet en 1973, Chile ha servido de laboratorio de experimentación para los economistas neoliberales discípulos de Milton Friedman, conocidos como los Chicago boys. Resultado, “las clases medias han debido renunciar a  sus esperanzas de movilidad social y se han sentido que han caído en la trampa”, resume Christophe Ventura, director de investigación del Instittuo de Relaciones Internacionales y Estratégicas. Esta es una constatación que la transición democrática iniciada en 1988 no ha cambiado.

Las desigualdades son de las más elevadas en la OCDE

Chile ha suscrito 29 acuerdos de libre comercio, un récord

Las imágenes de Sebastián Piñera rodeado de militares al inicio de las manifestaciones, la instauración del Estado de emergencia en 11 de los 16 estados chilenos —levantado días más tarde—, la multiplicación de testimonios de violencia militar y actos de tortura a los manifestantes y la ley antiprotestas no dejan de recordar las horas sombrías de la dictadura. Para intentar contener a la multitud, el presidente consintió en octubre algunas medidas sociales, como el alza en un 20% de las pensiones mínimas de jubilación y la congelación de las tarifas eléctricas. “Fueron una bocanada de aire, pero no modifican en nada la esencia del sistema”, considera Elodie Brun, docente e investigadora del Centro de Estudios internacionales del Colegio de México. 

 

PRIVATIZACIÓN DE LA EDUCACIÓN

Piñera también remodeló su gobierno, pero la elección de nuevos ministros liberales no deja esperanzas a manifestantes que esperan “un cuestionamiento completo del modelo neoliberal, el fin del sistema de jubilaciones privado por capitalización y de la privatización de los sistemas de educación y sanidad”, detalla Antoine Maillet, sociólogo y profesor en la Universidad de Chile, en Santiago. 

El nivel de pobreza en el país ha bajado, ciertamente, desde principios de la década de 1990: ha pasador del 40% al 8,6%. Es una reducción de más del 80% frente a la disminución del 42% experimentada en todo el continente, según un estudio de los sociólogos Vicente Espinoza y Emmanuelle Barozet publicado en 2018. Así que la población chilena parece haberse beneficiado de los frutos del crecimiento ininterrumpido desde el fin de la dictadura. Sin embargo, la política de ayuda a las capas sociales más pobres ha consistido  en proporcionarles una red de seguridad mínima, sin que se planteara construir un sistema de protección social ni un régimen fiscal redistributivo.

“El crecimiento económico está muy mal redistribuido, porque la fiscalidad pesa fundamentalmente sobre el consumo, y supone un ahorro para la retribución del capital y los grupos sociales más acomodados”, confirma Christophe Ventura. “El 5% de chilenos más precarios tienen el mismo nivel de ingresos que el 5% de más pobre en Mongolia, mientras que el 2% de los más ricos se acercan al nivel del 2% más rico en Alemania”, ha reflexionado Branko Milanovic en Twitter. 

Si el índice Gini, que mide el alcance de las desigualdades en el seno de un país, se viene reduciendo en Chile desde hace 20 años, aún sigue siendo uno de los más elevados del continente, por detrás del de Brasil y México. Es el más elevado de la OCDE, después de impuestos. “El presidente Piñera ha anunciado que quiere subir del 35% al 40% el tipo máximo fiscal, pero nada ha dicho de la fiscalidad del capital, hoy muy débil, o sobre los impuestos sobre las herencias, inexistentes”, analiza Barozet.

Las desigualdades no se limitan a los ingresos. “Se reflejan en ámbitos como el acceso a la educación, la representación política y el trato digno a las personas”, recuerda un informe de Naciones Unidas sobre los orígenes de la brecha social chilena. Este estudio subraya también su dimensión discriminatoria, ya que las familias mestizas e indígenas son un poco menos de la mitad de la población, pero están sobrerrepresentadas entre los más precarios. No es por casualidad que entre los manifestante se haya oído decir: “El pueblo está en la calle y exige ser tratado con dignidad”. En 2016, el 68% de los chilenos lamentaba el hecho de que solo algunos tuvieran acceso a un mejor sistema educativo y el 53% deploraba la disparidad de ingresos. 

El 80% de las pensiones no llegan al salario mínimo

La Constitución pone tope al papel estatal en la economía

Por lo que respecta a la sanidad, la situación no es mucho más brillante: el 20% de los chilenos más ricos tiene acceso a un sistema de salud privado, y el 80% restante se contenta con un sistema público subfinanciado. “Poco importa que hayas tenido un accidente delante de un hospital privado: no te van a atender si no tienes el seguro privado o una tarjeta bancaria”, apunta Brun. Herencia de la dictadura.

El sistema de jubilación por capitalización, la encarnación más perfecta del neoliberalismo privado, está gestionado casi exclusivamente por los fondos de pensiones privados. “Piñera presentó una reforma para reducir la parte de atención pública que había instaurado Michelle Bachelet [presidenta del país, socialista, en el poder entre 2006 y 2010, y luego entre 2014 y 2018], lo que alimentó la cólera de los chilenos que hoy se expresa”, reflexiona Christophe Ventura. Fue una reforma finalmente rechazada. En Chile, el 80% de los jubilados perciben una pensión inferior al salario mínimo. El incremento del 20% anunciado de la jubilación mínima es positivo, pero no basta para permitir que jubilados que apenas ganan 170 euros al mes cuadren  sus cuentas. Además, para compensar la debilidad de sus ingresos, los chilenos están muy endeudados.

 

LAS PRIORIDADES

A todas estas críticas se les suma la de un sistema político muy poco representativo, que refuerza el sentimiento de abandono de una mayoría de la población. La Constitución chilena, ultraliberal y que los manifestantes piden revisar, limita la intervención del Estado en la esfera económica. Concebida bajo la dictadura, su procedimiento de revisión es complejo.

“Además de ultraliberal, el sistema chileno es muy familiarista”, apunta Emmanuelle Barozet. La investigadora menciona las privatizaciones del sector bancario y los transportes, así como en los servicios sociales durante la década de 1980, efectuadas en beneficio o provecho de grandes familias como los Paulmann y los Edwards, a menudo procedentes de la inmigración europea. “La población rechaza la connivencia entre las políticas chilenas y actores privados internacionales a los que el Estado busca complacer, en detrimento de la ciudadanía”, añade Ventura.

Como buen alumno neoliberal, Chile ha apostado por la apertura al mundo, más que contar con su mercado interior o con el mercado regional. Santiago negoció 29 acuerdos de librecambio, un récord mundial. El reverso de la medalla es que el país se ha vuelto muy vulnerable a la  coyuntura mundial, además de serlo a las variaciones en la cotización del cobre, del que es primer exportador y que supone el 10% de su economía. La lentificación del crecimiento de China, primer importador de este metal esencial para la transición energética, y las tensiones ligadas a la guerra comercial lanzada por Donald Trump atenúan el crecimiento chileno. 

El sector agroalimentario, segunda fuente de ingresos del país por exportaciones, es problemático. “Las llanuras chilenas cambian de rostro según la moda en los mercados alimentarios internacionales: del cultivo intensivo del kiwi hace 20 años a las uvas y luego al aguacate”, lamenta Barozet. Y con prácticas intensivas incompatibles con el medio ambiente.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso que no respeta nada ni a nadie, dispuesto a recurrir a la violencia y la delincuencia sin límite”, ha declarado Sebastián Piñera. Los manifestantes podrían decir lo mismo del modelo neoliberal que el presidente chileno preserva con ahínco.