Antes rojo que sin gobierno

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Enero 2020 / 76

Investidura: Los empresarios recelan del pacto de izquierdas, pero anteponen la estabilidad y evitan sumarse a campañas apocalípticas.

Reunión de los equipos negociadores del PSOE (a la derecha) y de ERC. FOTO: Pepa Álvarez / PSC

La rapidez con que el PSOE y Unidas Podemos suscribieron el acuerdo para formar el primer gobierno de coalición de izquierdas en España desde la II República, el pasado 12 de noviembre, cogió con el pie cambiado a los sectores políticos, económicos y mediáticos que ya se frotaban las manos con la expectativa de gran coalición. Superada la sorpresa inicial, estos sectores recurrieron en seguida al manual clásico del miedo al “peligro social-comunista” y señalaron como prueba del apocalipsis por venir la leve caída bursátil registrada tras el acuerdo, con el Ibex 35 a la baja arrastrado por los problemas estructurales de la banca.

Sin embargo, un mes y medio después del preacuerdo, la Bolsa española no sólo no caía, sino que su evolución era mejor que la de las principales locomotoras del euro, como Alemania y Francia, o la de Portugal, tantas veces puesto como modelo por el compromiso de las izquierdas con el rigor presupuestario (ver gráfico). Y eso que avanzaban a buen ritmo las negociaciones del PSOE también con Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), cuya abstención es imprescindible para la formación de un gobierno de izquierdas, con lo que al “peligro social-comunista” debía añadírsele también el componente “separatista”. 

A pesar de los intentos de algunos medios por lanzar a los empresarios contra la posibilidad del Gobierno de coalición de izquierdas antes incluso de nacer, la respuesta empresarial ha sido cautelosa y alejada de estridencias, con excepciones que confirman la regla. Han lanzado advertencias, sí, y el presidente de la patronal CEOE, Antonio Garamendi, ha llegado a tildar de “barbaridad” la posibilidad de subir el salario mínimo a 1.000 euros, pero el tono general se ha alejado del afán apocalíptico de algunos medios y los empresarios han optado más bien por la cautela expectante.

 

FIN DE LA INCERTIDUMBRE

Un gobierno de coalición de izquierdas no gusta a las organizaciones patronales, pero con la investidura al menos se alcanza la estabilidad que con tanto ahínco reclaman siempre los empresarios como prerrequisito de todo lo demás y se ahuyenta la incertidumbre de otras elecciones. Lo explicaba sin tapujos el presidente de Fomento del Trabajo, la patronal catalana asociada a la CEOE, Josep Sánchez Llibre, durante la entrega de los premios Carlos Ferrer Salat: “El anuncio de un Gobierno de coalición es una buena noticia desde la perspectiva de la responsabilidad de los grupos que conforman el preacuerdo (...) Después de meses de incertidumbre se da respuesta rápida y responsable al resultado electoral. Si los empresarios pedimos urgencia para configurar nuevo gobierno y al cabo de 24 horas hay un preacuerdo, ¿cómo no vamos a estar de acuerdo?”.

La reacción de la bolsa durante la negociación fue muy tranquila

Calviño ha dado garantías de “responsabilidad”

En el acto le escuchaban Pere Aragonès, vicepresidente económico de la Generalitat y uno de los motores de ERC a favor de investir a Sánchez, y Nadia Calviño, ministra de Economía y vicepresidenta in pectore del nuevo Ejecutivo. Desde que se anunció el preacuerdo con Unidas Podemos, Calviño ha desplegado una intensa actividad para calmar a los empresarios, a los mercados y a la Unión Europea y tratar de convencerles de que el Gobierno de coalición no pondrá en riesgo los compromisos de España con una política económica “responsable”. 

La actitud de Podemos también ha contribuido a serenar los ánimos. El propio líder de la formación, Pablo Iglesias, escribió a los militantes pidiéndoles paciencia porque la prioridad es ayudar a consolidar el gobierno y, por tanto, tocará tragarse más de un sapo.

El área económica quedará fuera del control de la formación y la parte más sensible para los empresarios sería Trabajo, aunque sin la Seguridad Social. Y aunque todo el mundo augura un duro pulso con la patronal, la cantera técnica del departamento está previsto que pivote en torno al equipo del catedrático de Derecho del Trabajo de la Universidad de Castilla-La Mancha, Antonio Baylos, cuya solvencia es reconocida por todos los ángulos políticos.

El Gobierno de izquierdas, si llega a materializarse, tendrá que lidiar con la desaceleración económica global, pero con algunos vientos de cambio que le favorecen, tanto en la UE como en el mundo empresarial. La Unión ha hecho autocrítica ante las duras políticas de austeridad que impuso al inicio de la crisis y hasta su principal artífice, Alemania, se encuentra inmerso en el debate de cómo flexibilizarlas.

Por su parte, el mundo empresarial y de los mercados está también sacudido por la necesidad de repensar el capitalismo para hacerlo más sostenible y responsable, alentado por actores clave como el Financial Times, referente mediático de los mercados internacionales; la Business Roundtable, destacado lobby del capitalismo estadounidense partidario ahora de que las corporaciones tengan una misión que vaya más allá de los beneficios y considere también a los trabajadores, consumidores y el impacto sobre su entorno; y hasta BlackRock, el mayor gestor de activos del mundo, que dice apostar por el “valor compartido”, más allá del beneficio para el accionista.

UP tiene como prioridad consolidar el Ejecutivo

El debate internacional del capitalismo facilita la agenda reformista

Las patronales españolas van con retraso en estas tendencias, pero recientemente han empezado a asumir discursos hasta ahora insólitos, como la necesidad de renovar el pacto social para aumentar los salarios, mitigar las desigualdades y hacer más sostenible el capitalismo. En 2018 incluso se creó Plataforma Pymes, que agrupa a 2,14 millones de pequeñas y medianas empresas, que reta a la CEOE con una visión de la empresa muy alejada de la de las grandes corporaciones y una apuesta expresa por un “capitalismo inclusivo” que fomente la equidad, en contraposición al “capitalismo neoclásico, financiero, clientelista, rentista y extractivo”.