Asia // ¿Dominará China la economía mundial?

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Febrero 2022 / 99

El Gobierno de Pekín trata de afianzar su influencia invirtiendo masivamente en países emergentes, pero estos no  piensan plegarse a sus deseos.

En su estrategia para fortalecer su influencia internacional, China cuenta con dos bazas principales: la primera es la ventaja del número; la segunda, el largo plazo como marco de la política económica. 

En lo que se refiere al número, China es un país muy poblado (1.400 millones de habitantes) y, a pesar de tener una renta per cápita aún seis veces inferior a la de Estados Unidos, pronto será la primera economía del planeta si la medimos en PIB. Ello le confiere un peso muy importante en la economía mundial y en los órganos internacionales de coordinación.

Pero China va más allá de sus fronteras. Su estrategia consiste en  fortalecer los vínculos financieros y económicos con una reserva demográfica enorme: los países emergentes, un objetivo que se inscribe en el gran proyecto de la nueva Ruta de la Seda. China ese ha convertido en el mayor socio comercial de la mayoría de esas naciones, por encima de Estados Unidos. También es el mayor proveedor de fondos internacional, con un crédito pendiente de pago dos veces superior al del Club de París, un grupo que reúne a 22 países acreedores y del que China no forma parte. El Gobierno de Pekín ha tejido una red de líneas swap, es decir, acuerdos de provisión de liquidez en caso de crisis, con una cuarentena de países, la mayoría de los cuales no han firmado pactos de este tipo con un banco central de un país desarrollado.

Más allá de la estrategia del número, este desarrollo exterior es fruto de un pilar de la estrategia de China desde el comienzo de la era de las reformas: la circunvalación, es decir, el desarrollo sin confrontación hacia zonas en las que la competencia es menos fuerte. En primer lugar, Asia, su principal territorio de expansión económica. La asertividad diplomática de China auspiciada por el presidente Xi Jiping, incluyendo una mayor confrontación, es reciente y obtiene su credibilidad de ese fortalecimiento lento llevado a cabo durante varias décadas.

Otra baza: China funciona a partir de una planificación a largo plazo y de una política industrial con representantes en todos los niveles del mundo de los negocios.  La nueva Ruta de la Seda es un ejemplo de ello. También lo son los programas de fomento a la investigación en los sectores punta que podrían llevar a China hasta la frontera tecnológica. En 2020 fue el primer país en número de patentes, unas 500.000, frente a las 300.000 de Estados Unidos y las 100.000 de Alemania. El país es puntero en sectores estratégicos como la informática cuántica, la inteligencia artificial, las aplicaciones de las tecnologías blockchain, etcétera. 

China invierte en investigación y desarrollo casi tanto como Estados Unidos —es decir, casi el doble que la Unión Europea— y su plan quinquenal prevé un crecimiento del gasto del 40% en cinco años. El objetivo principal es ser independiente tecnológicamente. Su dependencia del extranjero en el suministro de semiconductores aún supone una gran vulnerabilidad. Todavía le queda un trecho para alcanzar a Estados Unidos, que continúa innovando.

Choque demográfico

China tiene importantes fragilidades que podrían limitar su expansión y que la harán ser prudente. Una de ellas es el futuro choque demográfico. Según el censo de 2020, la tasa de natalidad, de 1,3 hijos por mujer, es inferior al objetivo de 1,8 fijado por las autoridades. La ratio de dependencia  —el número de personas de más de 65 años respecto a la población activa— es de 17. Según la OCDE, será de 60 en 2075, es decir, un nivel similar al de la Unión Europea. No será un nivel récord, pero es una tendencia problemática, pues tendrá un impacto negativo en la reserva de mano de obra y complicará la financiación de las pensiones de jubilación.   

Otras fragilidades son el fuerte nivel de endeudamiento de los agentes económicos, especialmente de las empresas (más del 160% del PIB), su escaso nivel de transparencia y las financiaciones bancarias opacas a través de la banca en la sombra. China ha hecho una serie de reformas para disminuir los riesgos financieros, especialmente un endurecimiento de la reglamentación en el sector inmobiliario, pero dicha tendencia es reciente. 

Problema de imagen

Finalmente, China tiene un problema de imagen. La Nueva Ruta de la Seda no puede subsistir sin el beneplácito de los países afectados. El aumento de la inquietud ante la nueva asertividad de China y  el  riesgo de sufrir presiones políticas y económicas han acentuado la desconfianza. El alquiler por 99 años de un puerto en Sri Lanka es un ejemplo de trampa de la deuda, un concepto según el cual los países que contratan préstamos elevados con un país extranjero se ven después obligados a plegarse a la voluntad del país acreedor.  El caso ha contribuido a empañar esa imagen.

En mayo pasado, Lituania anunció que se retiraba del grupo 17+1 creado por China para promover las relaciones comerciales con la Europa central por considerarlo “divisorio” para el proyecto europeo, demostrando el relativo fracaso diplomático de la iniciativa. Y el increíble grado de opacidad de China (nivel real de crecimiento, número de víctimas de la covid-19, situación financiera de las empresas del Estado, etc.) hace aumentar aún más la desconfianza.

El objetivo es lograr la independencia en materia tecnológica

La baja natalidad y la opacidad están entre sus debilidades

Hay una realidad: China progresa en sectores punta y va a fortalecer su independencia tecnológica, pero no podrá sobrepasar significativamente a las economías más innovadoras, como la de Estados Unidos, a largo plazo. La inversión necesaria para dominar o incluso para competir con los gigantes estadounidenses o europeos en su territorio (por ejemplo, Google) es inalcanzable. Habrá bloqueos culturales, económicos y políticos. Por ejemplo, la expansión de las infraestructuras 5G de Huawei, a pesar de ser punteras, se enfrenta hoy a poderosas  resistencias en Europa.   

Las reglas del juego

Algunos analistas hablan de la trampa de Tucídides, es decir, del riesgo de un conflicto desencadenado por las potencias dominantes en respuesta al miedo a la expansión de una fuerza emergente. Pero la interconexión económica existente en la actualidad es muy  grande, lo que hace la situación muy diferente a la que dio lugar, por ejemplo, a la Guerra Fría. 

La fuerza numérica va a otorgar a China la capacidad de influir más en los estándares de gobernanza mundial: mecanismos de gestión de la deuda, redes de monedas digitales, reglamentación de las nuevas tecnologías…  China podrá influir en las reglas del juego, pero en una partida que seguirá siendo de varios jugadores. 

 

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