1158 - 1167: Las ciudades-Estado en los orígenes del capitalismo

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Marzo 2022 / 100

Pioneras: La Liga Lombarda y la Hansa germánica simbolizan el auge de las ciudades comerciales en la segunda mitad del siglo XII. Son dos ejemplos de villas que no se plegaron al poder político de los príncipes.

A primera vista, lo que pasa en la segunda mitad del siglo XII a la orilla del Po no tiene demasiado que ver con lo que ocurre en la misma época en el mar Báltico. Italia del Norte es entonces el centro de la rivalidad entre el emperador germánico y el Papa. El emperador, de la dinastía de los Staufen, es cuestionado en tierras alemanas por los señores feudales y se enfrenta al auge de una Iglesia cuyo Papa y obispos ya no nombra. Intenta, entonces, reconquistar su poder perdido en una tierra que en ese momento es la más rica de Europa: la Italia del Norte.

Pero Federico I Barbarroja, emperador de 1152 a 1190, se enfrenta al otro lado de los Alpes no solo a una Iglesia decidida a defenderse, sino, sobre todo, a un nuevo adversario que va a demostrar su talla: las ciudades comerciales. Esas ciudades, que habían estado gobernadas por señores —obispos bajo el poder del emperador—, habían aprovechado el debilitamiento del poder central y de sus representantes para establecer, en una primera época, unos hábitos por los que el emperador les dejaba una amplia autonomía a cambio de su fidelidad.  

Deseo de 'libertas'

De ese modo, el emperador otorga, en 1081, a sus “fieles ciudadanos de Pisa” una carta especialmente ventajosa por la que les entrega gran parte de su poder político, judicial y fiscal: no puede llevarse a cabo ningún embargo o depósito judicial de los bienes de un ciudadano sin el consentimiento de los pisanos. El emperador no puede confiscar los bienes que él ya ha concedido fuera de los casos previstos por la ley. No puede impartir justicia a hombres de las otras ciudades, castillos o pueblos o a los señores contra ciudadanos de Pisa, salvo si esos hombres no hicieran justicia a los pisanos. No habrá recaudación del fodrum (impuesto militar) en los pueblos y el condado de Pisa. Ningún funcionario imperial podrá imponerse a los pisanos contra la voluntad de estos. Tampoco se impondrá ninguna tasa comercial entre Roma y Pisa, no se podrá impedir a los comerciantes que vayan a Pisa si así lo desean, etcétera.

Las urbes disfrutaron de gran autonomía con el liderazgo de los grandes comerciantes

Al margen de la sociedad feudal, nace una nueva clase capitalista que logra el poder gracias al dinero

Las ciudades desarrollan entonces unos poderes autónomos en manos de los comerciantes más importantes. El deseo de libertas se encarna en una institución permanente: el consulado. Mediante juramento prestado ante una asamblea ciudadana, el comune concilium, el nuevo magistrado se compromete a respetar los derechos de los ciudadanos, a garantizar la paz y la seguridad y a proporcionar la defensa de la ciudad.

Las comune o comunitas, como se las llama en los textos contemporáneos, cogen gusto a esa autonomía, y se niegan a que se reduzca y a que su riqueza sirva al poder imperial. En 1167, Cremona, Brescia, Bérgamo y Mantua crean la primera Liga Lombarda, a la que se unen poco después Parma, Lodi, Piacenza y Milán. Esta liga se alía con otra, la de Venecia y Verona. Derrotado en 1176 en Legnano, el emperador firma en 1183 la paz de Constanza por la que concede a las comune la autonomía judicial, militar y fiscal, a cambio del reconocimiento de la jurisdicción suprema imperial. La historia de las comune italianas entra posteriormente en una nueva era: la de las rivalidades entre sí y, en cada ciudad, la de las luchas internas en las que se enfrentan las grandes familias entre sí o con el pueblo llano.

De Lübeck a la isla de Gotland

La finalidad de la Liga Lombarda, y de otras ligas que se crean en este periodo, es, pues, obtener o defender la autonomía y la condición jurídica de sus miembros frente al poder señorial, imperial o real. No es el caso de la Hansa que, en sus comienzos, tiene como objetivo proteger a sus comerciantes —fundamentalmente de origen alemán— en el extranjero y favorecer la expansión de su comercio. La Hansa nace tras la fundación de Lübeck en 1158 por voluntad del conde de Holstein, que quiere poblar su territorio y comerciar con el Báltico. Para atraer a la población se dota a la ciudad de una amplia autonomía. Desde entonces, artesanos y comerciantes, procedentes sobre todo de Westfalia, no cesarán de afluir al ritmo del auge de la ciudad.

En unos años, los comerciantes de Lübeck establecen una agencia en la isla de Gotland, en aquel tiempo centro del comercio del Báltico. En 1161 constituyen la asociación de comerciantes de Gotland (en la actual Suecia), origen de la Hansa. A partir de entonces, los comerciantes alemanes se expanden por todo el Báltico. Hacia 1180 los encontramos en Rusia, en Nóvgorod, gran mercado de productos orientales, de pieles y de cera. En los países bálticos, fundan Riga en 1201 y, durante la primera mitad del siglo, se establecen en el sur del Báltico, en Rostock, Stralsund y Dantzing. Estas ciudades, al principio sometidas y administradas por el señor local, pronto se administran por sí mismas a través de un consejo formado por representantes de las familias más influyentes.

Después, en la segunda mitad del siglo XIII, los comerciantes alemanes penetran en Escandinavia. Participan en la fundación de Estocolmo y establecen una oficina en Bergen (Noruega). En la misma época, los hanseáticos se implantan en las grandes plazas de Europa occidental: en Londres, donde los comerciantes alemanes obtienen sus primeros privilegios en 1157 y, un siglo después, en Brujas. A partir de entonces, esta ciudad se convierte en el centro del comercio europeo, hasta el punto de que los comerciantes italianos abandonan, a finales del siglo, las rutas terrestres y llegan allí con sus barcos cargados de productos de Oriente.

La Hansa, en un principio una asociación de comerciantes, se estructura en el siglo XIII como una asociación de ciudades de Alemania y de Europa del Norte, que abarca mucho más que sus puertos: Colonia y Cracovia se adhieren. Esta asociación concebida inicialmente para garantizar la seguridad de los transportes marítimos y de las agencias termina siendo una potencia económica considerable. Primero monopoliza el comercio en el Báltico y luego se afirma como potencia política. En efecto, sale victoriosa de la guerra contra el rey de Dinamarca, que pretendía hacerse con la isla de Gotland (1370).

En los márgenes del imperio 

Pero a pesar de sus diferencias, la Hansa y las ligas urbanas italianas tienen muchos puntos en común.  Nacen en los márgenes de un imperio centralista débil que les permite desarrollar su autonomía. Se enriquecen gracias al comercio con lugares lejanos. Unas intercambiando madera, pieles, trigos y pescados de Europa del Norte por vino, sal y tejidos de lana de la Europa central y del Sur; otras, monopolizando el comercio con Oriente, el imperio bizantino y el imperio musulmán.

Al margen de la vieja sociedad feudal, nace, pues, una clase capitalista que logra poder gracias al dinero acumulado mediante el comercio internacional. Y aunque busca establecer monopolios, tiene por vocación fundamental aprovechar las oportunidades comerciales y coordinar sus actividades a gran escala. Ello solo fue posible gracias a tener una condición jurídica particular, a los privilegios arrancados al poder político y a estar prestos a defenderlos. Las ligas urbanas y la Hansa eran muy conscientes de ello.